Carlos Santiso: "Los ciudadanos están al servicio del Estado cuando debería ser al revés"
El director de innovación digital del Banco de Desarrollo de América Latina denuncia que la rigidez de los sistemas de contratación pública favorecen que los Estados trabajen más con multinacionales y menos con 'startups'
Escuchar cómo Carlos Santiso (Saint Germain-en-Laye, Francia, 1971) diserta sobre la transformación digital de las Administraciones públicas infunde cierta tranquilidad. Su discurso rezuma optimismo y constituye en sí mismo un manual para los países que quieran convertirse en Estados 4.0. Pero no despega los pies de la tierra y reconoce que el proceso no es precisamente un camino de rosas.
Para el director de innovación digital del Estado en el Banco de Desarrollo de América Latina y miembro del Consejo Asesor de la Iniciativa anticorrupción del Foro Económico Mundial, la digitalización es solo el principio. “Digitalizar tus procesos te permite entenderlos mejor. Y cuando los entiendes, puedes repensarlos y simplificarlos”.
Para llevar a cabo esta revolución, los Gobiernos necesitarán contar con todo un ecosistema de innovación en el que cobran especial importancia las govtech, las startups tecnológicas que centran su trabajo en ayudar a que el Estado sea más eficiente, transparente y cercano al ciudadano.
- P. ¿Están las Administraciones públicas prestando suficiente atención a las govtech o dependen todavía demasiado de las multinacionales?
- R. El problema principal no es la falta de interés. Por lo general, hay una pretensión de innovar en la Administración pública; hoy, los burócratas son más jóvenes, urbanizados y conectados y quieren cambiar el funcionamiento de la máquina burocrática. Enfrente tienen un ecosistema de startups digitales con vocación de mejorar la problemática pública. Pero no consiguen encajar, porque muchas veces se enfrentan a sistemas de contratación pública que tienen tiempos y modalidades poco ágiles.
- P. Y una manera de trabajar muy diferente
- R. Así es. Cuando un Estado empieza a trabajar en una solución, lo primero que hace es dejarlo todo definido: cuál es el problema, cómo se va a afrontar, todas las especificaciones… Con una startup, tienen que actuar de forma diferente: deben trabajar mano a mano con ella para entender mejor el problema, probar soluciones para ver si funcionan y, en caso afirmativo, escalarlas. Es un modelo de trabajo totalmente diferente que requiere de más colaboración. Para que funcione, es necesario no pensar tanto en empresas como en ecosistemas y alianzas público-privadas para la cooperación.
Muchos Gobiernos quieren innovar, pero trabajan con sistemas de contratación pública poco ágiles que perjudican a las startups
- P. ¿Cómo puede combatir la Administración pública las barreras de entrada que encuentran las govtech al acceder al sector?
- R. Un Gobierno puede crear programas específicos de govtech: ante un problema digital, buscan la startup que les pueda ofrecer la mejor solución, financian una prueba de concepto y ven qué tal funciona. España no ha desarrollado programas en este sentido, pero Portugal, Polonia, Inglaterra y Dinamarca tienen soluciones de este tipo. También puedes flexibilizar tus sistemas de contratación pública para permitir comprar soluciones de startups innovadoras y desarrollar mecanismos de financiación estatales.
- P. Acaba de mencionar uno de los problemas a los que se suelen enfrentar las govtech: su limitado acceso a financiación. ¿A qué se debe esto?
- R. Los inversores privados no invierten en ese segmento de startups porque tienen un modelo de negocio complicado al trabajar con el sector público. Ellos tienden a buscar rentabilidad financiera y, para una startup de este sector, su rentabilidad principal no tiene por qué ser financiera. Pueden conseguir rentabilidad pública, en el sentido de que optimicen el gasto de la Administración, o de impacto social, si consiguen mejorar la calidad de vida del ciudadano. Pero este tipo de rentabilidad no se valora en el sector financiero.
- P. ¿Qué pueden hacer estas empresas para llamar la atención de los inversores?
