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Tecnología

Los drones, futuro de las empresas. Pero, ¿qué se puede hacer con ellos ahora?

¿Qué aplicaciones tienen hoy estos aparatos? ¿Es un buen momento para apostar por los drones?

Manuel G. Pascual
Getty Images

Imagina un mundo en el que pequeños aparatos sobrevuelan de forma ordenada los edificios, transportando objetos o realizando las más diversas mediciones. Y por las aceras, drones de distintos tamaños transitan de aquí para allá, acompañando a los transeúntes con sus bultos o realizando tareas de mantenimiento. Ese mundo está todavía lejos de hacerse realidad. Pasarán años, quizá lustros, antes de que veamos drones comerciales pululando por la ciudad. ¿Es este entonces un buen momento para montar una empresa que utilice esta tecnología, antes de que lo haga todo el mundo? ¿Qué oportunidades de negocio ofrecen ahora mismo los drones a las pymes?

Quienes conocen el sector aseguran que está lleno de posibilidades, pero reconocen también que puede que se haya magnificado su potencial. “Se han generado demasiadas expectativas que no se han podido cumplir porque la regulación está entorpeciendo su progreso. Es el caso, por ejemplo, de las operaciones en núcleos urbanos”, explica Manuel Oñate, presidente de la patronal Aerpas y director general de EuroUSC España, una consultora británica especializada en drones. Buena parte de la locura desatada en los últimos años en torno a estos aparatos se le puede achacar al CEO de Amazon, Jeff Bezos. Cuando en 2013 anunció su intención de usarlos para entregar pedidos dio el pistoletazo de salida a una carrera por conquistar el reparto aéreo. Desde entonces han proliferado los vuelos de prueba de empresas de mensajería, como UPS o DHL, y de gigantes de la distribución online, como la japonesa Rakuten o la china Alibaba. La tecnología parece dar la talla, al menos para cubrir envíos en entornos controlados. Pero el legislador, también en EE UU, prefiere curarse en salud.

¿Alguien ha visto llegar un dron a su casa portando un paquete? No, ni lo verá. Al menos en la próxima década. La regulación no ha avanzado al mismo ritmo que la tecnología. “Los vuelos de drones en zonas habitadas están prohibidos, excepto si se producen dentro de un recinto cerrado particular”, aclaró Pablo Fernández Burgueño, socio de Abanlex, un despacho de abogados especializado en proyectos tecnológicos, en un taller organizado recientemente por Adigital. “Solo están permitidos los vuelos experimentales, para los que hace falta obtener permisos especiales”, abundó.

Olivia López Bueno

La nueva norma que prepara el Gobierno, prometida originalmente para 2014 y que se ha ido demorando supuestamente por culpa de la parálisis política de los últimos años, no cambiará demasiado la situación. El borrador de Real Decreto “no contempla la posibilidad de autorización” de vuelos comerciales de drones, en tanto que “no existen a fecha de hoy condiciones objetivas de seguridad para su autorización”, lee la exposición de motivos. Se exigirá también a quienes quieran volar drones de más de 2 kilos de peso que avisen a las autoridades con 20 días de antelación y soliciten permisos. Pero seguirán pudiéndolo hacer solo en zonas despobladas, alejadas a entre 8 y 15 kilómetros de los aeropuertos, según el tamaño de estos, y a un máximo de 120 metros de altura. Se podrá volar drones en ciudad, pero solo si se cuenta con el consentimiento expreso de quienes puedan estar cerca del aparato, incluyendo los transeúntes. Y eso hace inviable el uso de estos aparatos más allá de entornos muy controlados, como rodajes o recintos privados.

