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La necesidad de enseñar a pensar

¿Cómo reconocer esa seductora pero falsaria información disfrazada de verdad por la tecnología? La educación en el pensamiento crítico a todos los niveles, en aulas, familias y medios, enfrenta un riesgo formidable: la ausencia de certezas

Inteligencia Artificial en la educación
Sandra Navarro

Aún no sabemos si la inteligencia artificial (IA) va a ayudarnos, va a ponernos trabas o ambas opciones a la vez. Su magnitud es tal que cada vez resulta más difícil distinguir entre lo verdadero y lo falso. Reflexiones y dilemas morales de este tipo ya se plantean a los alumnos en diferentes niveles educativos, a través de asignaturas como Filosofía, Ética o Lengua. La cuestión es cómo aplicar, de forma específica, estas enseñanzas frente a la desinformación que nos rodea.

Un equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de la Universidad de Columbia ha presentado, en una conferencia sobre Factores Humanos en Sistemas Informáticos, un programa generado mediante IA capaz de advertir de que una notica es falsa, y además explicar por qué. Pero, por otro lado, el uso indebido de esta tecnología también está al alcance de los poderosos.

Tema peliagudo donde los haya, pero con una ventaja frente a la educación sobre otros dilemas morales en los que pueden interferir creencias, diversidades culturales o también políticas. Esa ventaja es que no se trata de formar en si algo es bueno o malo, sino de enseñar a tener criterio para decidir lo que cada cual considere, analizar la fuente de donde viene cada información y contrastarla con otras fuentes.

Por lo tanto, avanza el apoyo a esa necesidad educativa ante la amenaza de falsedades masivas, generadas de forma muy creíble por los avances tecnológicos. La urgencia de poner este debate sobre la mesa, creando, por ejemplo, comisiones de expertos para analizar cómo desarrollar esa capacidad desde niños y jóvenes a personas mayores que no se manejan con las tecnologías, tiende a ser unánime entre los expertos.

No se trata de una necesidad que atañe solo a los colegios. En absoluto. La influencia de los padres, el entorno o la lectura, y con esta, la cultura, es determinante para aprender desde niños a cuestionar la información recibida y las posibilidades de que sea cierta o no.

Debate sin polaridad

“Sobre la sociedad digital y, en concreto, la inteligencia artificial, en el discurso, como siempre, unos están muy a favor y otros muy en contra, no aparecen sus múltiples caras, unos solo miran los peligros y otros, solo las ventajas”, resalta Miquel Martínez Martín, uno de los principales expertos españoles de educación en valores, a la que se ha dedicado durante tres décadas desde la Universidad de Barcelona.

El profesor recomienda prudencia en ese debate porque la IA “tiene efectos que seguro pueden ser negativos, pero también deberíamos todos ser, por así decirlo, un poco listos y saber ver qué oportunidades ofrece, qué objetivos nos puede ayudar a lograr. Es decir, en primer lugar, deberíamos ser receptivos a ella”. Respecto a la irrupción masiva de la desinformación y las fake news, Martínez opina que, en realidad, “la tarea de la educación y de los educadores es, en cierto modo, de resistencia, de estar siempre pendientes de lo que ocurre, precisamente para intentar contrarrestar los efectos nocivos, y atacar y volver a atacar en lo que haga falta”.

Varios niños acceden a las aulas del Colegio Virgen del Cortijo de Madrid en el primer día del curso escolar 2018-2019.
Varios niños acceden a las aulas del Colegio Virgen del Cortijo de Madrid en el primer día del curso escolar 2018-2019.Fernando Alvarado (EFE)

“Enseñar a tener espíritu crítico es un objetivo del proceso educativo y formativo, y, por lo tanto, forma parte del sistema. Pero este cubre solo una porción estrecha de este aprendizaje, que es muy transversal por su propia naturaleza, es un principio fundamental de la racionalidad humana”, destaca Alejandro Tiana, experto en Teoría e Historia de la Educación y en políticas educativas, ex rector de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), además de exsecretario de Estado de Educación y principal autor y coordinador de la reforma educativa que se aplica actualmente en España.

“Es lógico que ese sistema enseñe a ser críticos y esto se afronta de distintas maneras en el modelo curricular, que establece que el alumno debe aprender una serie de competencias sobre ello. Lo recogen también las directivas de la Unión Europea [UE] al indicar competencias que los países debemos incluir en la educación, en referencia al sentido crítico y al espíritu crítico”, añade.

