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La mujer araña: la víctima de maltrato que se convirtió en una asesina en serie

Los crímenes de Aileen Wuornos inspiraron la película ‘Monster’, protagonizada por la oscarizada Charlize Theron

Aileen Wuornos, en una foto policial (izquierda) y  en una de sus comparecencias judiciales.
Aileen Wuornos, en una foto policial (izquierda) y en una de sus comparecencias judiciales. Wikipedia

Los fantasmas de la infancia conviven con nosotros. Nos susurran al oído y en ocasiones nos atormentan, porque hay traumas que nunca desaparecen. La historia de Aileen Wuornos muestra cómo una víctima puede transformarse en un monstruo. La delgada línea que separa las dos caras del dolor. Wuornos fue una niña infeliz a la que abandonaron sus padres y adoptaron sus abuelos, que abusaron de ella, la echaron de casa y la empujaron a ejercer la prostitución. Mató a siete clientes alegando defensa propia, pero detrás de sus asesinatos latía algo más profundo: una enfermiza aversión por los hombres que, unido a su gusto por vestir prendas de cuero negro, le valieron el sobrenombre de mujer araña. Sus crímenes inspiraron Monster, una película que marcó a la sociedad estadounidense y que le valió a Charlize Theron para obtener el Oscar.

Theron logró perfeccionar su personaje gracias a Aileen Wuornos: The Selling of a Serial Killer, un documental de 1993 donde la asesina detalló los homicidios sin muestras de arrepentimiento. “Se lo merecían. Lo siento por sus familiares, pero lo que hice fue defenderme”, insistía Wuornos, que murió ejecutada el 9 de octubre de 2002 en Florida. La inyección letal suponía el triste epílogo de una existencia tortuosa, porque la vida de Alieen fue una auténtica pesadilla. Nació el 29 de febrero de 1956 en Rochester, en el Estado de Michigan, Estados Unidos. Su padre abandonó a su madre y a su hermano unos meses antes de que ella naciera. Poco después, su progenitor fue arrestado por pederastia. Sola y sin interés por sus hijos, su madre decidió emprender una nueva vida y dejar a los pequeños con sus abuelos.

Lauri y Britta Wuornos adoptaron legalmente a los niños en 1960, pero aquello no cambió la suerte de Alieen. La pequeña nunca encontró allí un hogar. A decir verdad, aquel lugar se convirtió en un infierno. Tuvo que soportar a una abuela alcohólica y violenta y a un abuelo que abusaba de ella. A los 11 años, en la escuela, ya intercambiaba sexo por cigarrillos, drogas y comida. Al final de su vida, reconoció que incluso había mantenido relaciones sexuales con su hermano. Wuornos se pasó la infancia buscando cariño. Encontró refugio en los brazos de un hombre mucho mayor que ella, del que se quedó embarazada con 15 años. Fue un espejismo. Sus abuelos la obligaron a entregar el bebé en adopción, así que ella decidió marcharse de casa. Comenzó entonces un viaje sin retorno que le empujó a ejercer la prostitución para sobrevivir.

Tráiler de la película 'Monster'.

Víctima del pasado

Los maltratos de sus clientes se convirtieron en habituales y esas palizas la llevaron a cambiar su actitud de forma radical. De ser una niña sumisa pasó a convertirse en una delincuente violenta. Su entorno más cercano asegura que Wuornos fue víctima de su pasado: un día decidió dejar de huir para convertirse en uno de esos seres salvajes y despiadados que había padecido. En 1974, fue detenida y encarcelada por conducir bajo los efectos del alcohol y por disparar una pistola del calibre 22 desde un coche en marcha. Sus arrestos comenzaron a ser frecuentes, unas veces por hurto, otras por agresiones o amenazas con armas de fuego. En 1981, perpetró un robo a mano armada y en 1984 falsificó varios cheques. Las estancias de Wuornos en prisión se convirtieron en algo habitual, pero lo peor aún estaba por llegar.

A finales de 1986, conoció a Tyria J. Moore en un bar gay de Daytone. Aquella mujer mucho más joven que ella se convirtió en el gran amor de su vida, pero también la arrastró a una relación tormentosa. Esa situación intensificó sus andanzas delictivas. Su amante y una pistola en el bolso se convirtieron en sus dos inseparables compañeras de viaje. Recorrían moteles y bares de carretera frecuentados por camioneros. Wuornos se acostaba con ellos por un puñado de dólares. La animadversión que sentía por los hombres se cobró su primera víctima en noviembre de 1989, Richard Mallory, un electricista de 51 años que había sido condenado por abusos sexuales y al que su asesina acusó años más tarde de haberla sodomizado y golpeado brutalmente. Unos jóvenes descubrieron su cadáver en un bosque cercano a Daytona Beach. Le habían disparado en tres ocasiones, todas ellas en el pecho, con un calibre 22.

“En defensa propia”

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El caso fue archivado hasta que un año más tarde hallaron los restos de otro hombre asesinado de seis disparos. El cuerpo de David Spears apareció en un bosque distinto, pero el arma homicida era del mismo calibre que usaron para acabar con la vida de Mallory. Cinco días después apareció un tercer cadáver con nueve impactos de bala. Un mes más tarde, Peter Siems, de 65 años, desapareció durante un viaje. Los testigos aseguraron que había subido al coche a dos mujeres que hacían autostop. Durante 1990 aparecieron seis nuevos cadáveres. Todos ellos eran hombres de mediana edad, depredadores sexuales que visitaban a las prostitutas con asiduidad y que eran tiroteados en el pecho y abandonados en una carretera secundaria. En la escena del crimen siempre aparecían preservativos y los mismos casquillos del calibre 22. Gracias a la confesión de unos testigos, los retratos de Wuornos y su amante aparecieron en todos los medios de comunicación, lo que resultó fundamental para identificarlas.

La policía detuvo a Tyria en enero de 1991. La mujer se derrumbó y entregó a su ya expareja a cambio de inmunidad procesal. Cannonball, dueño de un bar de carretera frecuentado por la asesina, explicó que aquella mujer odiaba al sexo masculino. Recuerda que en una ocasión le aseguró estar vengándose “de este mundo lleno de hombres podridos”. A Wuornos la encontraron ebria, durmiendo en un coche. Durante el interrogatorio reconoció los asesinatos, pero alegó que los había cometido en defensa propia. El oficial que la arrestó, el capitán Steve Binegar, reveló que cada vez que disparaba, la detenida creía estar matando al pederasta de su padre y al abusador de su abuelo. La mujer araña fue sentenciada a muerte en enero de 1992. Tras el veredicto, gritó enfurecida: “Fui violada. Espero que os violen, basura de América”. Durante su estancia en prisión concedió polémicas entrevistas en las que acusó a las celadoras de abusos sexuales. El día que la ejecutaron aseguró que volvería en una nave nodriza, como en la película Independence Day.

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