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ENFERMEDADES
Tribuna
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Por qué las mujeres sufren más enfermedades autoinmunes

La fuerza de la respuesta inmunológica depende del sexo en todos los mamíferos. Los machos tienen un sistema inmune más débil y son más susceptibles a las infecciones, las hembras lo tienen más poderoso

Enfermedades autoinmunes mujeres
Una mujer se quita la mascarilla al salir del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, en 10 de enero de 2024.Adrián Irago (Europa Press)
Javier Sampedro

[Esta pieza es una versión de uno de los envíos de la newsletter semanal de Tendencias de EL PAÍS, que sale todos los martes. Si quiere suscribirse, puede hacerlo a través de este enlace].

Todo el mundo le pide a la ciencia que resuelva los problemas, pero casi nadie percibe que eso requiere entenderlos primero. Por eso la ciencia básica es fundamental para que exista la ciencia aplicada, la física para que exista la computación, la química para la farmacología, la biología para la medicina, la neurociencia para la educación.

Pese a su escasa popularidad, las enfermedades autoinmunes son muy importantes. La artritis reumatoide, la diabetes de tipo I, la esclerosis múltiple y el lupus son solo cuatro de ellas, y hay otras 80 que sepamos hasta ahora, la mayoría incurables. En conjunto afectan al 10% de la población mundial (900 millones de personas) y la mayoría de los afectados son mujeres (600 millones de personas).

No estamos hablando de una enfermedad rara, sino de una familia de patologías que condicionan la vida de mucha gente, y en especial de las mujeres. Todas las enfermedades autoinmunes se deben a que los anticuerpos, que normalmente atacan a los agentes extraños y a las células tumorales, empiezan por alguna razón a revolverse contra un tipo u otro de células normales del cuerpo. Algunas atacan a un solo órgano y otras son más sistémicas.

Que las mujeres sufran más enfermedades autoinmunes que los hombres no es ninguna peculiaridad humana. La fuerza de la respuesta inmune depende del sexo en todos los mamíferos. Los machos tienen un sistema inmune más débil y son más susceptibles a las infecciones, las hembras lo tienen más poderoso y sufren más enfermedades autoinmunes. Una hipótesis generalizada, basada en el pensamiento evolutivo, es que las hembras tienen un sistema inmune reforzado para defender a los fetos. Pero, como le dijo Francis Crick a Stephen Jay Gould: “Lo peor de los biólogos evolutivos es que intentáis responder por qué antes de responder cómo”. Así era el viejo. Hagámosle caso y veamos adónde nos lleva.

No hace falta una biología muy sofisticada para saber cuál es la gran diferencia genética entre mujeres y hombres. Como todos sabemos, las mujeres tienen dos cromosomas X y los hombres solo tienen uno (el residual cromosoma Y es irrelevante para esta discusión, y para muchas otras cosas). El cromosoma X tiene 1.200 genes (un 6% de los genes humanos), y cada uno fabrica una proteína. Pero entonces, ¿las mujeres tienen el doble de esas proteínas que los hombres? No, eso no puede ser. Las dosis de proteínas son muy importantes en biología, y las hembras no pueden tener el doble que los machos. Y de hecho no las tienen en ninguna especie animal, corra, nade o vuele.

En los mamíferos, la dosis de las proteínas del cromosoma X se regula mediante una molécula bien curiosa. Se llama Xist, y es lo que los biólogos llaman un “ARN no codificante”. El ARN ha alcanzado cierta popularidad por las vacunas de la covid, basadas en “ARN mensajero”. Mensajero quiere decir que ha copiado la información de un gen y la lleva a las factorías celulares donde se fabrican las proteínas. Xist no contiene información para fabricar ninguna proteína (de ahí “ARN no codificante”). En vez de eso, se pega directamente a los genes del cromosoma X y reduce su actividad a la mitad. Esta es la razón de que mujeres y hombres contengan la misma cantidad de proteínas en sus células, pese a que las mujeres tienen el doble de genes del cromosoma X.

Resulta que Xist parece ser justo la razón de que las hembras sufran más enfermedades autoinmunes que los machos. Christophe Huret y sus colegas de las universidades de París y Toulouse muestran en Science Advances, trabajando en ratonas, que basta con perturbar la actividad de Xist para que las células reactiven los genes del cromosoma X, que deberían permanecer a medio gas, y la hembra desarrolle los signos inflamatorios típicos del lupus, una enfermedad autoinmune que compartimos con los roedores.

Esta es una percepción esencial, aunque no lo parezca. Ahora estamos más cerca de entender los fundamentos de la enfermedad autoinmune. Están escondidos en el mismísimo centro lógico que regula la dosis de las proteínas codificadas en el cromosoma X, y hasta le podemos poner un nombre: Xist. Ese ARN no codificante se convertirá más pronto que tarde en un objeto de atención para los investigadores biomédicos y los farmacólogos. La artritis reumatoide, la diabetes de tipo I, la esclerosis múltiple, el lupus y otras 80 graves enfermedades que afectan sobre todo a las mujeres entrarán en nuevas vías de solución. El entendimiento siempre precede a las aplicaciones.

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