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Firma invitada

¿Ganará el próximo World Press Photo un robot?

La fotografía es el arte en el que mayor impacto ha tenido la tecnología. Ahora, la irrupción de la inteligencia artificial potenciada por cloud ha sido como un arma de doble filo: ha supuesto superpoderes para los fotógrafos, pero también la mayor amenaza para los profesionales.

José María Cuéllar

La fotografía es el arte en el que mayor impacto ha tenido la tecnología. La llegada del sensor digital y años más tarde del smartphone cambiaron completamente la industria fotográfica. Las apps de la categoría "fotografía", que siempre están entre las más populares, trajeron la democratización y simplificación del trabajo del fotógrafo profesional. Por último, la irrupción de la inteligencia artificial potenciada por cloud ha sido como un arma de doble filo: ha supuesto superpoderes para los fotógrafos pero también la mayor amenaza para los profesionales.

Los cambios en la industria

La invención del sensor digital dio lugar a la aparición de la cámara digital, que Steven Sasson -un ingeniero de Kodak- patentó en 1978. Lo que parecía un armatoste poco operativo años más tarde se llevó por delante a la industria de la película, pero los fabricantes de cámaras sobrevivieron, solo tuvieron que adaptar el diseño de sus productos e incluir un poco más de electrónica y de software para que el rentable negocio de la óptica permaneciera intacto.

Más tarde, en 2007, llegaron los smartphones y con ellos ya no pudieron. Hasta 2010 las ventas de cámaras habían ido creciendo año tras año. En ese momento se alcanzó un pico de 121 millones de cámaras vendidas en todo el mundo, que se desplomó hasta los 19 millones de unidades en 2018. El teléfono inteligente había provocado una caída de las ventas de cámaras digitales del 84% en solo ocho años.

Las apps democratizan la fotografía

Este efecto, devastador para la industria fotográfica, fue, sin embargo, muy positivo para los fotógrafos tanto aficionados como profesionales. Con el smartphone llegaron las apps y las de la categoría "fotografía" son en la actualidad de las más demandadas. Las aplicaciones de retoque fotográfico, como Snapseed de Google, ponen al alcance de cualquiera una capacidad de edición que hace unos años estaba reservada a los profesionales. Las populares apps de filtros y las redes sociales permiten sacar fotos imponentes y publicarlas a escala global en cuestión de segundos. Hay también apps dirigidas al fotógrafo entusiasta y al profesional que los ayudan en la planificación de su búsqueda de imágenes memorables. Con "The Photographer Ephemeris", por ejemplo, uno se puede situar en cualquier lugar del planeta y realizar una simulación para saber por dónde y a qué hora va a salir y a ponerse el sol en una fecha determinada, cómo iluminarán sus rayos la escena según avance el día y si habrá algún obstáculo que proyecte sombra. Otras apps, como la española "PhotoPills", además de la planificación anterior, incluye un módulo de realidad aumentada que va mostrando sobre el terreno la trayectoria exacta que seguirá el sol, la luna o la vía láctea para tomar imágenes legendarias.

José María Cuéllar

En definitiva, el software ha multiplicado la cantidad de buenos fotógrafos. Algo que antes solo estaba al alcance de unos cuantos profesionales ahora lo está para cualquiera que tenga un smartphone.

La llegada de la inteligencia artificial

En los últimos tres años estamos asistiendo a la que podría ser la mayor revolución tecnológica en la fotografía por la incorporación de la inteligencia artificial

Todo empezó con Google en 2015. A partir de una red neuronal entrenada en la nube con imágenes etiquetadas previamente por humanos, consiguió ordenar y catalogar automáticamente las fotos de cada uno de los usuarios de su aplicación cloud Photos. Luego le siguió Apple, que hizo lo mismo en sus iPhones. Un chip de procesado neuronal permite buscar fácilmente entre las fotos almacenadas en el terminal móvil según el contenido que aparece en cada una de ellas. Por ejemplo, una búsqueda con la palabra "coche", mostraría inmediatamente solo aquéllas en las que apareciera este vehículo.

Después de la catalogación automática vino la fotografía computacional, que permite aplicar mejoras de forma automática a una imagen en el momento mismo de tomar la instantánea. Así, se puede evitar gran parte del trabajo posterior de procesado. Al aplicar técnicas de HDR (High Dynamic Range) en tiempo real, por ejemplo, se consiguen fotos perfectamente expuestas, aunque haya mucho contraste en la luz. También hay modos de captura que resaltan el primer plano y convierten en borroso el fondo, imitando así los retratos con poca profundidad de campo, que se logran con lentes rápidas y de focal media o larga. Éste es el motivo por el que observamos que las fotos que se hacen con el smartphone están a la altura e incluso superan en ocasiones a las que se toman con una cámara réflex: el software basado en inteligencia artificial, cada vez más potente gracias a cloud, hace todo el trabajo.

Telefónica cuenta con la plataforma cloud de Google que permite fácilmente el desarrollo de este tipo de aplicaciones basadas en inteligencia artificial sin necesidad de realizar costosas inversiones.

Recientemente, además, ha habido un salto cualitativo. Personalmente siempre había pensado que todos los cambios que había traído la innovación digital habían sido muy beneficiosos para el fotógrafo hasta que descubrí Creatism.

Se trata de un proyecto de los laboratorios de inteligencia artificial de Google, que consiste en una entidad virtual basada en machine learning, que se pasea de manera autónoma por Street View (una representación virtual de nuestro entorno en Google Maps) y es capaz de reconocer si un paisaje tiene potencial fotográfico, componer la imagen, exponer, tomarla y posteriormente hacer los ajustes de procesado necesarios para obtener una fotografía que sería indistinguible de la que habría hecho un fotógrafo profesional que hubiera estado allí de verdad. En cierto modo es como superar con éxito el test de Turing. En este caso, referido a la incapacidad de distinguir si una obra de arte es fruto de una persona o de un ordenador. El fotógrafo, de paisaje, en este caso, sería prescindible.

Los expertos en inteligencia artificial llaman singularidad al instante posterior en el que una máquina supera en inteligencia al ser humano. Me pregunto si una inteligencia superior lleva necesariamente a una capacidad artística también superior y si algún año veremos la singularidad de un ordenador que gane el World Press Photo.

José María Cuéllar es director Global de Cloud de Telefónica y fotógrafo

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