Precisamente porque el aire está muy regulado, hay quien opina que el futuro comercial de los drones pasa por otros lares. “A quien quiera entrar en el negocio le recomendaría que no se cierre al ámbito aéreo, porque hay mucha competencia en el sector y una legislación que no le va a permitir crecer”, apunta Jaime Guillot, fundador de DroneSpain, una de las pioneras en España. “Quedan al menos 10 o 15 años hasta que veamos algo fuerte, tanto por lo restrictiva que es la regulación como porque la tecnología todavía no es 100% fiable. Los drones no son aviones, sus tripas se parecen más a las de un smartphone: pueden fallar y caerse”, añade. En Noruega y Escocia ya usan drones para desparasitar salmones de piscifactorías. También los hay en formato submarino, empleados, por ejemplo, para revisar el estado del casco de los navíos.

Un juguete de cine

¿Para qué se usan a día de hoy los drones? La aplicación más explotada es la audiovisual. El 45,8% de los 1.800 operadores de sistemas aéreos pilotados de forma remota (RPAS, en sus siglas inglesas) registrados por la AESA a finales del año pasado (hoy ya superan los 2.000) se dedica a esa actividad, según datos del portal especializado ToDrone difundidos por CincoDías. Le siguen los negocios de las infraestructuras y la minería, con un 16,9%, el de la agricultura (14,5%) y, muy por detrás, la seguridad, que acapara la atención del 3,6% de quienes vuelan drones. Se trata de un sector extremadamente atomizado, en el que los autónomos y las pymes suponen más del 95% de las licencias. Y que todavía no es demasiado lucrativo: el 78% de los operadores factura menos de 50.000 euros anuales.

“Nosotros le vemos mucha salida a las aplicaciones agrícolas”, espeta Salvador Bellver, presidente de la Asociación Española de Drones y Afines (Aedron) y socio de Adrone, empresa especializada en servicios de fotografía, salvamento y fotogrametría. “El valor añadido de los drones está en los sensores que incorporan. Por ejemplo, las cámaras térmicas pueden detectar supervivientes en una catástrofe. También hay salidas en la agricultura de precisión, detectando las zonas del campo con más estrés hídrico y enviando esos datos a los tractores automáticos, que también están proliferando”, añade Bellver. Medir la calidad del aire, revisar el estado de las cosechas o de infraestructuras, calcular cuántas toneladas pesa una montaña de carbón, hacer detallados mapas 3D… Las posibilidades son extensas.

“Los drones se utilizan principalmente para captar información, que lógicamente hay que procesar”, coincide Oñate. “Ese nicho no se ha desarrollado mucho. Ahí es donde creo que hay más oportunidades de negocio: más que en la operación de drones, en procesar los datos que generan”. También tendrán trabajo las empresas que se dediquen a mejorar la emisión y recepción de señal que usan estos aparatos, a perfeccionar los sistemas de identificación electrónica de los drones o a desarrollar sistemas de intercepción de drones hostiles.

¿Llegará el día en que se integren plenamente en nuestra vida cotidiana? Por lo pronto, lo están haciendo allí donde pueden. Los almacenes de Amazon, una de las compañías que más fuerte está apostando por la automatización, recuerdan más a un hormiguero que a una nave convencional, con centenares de portapalés robóticos y brazos mecánicos moviéndose en perfecta sincronía para gestionar los stocks. La firma japonesa Komatsu presentó el año pasado unos gigantescos camiones de siete metros de altura pensados para la minería que son capaces de desplazar 230 toneladas de peso.

Pocos dudan de que el negocio de los drones siga creciendo. “La normativa que ahora se prepara abre un poco más el espectro de posibilidades, y con el tiempo cabrán más y más operaciones”, opina Bellver. “Lo importante es que la nueva ley se apruebe cuanto antes. Las inversiones están paradas a la espera de conocer la nueva regulación, y eso es malo para todos”, apunta Oñate. La tecnología, por su parte, sigue mejorando. Los drones cada vez son más fáciles de manejar. La tendencia es que ganen autonomía. “Hay algunos que ya casi no necesitan ni piloto”, asegura Guillot. “Van camino de convertirse en pequeños robots”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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