Se explica en una cifra: siete de cada 100 watios. Esto es lo que aprovecha España la potencia de la energía eólica en su consumo energético, según datos de Eurostat. Pero, en 2050, un estudio de la Universidad de Stanford afirma que se podría producir el 35% de la energía con parques eólicos desplegados en el interior (10%) y en la costa (25%). Es decir, un incremento del 500% en 30 años.
Esta importancia capital de lo eólico provoca que las innovaciones en su mantenimiento jueguen un papel esencial para no perder la eficiencia de los aerogeneradores. Con este objetivo en mente, Iberdrola apuesta por los drones. Drones que hacen mucho más que volar. “Antes, había un operario en un parque mirando las palas con un telescopio. Ahora, enviamos un dron a hacer un estudio más exhaustivo”, explica Agustín Delgado Martín, director de Innovación y Sostenibilidad de Iberdrola.
No se trata de una mera inspección visual convencional. El dron va equipado con sensores y cámaras que le permiten penetrar en la superficie de la pala para localizar fallas más profundas. Y con la información que recibe, el machine learning, le permite tomar decisiones. “La máquina gestiona el nivel de importancia que tienen los fallos detectados. Si descubre una anomalía, un experto humano confirma el diagnóstico. La idea es darle capacidad de decisión en base a la información que recibe. Es decir, automatizar la inspección,” indica Delgado. Para esta operación, dado que el tiempo de vuelo no es muy prolongado, no se realiza una comunicación remota con el personal humano. Al recobrar la aeronave, la información se descarga y se analiza. La anatomía de este dron inspector la marca su nombre: aracnocóptero, de araña. Ocho rotores actúan al unísono para lograr la mayor estabilidad posible de vuelo y, en consecuencia, la mayor calidad de las imágenes que capta. “Las inspecciones las realizamos cuando hay poco viento. Cosa que nos viene muy bien, porque así no perdemos producción de energía por esta tarea”, detalla Delgado.
Este sistema de mantenimiento demuestra una realidad de la ingeniería del presente. Las tecnologías no son islas, ni siquiera archipiélagos. Son miembros de un organismo que funciona por la suma de sus partes. “El dron no es nada si le quitas su capacidad de medir. Y la medición no es nada si no la integras en un software capaz de interpretar lo que ve. Me atrevería a vaticinar que las compañías más exitosas no serán las que tengan mejores drones o sensores, sino las que interpreten mejor esta información”, valora Delgado.
- Informan, pero no reparan
Aún están lejos los drones que sean capaces de realizar in situ una reparación más compleja, como la sustitución de una placa base electrónica o el arreglo de un fallo eléctrico concreto. “Ni nosotros estamos desarrollando proyectos así ni hemos visto a empresas que nos los presenten. Creo que todavía queda muy lejos. Las interacciones físicas con el mundo real siguen costando”. Ilustra: “Vemos cómo el MIT consigue emular el movimiento de un leopardo con robótica, pero si cambias las condiciones del terreno la adaptabilidad cuesta mucho. Se caen. No es tan fácil”.
Este apoyo tecnológico que mejora el rendimiento de las renovables es un puntal de la economía presente y futura. “Todos estamos de acuerdo en que el sistema energético basado en combustibles fósiles no es sostenible. Y ya no es solo un tema de gastar recursos finitos, sino de impacto medioambiental. No podemos seguir así 30 ó 40 años más. La sostenibilidad se logra con tres cosas: que la energía sea competitiva (es decir, que el usuario la pueda pagar), que tenga calidad y seguridad de suministro y que respete el medioambiente”. En ese punto dos los drones y sus mil maneras de mirar y comprender lo que ven tendrán mucho que decir.
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