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Los alefitas: la vida en digital

Una «cápsula» para el medio digital

Los problemas de ergonomía del móvil, con su capacidad ilimitada de inmersión y desplazamiento por el medio digital, se están actualmente superando con prototipos muy prometedores

En principio la cápsula (pod) era una burbuja sonora. Por las aceras, en los transportes públicos, en cualquier lugar de la ciudad, se podía ver a podestrians: peatones, urbanitas, dentro de sus cápsulas, de sus burbujas sonoras individuales. El ingenio conseguía que cada tripulante se sumergiera en un medio digital lleno de sonidos y explorara y descubriera músicas sin límite. Sin esta cápsula, la inmersión no era posible, tan solo aproximarse a un lugar, donde estuviera un aparato, como podemos acercarnos a la orilla del mar o levantar la mirada hacia un cielo estrellado. Espacios para los que nuestra naturaleza no nos ha capacitado.

Pero el empeño humano es asombroso. Para el 2001 —fecha que coincide con el desarrollo del modelo de cápsula iPod—, Arthur C. Clarke había imaginado en 1968 la EVA pod (Extra-Vehicular Activity), una burbuja individual para salir de la nave de la Odisea espacial. Y James Cameron llegará al fondo del océano, a la fosa de las Marianas, unos años más tarde, en 2012, con otra cápsula individual, la Deepsea Challenger, ingenio que venía ensayándose desde el batiscafo de Piccard en la década de 1950. El espacio exterior, el espacio submarino… El espacio digital.

El Deepsea Challenger de James Cameron
El Deepsea Challenger de James CameronGetty Images

No hubo que esperar más de seis años, para que se dispusiera en el 2007 de otra burbuja mucho más potente, con una capacidad turbadora de profundización en el espacio digital. La exploración de este mundo se ha disparado con ella, a pesar de que su control exige un considerable esfuerzo, ya que hay que mantener fija la mirada en la pantalla y las manos constantemente actuando. Ahora vemos en todas partes y situaciones a gente pilotando la cápsula, con las manos sosteniendo una delgada pastilla y los ojos atentos al comportamiento de una minipantalla.

La potencia del desarrollo de este modelo de cápsula está en lo intangible, en la IA

Los problemas de ergonomía del móvil, con su capacidad ilimitada de inmersión y desplazamiento por el medio digital, pero muy exigente para la interacción con él, se están actualmente superando con prototipos muy prometedores. Con ellos la cápsula volverá a ser una burbuja sonora, la interacción se hará principalmente a través de la comunicación oral, como la conversación que también imaginó Clarke, entre el computador HAL y el astronauta Bowman. Ya hay avances de cómo será la cápsula con modelos como el llamado AirPod, para que, adherido al oído, se pueda hablar y escuchar dentro de la burbuja. Pero la potencia del desarrollo de este modelo de cápsula está en lo intangible, en la IA, en el perfeccionamiento de los asistentes de voz, que extienda cada vez más la capacidad de interacción oral para la navegación por el espacio digital.

Airpod de Apple
Airpod de AppleGetty Images

La historia de la vida nos muestra las diferentes cápsulas que utiliza para asegurar el mantenimiento del embrión en un medio aún inadecuado. Y también con esta estrategia evolutiva la vida consiguió pasar del medio marino al terrestre. Luego la vida inteligente ha comenzado a habitar otros medios, para los que no está naturalmente preparada por la evolución, construyendo cápsulas artificiales en las que podamos instalarnos y penetrar en medios imposibles sin ellas, como el mundo submarino o el extraterrestre.

Con las cápsulas conseguimos hacer sensible, asumible por los sentidos, ese mundo etéreo

Y ahora estamos diseñando cápsulas con las que poder sumergirnos en un medio que acaba de emerger, pero extraordinariamente expansivo, pleno de partículas —de dos tipos, tan solo: ceros y unos— en continua agitación a velocidades increíbles, combinándose, recombinándose, creando ristras inmensas.

Las partículas digitales son imperceptibles para cualquiera de nuestros sentidos y, sin embargo, están ahí, como el éter cósmico en que creían los físicos. Con las cápsulas conseguimos hacer sensible, asumible por los sentidos, ese mundo etéreo. Y el paisaje resultante es asombroso; infinitas las posibilidades de explorarlo; turbadoras las interrelaciones que podemos abrir…

La Cite du Vin (Burdeos)
La Cite du Vin (Burdeos)Getty Images

A pesar de su extensión envolvente, el espacio digital tiende a contraerse, y a aumentar su densidad, hasta el punto de que se le denomine Aleph, y «alefitas» a los que con sus cápsulas, cada vez más evolucionadas, puedan habitarlo. Pues para tal presión (no la barométrica, sino la provocada por la información) nuestros cerebros no están diseñados. Igual que nuestros cuerpos que han evolucionado bajo el aire no soportarían la presión del mar a profundidades abisales.

Nos encontramos en las primeras experiencias para estas inmersiones, moviéndonos casi por la superficie, pero ya son claras las muestras de que hemos iniciado otra aventura de exploración por otro espacio, con consecuencias impredecibles para nuestra evolución

Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid

La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexión, no es una predicción. Por él se mueven los alefitas, seres protéticos, en conexión continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracción del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.

 

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