Rescatar el trabajo humano: la reconversión urgente
Los países de nuestro entorno han tomado conciencia de que van retrasados con respecto al rumbo del mercado global y que deben tomar decisiones inmediatas relacionadas con este desafío. En España, no.
Mientras en España el foco de atención continúa estando prisionero de los casos de corrupción, la evolución de la situación política de Cataluña y los efectos posmoción de censura contra Mariano Rajoy que condicionan al nuevo gobierno, observamos como en países vecinos el sector empresarial, las clases dirigentes, los agentes sociales y el Estado se esfuerzan por generar espacios en los que reflexionar en términos estratégicos sobre la ligazón entre economía, transformación tecnológica y el futuro del trabajo. Han tomado conciencia de que van retrasados con respecto al rumbo del mercado global y que deben tomar decisiones inmediatas relacionadas con este desafío.
El Presidente Emmanuel Macron es uno de los que parece haber tomado conciencia del advenimiento de una nueva fase en la industrialización y la producción de servicios, asimilando la inexcusable urgencia de meterlo en su agenda. Los pasados 24 y 25 de mayo, Macron se reunió en París, escoltado por su Primer Ministro Édouard Philippe, con cincuenta CEO de Silicon Valley (entre ellos, Bill McDermott de SAP y Ginni Rometty de IBM). Entre los aspectos y las recomendaciones compartidas que han trascendido, destacaron aquellas que aludían directamente al mercado de trabajo, el talento y la productividad. Asumieron como hipótesis sólida que pese a que únicamente el 5% de las ocupaciones serán automatizadas completamente en los próximos diez años, en realidad el impacto va a ser bastante más profundo dado que se prevé que en el 60% de todas las ocupaciones restantes al menos un tercio de las tareas que las conforman también serán sustituidas por el trabajo eficiente de las máquinas (McKinsey Global Institute, A future that works: automation, employment, and productivity).
Por lo tanto, confrontar con el escenario resultante implica hacer políticas activas para, primero, operar sobre los percentiles de la población activa que, por tipo de ocupación y nivel formativo, están en mayor riesgo de quedar desplazados del mercado laboral; segundo, reforzar los incentivos dentro de las empresas para ejecutar programas de recapacitación de perfiles que permitan acelerar en vez de procrastinar la transformación tecnológica; y, finalmente, alinear el sistema educativo con una estrategia de reconversión específica para cada sector de actividad. Como resultado, el aumento de productividad esperable hasta el 2030 por la automatización se calcula en un abanico entre el 0,8% y el 1,4% anual, lo que debería repercutir en una mejora notable de los márgenes de beneficios y el PIB.
España debe despertar. Como el resto de Europa, necesitamos recuperar el foco de lo estratégico".
Tomarse en serio esta radiografía del futuro equivale a comprender cuál es el trasfondo de la evolución socioeconómica, dado que afectará a multitud de aspectos centrales para la cohesión social. Un parámetro esencial a analizar es si dicho proceso, además de generar puestos de trabajo de mayor cualificación y sofisticación, traerá consigo remuneraciones y bases de cotización considerablemente más altas. Desvelar el uso y alcance de este concepto de crecimiento será decisivo de cara a que pueda contribuir a la financiación de los servicios públicos, las pensiones o apelar a medidas más experimentales como la viabilidad de una renta universal. Dicho de otro modo, ¿la automatización de ciertos puestos de trabajo y el surgimiento de otros nuevos podría llegar a ser la palanca efectiva que acabe desbancando la ideología de la austeridad?
Potencias como EEUU o China (esta última valorada como la economía más susceptible de beneficiarse de la automatización de empleos basados en tareas físicas repetitivas, lo que liberará una fuerza demografía sin precedentes que pasará a ser redirigida hacia trabajos de una complejidad intelectual superior basados en el uso intensivo de conocimientos), han asumido que su rol industrial durante la siguiente década será liderar la viabilidad técnica de esta transformación. No obstante, aún tenemos tiempo para reaccionar y asumir que el ritmo del desarrollo histórico va a imponer soluciones diferentes a las que hoy conocemos; es decir, la tecnología que hará efectiva la aludida reconversión, alcanzando transversalmente a todos los sectores y ocupaciones en forma de soluciones comercializables, aún se encuentra en fase de gestación. La implementación de aplicativos de inteligencia artificial que respondan al razonamiento emocional y social pertenece a una senda de innovación sobre la que muchas empresas e inversores públicos y privados han comenzado a apostar masiva y concienzudamente. Y sobre la que, paradójicamente, el talento humano más avanzado va a ser concentrado para desarrollarla y conducirla hasta alcanzar un destino provechoso.
No hay duda de que una nueva generación de máquinas, dotadas de una inteligencia con reminiscencias cada vez más similares al anima mundi, se dispone a materializar una disrupción económica sin precedentes, y ninguna actividad productiva quedará a salvo de las consecuencias de este proceso. Lo queramos o no, y al margen de descripciones distópicas sobre el futuro de nuestro planeta, tal escenario es nuestro destino y el de nuestros hijos, y es mucho lo que está en juego como para no adoptar las decisiones políticas, económicas y educativas que nos permitan liderar el cambio en igualdad de condiciones con los países pioneros. España debe despertar. Como el resto de Europa, necesitamos recuperar el foco de lo estratégico y tomar decisiones racionales sobre el lugar que nuestra economía y nuestro bienestar alcanzará en los próximos ochenta años. Bajar la mirada y resoplar nos supondrá despilfarrar un siglo entero. Si no modificamos inmediatamente las condiciones, es probable que perdamos la partida antes si quiera de empezar a jugarla.
Alberto González Pascual es director de Transformación, Desarrollo y Talento en el área de Recursos Humanos de PRISA y profesor asociado de las universidades Rey Juan Carlos y Villanueva de Madrid.
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