Para Tiana, el desarrollo de estas competencias tiene una conexión clara con algunas áreas o materias, mientras otras presentan un espíritu más transversal. Por ejemplo, “en los currículos está incluido formar en Ética, sobre todo en la Secundaria, y en Primaria ya se apunta. Aunque algunas áreas tengan más conexión directa con el tema, en realidad hay muchas otras con las que también tiene que ver”.

Y pone varios ejemplos. “Muchas materias científicas hacen mención al desarrollo del espíritu crítico del método científico. Temas como el terraplanismo o el papel de las vacunas afectan a la Biología. Las reglas de pensamiento o el fondo del pensamiento crítico, claramente atañen a la Filosofía”. Además de estas cuestiones específicas, “planteamientos más amplios relacionados, por ejemplo, con las noticias falsas, encajan en Lengua”.

Según la regulación actual, esta materia recoge la competencia específica de “enseñar a seleccionar y contrastar información procedente de diferentes fuentes de manera progresivamente autónoma, evaluando su fiabilidad y pertinencia en función de los objetivos de lectura, para evitar los riesgos de manipulación y desinformación”, completa Tiana.

Dos alumnos de sexto de primaria en su aula en la Escuela Montessori de Rubi, en Barcelona.
Dos alumnos de sexto de primaria en su aula en la Escuela Montessori de Rubi, en Barcelona. Albert Garcia

En el terreno de las aulas aporta su experiencia Noelia Esquivel Martínez, profesora de Primaria especializada en contenidos de memoria democrática. “Debemos tener claro que en los centros escolares, en general, no se trabajan de manera habitual cuestiones como estas que yo planteo, y lo mismo pasa con la formación del espíritu crítico. Seguimos todavía muy anclados en las materias tradicionales y, aunque la ley recoge ahora estas enseñanzas y este tipo de metodología, todavía en la escuela, en la realidad, cuesta mucho tratarlas de forma directa, hay mucha resistencia aún”, advierte la docente.

Y añade: “El nivel más propio para tratarlas es la Secundaria, aunque se pueden empezar a apuntar en quinto o sexto de Primaria. Además, el papel de las familias es fundamental, el tener reuniones con ellas y ver la manera de involucrarlas, porque son temas con los que los jóvenes se encuentran en todo tipo de entornos”.

Esquivel explica su propia forma de trabajar estos valores con sus alumnos: “Yo les guío, no les alecciono ni les doy clases magistrales. Muchas cosas las decidimos de forma colectiva, como algunos temas que debatimos, aunque yo les oriente en el aprendizaje. Se usan estrategias como las asambleas, por ejemplo, aunque para eso tienen que programarse momentos para ello, encajados en un horario, y que el centro trabaje una metodología en esa línea. Es un trabajo cooperativo”.

Fuentes fiables y seguras

Desde la perspectiva de Guadalupe Jover, profesora especialista en Lengua, con más de tres décadas de experiencia profesional, “al utilizar como única fuente de información el libro de texto, la escuela ha transmitido tácitamente la idea de que lo que estaba escrito era lo verdadero y solo había un relato posible para los hechos”.

Pero, especialmente desde la llegada de la tecnología digital, cada vez más centros proponen a los estudiantes consultar diferentes fuentes de información. “Para que este proceso sea formativo, los docentes han de intervenir brindando herramientas para calibrar qué fuentes son fiables, seguras, y cuáles no, por más que el algoritmo nos las coloque en primer lugar o tengan muchos likes”. Esta tarea requiere formación por parte de los profesores y un acompañamiento detenido a los alumnos para determinar la calidad de las fuentes e identificar sesgos “que nos llevan, a menudo de manera espontánea e irreflexiva, a dar por buenas determinadas afirmaciones y a desechar otras”, añade la profesora.

“Lo primero, por tanto, es desarrollar actitudes que refrenen la precipitación y nos ayuden a ponernos las gafas de la duda” para que los alumnos aprendan a hacerse preguntas de este tipo: “Esto ¿quién lo dice? ¿Dónde se ha publicado? ¿Cuál es su ideología? ¿Cuál es la intención comunicativa de su emisor? ¿Por qué lo dice precisamente ahora, en este medio y no en otro?” Para no caer en el otro extremo, el del escepticismo paralizante, esta actitud interrogativa necesita, según Jover, “la voluntad proactiva de contrastar fuentes para calibrar la fiabilidad de lo enunciado y deslindar también a qué propósito obedece”. Considera indispensable conocer, por ejemplo, la titularidad de los medios de comunicación y su orientación ideológica.

