Advertencia ante un mundo que se agota: “No encontraremos la felicidad en la nube ni en la pantalla”
Recuerden: la tecnología no tiene por qué ser mala. Somos nosotros los que hacemos uso de ella. “El futuro es mejor de lo que pensamos", pero no debemos olvidar que somos "ecodependientes"
La etiqueta de futurista puede inducir a error sobre el discurso de Gerd Leonhard, escritor nacido en Alemania y consejero de empresas tecnológicas de medio mundo. No pinta un panorama propio de una película de ciencia ficción en un mundo dominado por las máquinas. Y eso, a pesar de que augura que en los próximos 20 años el mundo cambiará más que en los últimos 300 a causa de los cambios tecnológicos. Pero esa transformación hará mucho más valioso “lo esencialmente humano”.
La revolución tecnológica ya está aquí y es imparable, pero el hombre debe hacerse fuerte en el terreno que le es propio. Habrá robots superinteligentes, “pero las máquinas no tienen sentimientos, emociones, imaginación…”. Y es ahí donde las personas pueden (y deben) jugar su papel, aseguró durante la sesión inaugural del Foro de la Cultura que se celebra hasta el domingo en Burgos.
El teórico futurista vuelve a sorprender: lejos de recomendar para las nuevas generaciones una formación en matemáticas o en ingeniería, reivindica “las humanidades, la ética, la creatividad, la imaginación”.
Límite: 2050
Para el escritor y periodista Javier Reverte la cosa es más complicada. Ahí están las predicciones de los especialistas: a este ritmo “la tierra solo puede resistir hasta el año 2050”. Su receta para detener el deterioro ambiental: “Solo desde la democracia se puede combatir la situación”. Casi forzado a buscar un atisbo de esperanza, Reverte ha señalado la toma de conciencia de la sociedad ante el cambio climático. “Pero hay que hacer algo más: organizarse, concienciar a los políticos, educar en ello a los niños”.
El especialista en tecnología pide “más filosofía, más música, más arte, más deporte”. Hasta el punto de lanzar un mensaje rotundo: “Sus hijos no deben aprender nada que las máquinas puedan hacer”. Un conductor o un contable tienen un 90% de posibilidades de perder su trabajo en un futuro nada lejano, mientras que “todo lo que no se pueda digitalizar o automatizar será muy valioso”.
Frente a las teorías más catastrofistas sobre la pérdida de empleo que conlleva la tecnificación, Gerd Leonhard se ha mostrado optimista. Los cambios drásticos en el mercado laboral están a la vuelta de la esquina, pero no necesariamente implicarán la reducción de puestos. Lo que viene es “la era del fin de la rutina”, donde las máquinas harán “el trabajo tonto” y las personas deberán atender a la imaginación, a la improvisación, esos rasgos exclusivamente humanos.
Porque “no encontraremos la felicidad en la nube ni en la pantalla”. La satisfacción que se puede encontrar en ese mundo digital “es una felicidad momentánea, que no es mala, pero la felicidad es otra cosa”, apunta.
Tras esa defensa de lo puramente humano no subyace ningún ataque a la revolución en marcha. “La tecnología no es el enemigo, es positiva. Tenemos que regularla, proteger lo que queremos”, reclama el autor de Tecnología versus Humanidad, quien aboga por la creación de una suerte de “consejo de ética digital”, algo así como “un consejo griego de sabios” que no debería estar integrado por los CEOs de empresas ni por políticos. “El futuro es mejor de lo que pensamos, no debemos temer la tecnología, sino el mal uso. Tenemos diez años para pensar qué hacer con esta herramienta”.
Tampoco han querido caer abiertamente en el pesimismo ante los retos a los que se enfrenta el mundo otros participantes en el Foro de la Cultura. Pese a dibujar un panorama no demasiado halagüeño, en el que la tecnología “nos está llevando a dejar de ser humanos para ser recursos”, el escritor y explorador noruego Erling Kagg se ha mostrado optimista. “El planeta es un buen sitio para vivir”, ha celebrado este autor, aunque a renglón seguido asegure que “nos estamos olvidando de la Tierra” en un mundo en el que “se invierten muchos millones en que la gente sea adicta a Google, Instagram, Twitter… y olvidemos lo que realmente somos”.
Algo parecido a lo que dijo la antropóloga y educadora social Yayo Herrero, quien pone el acento en la necesidad de sentirnos conectados con el entorno. “A nuestros sistemas políticos y económicos se les olvida que somos seres ecodependientes”, advierte ante el agotamiento de los recursos naturales en un modelo capitalista. Aunque todavía puede haber solución. “Hay alternativas, pero pasan por comprendernos como seres ecodependientes y adoptar una ética que comporte redistribución de la riqueza”.
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