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China prepara un sistema de ‘rating’ para sus ciudadanos

Pekín planea implantar en 2020 el Sistema de Crédito Social para juzgar la confianza del sistema en sus más de 1.300 millones de habitantes

Vista de la concurrida calle de Nanjing, en Shanghái.
Vista de la concurrida calle de Nanjing, en Shanghái.Getty Images

El programa de televisión Gran Hermano llegó a la pantallas con el pretexto de convertirse en un estudio sociológico de la sociedad. Al gobierno chino le gustó la idea. Su versión se basará en el big data que recopilará de la sociedad. Según los planes de Pekín, en 2020 entrará en vigor el llamado Sistema de Crédito Social, un baremo que puntuará a los más de 1.300 millones de habitantes del país asiático para juzgar si son o no unos ciudadanos fiables.

Con la repercusión que tienen las redes sociales en la vida diaria, no cuesta imaginar que nuestras actividades se puntúen y controlen. Lo que compramos online, quiénes son nuestras amistades o si pagamos los impuestos aparece por Facebook e Instagram. A lo que no estamos tan acostumbrados es a que estos comportamientos se valoren como positivos o negativos y arrojen una cifra según las normas que decida el Gobierno. Tal y como pretende el Ejecutivo chino, esto determinará la Puntuación Ciudadana y mostrará a toda la sociedad si somos de confianza. Este número se traducirá en si una persona podrá o no hipotecarse, conseguir un trabajo o llevar a sus hijos a un colegio determinado.

“Forjará una atmósfera de opinión pública donde mantener la confianza será glorioso. Fortalecerá la sinceridad en los asuntos gubernamentales, la sinceridad comercial, la sinceridad social y la construcción de la credibilidad judicial”, argumenta el Gobierno chino en el documento que explica este sistema. Natalia Martos, counsel de Pérez-Llorca en el área de privacidad y negocios digitales, entiende que esta medida de las autoridades asiáticas es disparatada. “Se saltan el consentimiento del ciudadano y le obligan a que su información sea de dominio público. Vulnera cualquier derecho a la privacidad”, explica.

Para conseguir esa valoración en el Sistema de Crédito Social, el Ejecutivo ha concedido ocho licencias a diferentes compañías para que establezcan algoritmos que determinen esta puntuación. Una de estas empresas es Ant Financial, dedicada al sector de los seguros y préstamos a pymes, que ya ha desarrollado su primer baremo de confianza ciudadana con el Sesame Credit. Aquellas personas con mayores puntuaciones no dudan en alardear de sus guarismos en Weibo –el Twitter chino–. Como asegura Borja Adsuara, experto en Derecho y estrategia digital, el big data se ha gamificado. “El gran cambio de los sistemas de vigilancia es que la gente cuenta su vida sin necesidad de que la espíen, como hacía en su época la Stasi. Juega en Instagram, Facebook o en cualquier red social para fardar y pertenecer a una élite. Estamos en el mundo de las apariencias”, precisa.

Getty Images

Resulta complicado que esta China orwelliana aterrice en suelo europeo. Menos aun cuando, en mayo del año que viene, entre en vigor el Reglamento comunitario de protección de datos y privacidad que permitirá a los ciudadanos tener el control de su información. Adsuara destaca que no se trata tanto de una cuestión de protección jurídica, sino de uso. En su opinión, esta normativa exige que se expliquen los algoritmos que utilizan las empresas para recopilar el big data, pero muchas desconocen cómo funciona esta fórmula matemática. “Si sabemos que nos van a mirar, que sea transparente. Hay que vigilar al que nos vigila. No obstante, con el machine learning, ya la máquina aprende pero somos incapaces de explicar exactamente cómo cruza los millones de datos con los que trabaja”, zanja.

Pekín ha decidido, prácticamente sin ambages, explicitar cómo piensa controlar a sus habitantes a través de las redes sociales. Más allá de las fronteras del continente asiático, las empresas tienen en el big data una herramienta de negocio indiscutible. Aunque sea sotto voce, pueden confeccionar un perfil de cada persona que se asoma a su sector. Martos considera que, si la sociedad mezclara toda la información que comparte a diario, su pensamiento político o la sexualidad serían de dominio público. “La gente no es consciente de la cantidad y volumen de datos que tienen las corporaciones. Si juntáramos todo lo que saben, nos conocerían mejor que nosotros mismos. Hay que detenerse a pensar lo que se comparte o a qué aplicaciones les dejamos acceder a nuestro móvil”, concluye.

China ha emprendido una singladura con un signo de interrogación a cuestas. Nadie puede concluir cómo terminará este sistema de puntuación social, cómo afectará a la ya socavada libertad de expresión o hacia dónde se dirigirá la sociedad cuando entre en vigor el baremo. El problema no está en la información per se, sino en la utilización que haga de ella las autoridades públicas. “Toda la economía digital se basa en datos. Bajo ningún concepto pueden permanecer estancos. Lo que hay proteger es la imagen y la intimidad, no el propio dato”, argumenta Adsuaga. Mientras llega 2020, China prepara su Gran Hermano del big data, pero sin que el público decida quién gana. mejor dejarlo en manos de la propia organización.

El uso leal de la anonimización y el ‘opendata’

Con una economía en la que el big data se ha tornado en fundamental, cuesta imaginar que la información fluya restringida. Para muchos sectores, como el de la investigación médica, resulta capital trabajar con el mayor número de datos posible. Como explica Natalia Martos, counsel de Pérez-Llorca en el área de privacidad y negocios digitales, hay muchos sectores que abogan por el opendata y una anonimización irreversible. "Con una colaboración entre el titular de la información y las empresas que la seudonomizan, se sacaría el mayor provecho posible a los datos", asegura. Borja Adsuaga, experto en Derecho y estrategia digital, da un paso más. "Se trata de que se haga un uso leal de lo más sensible. A la gente no le preocupa tanto quién posea la información, sino lo que hagan con ella", concluye.

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