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La intrahistoria del pacto PSOE-Podemos: de la desconfianza mutua a la complicidad silenciosa

Sánchez e Iglesias resolvieron personalmente los últimos escollos: pensiones y reforma laboral

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras la firma del acuerdo en noviembre.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras la firma del acuerdo en noviembre.Andrea Comas

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se reunieron a solas durante hora y media el pasado domingo para tratar de desbloquear los últimos flecos de su programa de Gobierno: la reforma laboral —Podemos quería derogarla por completo— y las pensiones —el Ejecutivo en funciones no veía viable la subida que proponía Iglesias—. Previamente, los equipos negociadores, integrados por miembros de la máxima confianza de sus respectivos líderes, habían adelantado el grueso del documento que finalmente presentaron el pasado lunes. Lo hicieron reuniéndose en días alternos durante diciembre, incluida Nochebuena —hubo quien tuvo que irse corriendo al AVE para llegar a casa a cenar—, en La Moncloa y en el Ministerio de Hacienda. Hasta el momento en que Sánchez citó sus nombres el lunes, ni siquiera había trascendido quién integraba esos equipos negociadores. La discreción fue lo primero que pactaron los que serán socios de Gobierno si prospera la investidura. La otra clave fue la ambigüedad.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, negociaron el acuerdo programático con Ione Belarra, portavoz adjunta de Podemos en el Congreso, y Pablo Echenique, secretario de Acción de Gobierno. Se repartieron por áreas, y en las primeras reuniones, Montero y Bolaños se reunieron por separado con los representantes de Podemos. Después, las entrevistas fueron a cuatro. El principal escollo, según fuentes de la negociación, eran las cifras. Podemos quería especificar la cuantía de las medidas: pensiones, ingreso mínimo vital, retribución por hijo a cargo, la inversión en I+D+i. Pero a la ministra de Hacienda no le cuadraban los números.

En algunas de esas propuestas, como la subida de impuestos a rentas altas, finalmente llegaron a un acuerdo: afectaría a quienes cobran más de 130.000 euros. En otras, simplemente optaron por buscar fórmulas ambiguas. Unidas Podemos, por ejemplo, quería derogar por completo la reforma laboral del PP, y el PSOE solo aquellos preceptos que considera “lesivos” para los trabajadores. El documento final promete derogar la norma, pero inmediatamente especifica qué puntos, como la posibilidad de despido por baja médica prolongada. “A todos nos gustaría subir mucho más las pensiones o el salario mínimo, pero Podemos ha entendido que lo importante es que las cuentas cuadren, que el sistema sea sostenible y que haya un equilibrio presupuestario”, señalan fuentes socialistas.

Al contrario que el pasado verano, cuando ambas partes publicitaban su mutua desconfianza, esta vez el tono de las negociaciones era distendido. Sus protagonistas hablan de “lealtad” y recuerdan incluso haber hecho chistes. Bolaños y Echenique, por ejemplo, fueron bautizados por el resto del equipo negociador como los representantes del “ala derecha” de sus respectivos partidos, en alusión a su espíritu de moderación.

Bandera sin complejos

El secretario general de la Presidencia regaló al secretario de Acción de Gobierno de Podemos dos agendas de La Moncloa con la bandera española después de que este le dijera que le gustaban. El obsequio llevó a una conversación sobre los “falsos complejos” de la izquierda con la enseña nacional. Fuentes de la negociación señalan que la complicidad que alcanzaron Bolaños y Echenique sorprendió a otros dirigentes de Podemos que no conocían sus reuniones.

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La química ha surgido tras las segundas elecciones generales en siete meses. El Gobierno en funciones decidió que Carmen Calvo, quien negociaba con Echenique el pasado verano, se encargara ahora de recabar el apoyo del PNV. La vicepresidenta sí participó en la elaboración de documentos para la negociación del acuerdo programático con Unidas Podemos, especialmente en su área, Igualdad. Ambos equipos intercambiaban documentos casi a diario que iban supervisando tanto Sánchez como Iglesias.

Los equipos negociadores no hablaron durante sus reuniones de las fechas de investidura, según fuentes del Gobierno. Pero el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, y Juanma del Olmo, secretario de Comunicación de Podemos, diseñaron la puesta en escena de la presentación del acuerdo el lunes, en el Congreso. No permitieron preguntas de los periodistas. El Gobierno administra con cuentagotas la información, temeroso de torpedear la investidura.

Si nada se tuerce para Sánchez y es investido el martes, el siguiente paso sería formar el primer Gobierno de coalición desde la Segunda República. El punto de partida de las negociaciones fue la última oferta del PSOE en julio: una vicepresidencia y tres miniserios, aunque ahora pueden ser cuatro. La previsión es que Irene Montero asuma Igualdad. Yolanda Díaz, militante de IU pero más próxima a Iglesias que a la cúpula de su propia formación, es la favorita para hacerse con Trabajo y para el Ministerio de Universidades se ha comentado la opción de una persona del entorno de Ada Colau. La cuarta cartera es una de las exigencias de Iglesias, por considerar que los ministerios ofrecidos tienen escasas competencias: Universidades sin Ciencia, y Trabajo sin Seguridad Social.

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