- R. Algunas govtech intentan desarrollar modelos de negocio que puedan combinar la rentabilidad económica con la pública y social al mismo tiempo, diversificando sus clientes, por ejemplo. Aunque creo que, en este sentido, lo más interesante es ver como muchas trabajan con municipios. De esta manera, empezando con modelos de negocio enfocados a nivel local, pueden demostrar que son escalables. No es extraño ver estas startups operando en localidades pequeñas; lo raro es verlas en las Administraciones públicas centrales, que siguen dominadas por las grandes multinacionales.
- P. A pesar de las trabas que encuentran las govtech, hablamos de un sector en crecimiento
- R. Este es un momento apasionante, porque tanto Gobiernos como inversores están cada vez más interesados. El de la digitalización de los Gobiernos es un mercado de 350 mil millones de euros al año que podría alcanzar el billón en 2025. No solo es un gran mercado, sino que tiene una capacidad de escala espectacular. Lo que no pueden pretender los inversores es hacer un exit —rentabilizar su inversión— rápido. Quienes están apostando por esto lo hacen a largo plazo, con capital paciente. Es probable que deban esperar ocho o 10 años para que estas startups desarrollen su modelo, pero el potencial de ganancia es importante.
En la Administración pública existen silos de información que no se comunican entre sí por diferentes razones.
- P. Estonia es uno de los primeros ejemplos que se citan al hablar de digitalización pública. Sus ciudadanos pueden hacer prácticamente cualquier trámite administrativo a través deun dispositivo electrónico desde hace varios años. ¿Por qué a la mayoría de países cuesta tanto una transformación como esta?
- R. Por un lado, Estonia no tenía sistemas heredados y es más sencillo repensar los procesos cuando la página está en blanco. Muchos países invirtieron en sistemas de información en los 90 y, para renovarlos hoy, es necesario repensarlos. Por otro lado, cuando hablamos de Administración pública no hablamos de una institución uniforme, sino de diferentes agencias o departamentos que gestionan silos de información y que no se comunican entre sí por diferentes razones.
- P. ¿Qué razones?
- R. La agencia tributaria es dueña de tus datos tributarios, pero también es responsable de lo que pasa con ellos, por lo que no los puede compartir alegremente con otros departamentos. Existe cierto recelo institucional, pero también hay una cuestión de responsabilidad sobre los datos que custodian de los ciudadanos.
Lo que logró Estonia fue crear un sistema de interoperabilidad, que bautizó como X-Road. A través de este sistema, cuando la administración tributaria necesite tu certificado de nacimiento, se lo pedirá al organismo que tenga esta información en vez de a ti. Si lo tiene otra agencia, es su problema. A eso se le llama el principio de “Una sola vez” y es toda una revolución cultural. En la mayoría de países, los ciudadanos están al servicio del Estado cuando debería ser al revés.
- P. ¿Tardaremos en ver esta interoperabilidad en el resto de Europa y en América Latina?
- R. El caso es que lo veremos. Estonia es solo el primer ejemplo, pero países como Chile o Argentina trabajan para crear sistemas similares. E iremos un paso más allá. Si un Estado tiene mayor control sobre la información de sus ciudadanos, te puede mandar un mensaje al móvil para avisarte de que te toca renovar el carnet de conducir o para recordar que a tu hijo le toca ponerse una vacuna. Es el paso que viene después del Gobierno electrónico: el Gobierno a través del móvil. Con estos servicios, mejoras la vida de las personas.
- P. ¿Qué pueden hacer las nuevas tecnologías para combatir la corrupción política?
- R. Es uno de los campos donde más potencial podemos ver, porque todo lo que estaba encubierto se puede descubrir gracias a la analítica de datos. Países como México y Colombia trabajan en proyectos que buscan transparentar procesos de compra pública para evitar la corrupción. Cada vez es más difícil esconder información. Puede pasar que los Gobiernos no exploten el potencial de los datos de los que disponen, pero, con que los hagan públicos, en apenas unos meses un par de programadores jóvenes pueden crear una herramienta que cruce la información para dejar a la vista cualquier irregularidad.
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