Redes sociales
Una persona lee una noticia falsa en su móvil.Europa Press

La profesora destaca la utilidad de cursos de mediación en resolución de conflictos, además de actividades como “leer un pequeño relato de un acontecimiento controvertido e instar al alumnado a convertirlo en una noticia”. “Superar el análisis descontextualizado de palabras y oraciones mediante el análisis crítico de textos contextualizados, reales, es clave en este camino, y las aportaciones de las diferentes ramas de la Lingüística, desde la pragmática al análisis crítico del discurso, brindan herramientas tan rigurosas como esclarecedoras”, añade.

“Cuando no sabes tener criterio propio sobre algo o te muestras escéptico o sin una postura clara, pierdes fuerza como persona en la sociedad y, por lo tanto, de alguna manera peligra la democracia”, tercia Martínez. “La capacidad de intervenir en los temas públicos, de participar en la toma de decisiones, es vital para la sociedad. Si no estás informado o estás mal informado, si caes en las redes de la desinformación, que son muy amplias, no vas a poder hacerlo”. Por lo tanto, “se debería trabajar todo aquello que contribuye al interés por la información, a que seamos capaces de tenerla, y a detectar la desinformación en entornos escolares, pero también en los familiares”.

Comprender lo que se lee

¿Cómo lograrlo? Para empezar, mediante el desarrollo de la comprensión lectora tanto de medios escritos como visuales. Igualmente, “en la familia se debe hacer ese trabajo de lectura compartida, plantearse preguntas, dialogar sobre los contenidos… Esto ayuda a establecer esa especie de fenómeno y de misterio que es la comprensión lectora”, añade Martínez. Algunas formas de trabajar esta capacidad básica pueden resultar aburridas, “por eso la tarea del educador es de resistencia, algunas tareas hay que hacerlas aunque cueste”.

“Las experiencias que forman el sentido ético y el pensamiento crítico tienen relación con fomentar la preocupación por comprender lo que hay a tu alrededor. Este es un primer elemento que, en la sociedad tecnológica, puede parecer un poco antiguo, pero no lo es”, advierte Martínez. Para este experto, aprender a discrepar o a discutir sobre un tema supone situarse en posiciones controvertidas, saber escuchar puntos de vista distintos, “respetar valores o creencias, aunque a continuación los rebatas”. “El mundo actual, con todos sus conflictos tanto en la desinformación como a nivel social y político, es un ejemplo estupendo pedagógicamente. Si tuviéramos que inventar un material pedagógico para trabajar los contravalores, no tendríamos más que encender la televisión o acceder a cualquier medio, incluidas las redes”.

“Pero, cuando educas en el sentido crítico, no lo haces sobre si esto es bueno o esto es malo, en el propósito, educas para que las personas piensen si les parece bueno o malo, para que se formen un criterio por sí solas teniendo en cuenta las fuentes de la información, cuestionándose la veracidad de los hechos”, apunta Tiana. No se trata de enseñar ideología, sino de analizar hechos e informaciones disponibles para construir un sistema propio de valores.

Esperanza Rodríguez Guillén —vicepresidenta de la Sociedad Española de Filosofía y presidenta de la Sociedad Española de Profesorado y Plataforma de Filosofía— está trabajando en una encuesta, dirigida a los docentes, sobre el uso de la IA en la escuela. “Si algo ha impulsado la necesidad de enseñar ética, es la presencia de la IA. Detrás de las redes sociales y las tecnologías de la comunicación, algunas empresas llegan a acuerdos para sacar grandes beneficios, generalmente a costa de usar algoritmos basados en datos personales, lo que implica un riesgo importantísimo”.

De acuerdo con Rodríguez, los conocimientos éticos y filosóficos ayudan a entender el mundo y a expresar mejor los conceptos. Pero, además, son tan importantes “porque todas las personas afrontan decisiones relevantes para su vida y con repercusiones en las vidas de los demás, y ni qué decir de las que tienen repercusiones sociopolíticas”. Esas determinaciones “se pueden tomar como más o menos se ha hecho siempre, siguiendo la norma establecida, lo general, o bien podemos intentar analizar qué decisión sería la más adecuada, poniéndonos en la piel del otro, porque también debemos educar la capacidad de empatía”.

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