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La inteligencia militar de Rusia y sus células de élite con tentáculos en el exterior

La huella del GRU, los servicios secretos de Defensa, aparece en envenenamientos, pirateos informáticos y operaciones armadas

María R. Sahuquillo
Anatoli Chepiga y Alexander Mishkin (identificados entonces como Alexander Petrov y Ruslán Boshirov), espías rusos acusados por el Reino Unido del ataque a Serguéi Skripal, en una captura de su entrevista con Margarita Simonián en 'Russia Today' en 2018.
Anatoli Chepiga y Alexander Mishkin (identificados entonces como Alexander Petrov y Ruslán Boshirov), espías rusos acusados por el Reino Unido del ataque a Serguéi Skripal, en una captura de su entrevista con Margarita Simonián en 'Russia Today' en 2018.REUTERS

Las agencias de inteligencia occidentales le atribuyen operaciones sospechosas en todo el mundo. La lista de actividades asociadas a la conocida como GRU, la agencia de inteligencia militar de Rusia, es larga: desde el pirateo de los servidores de correo electrónico del comité demócrata de Estados Unidos y su candidata a la presidencia en 2016, Hillary Clinton, a hackeos en organismos públicos de Holanda o intervenciones militares especiales en Ucrania. También el intento de asesinato en suelo británico del exespía ruso Serguéi Skripal.

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El Departamento Central de Inteligencia (GU oficialmente, aunque se le sigue conociendo como GRU, sus siglas antiguas), con miles de funcionarios, unidades de fuerzas especiales y espías se está convirtiendo en una de las herramientas más poderosas de la guerra híbrida de Rusia, señalan informes de inteligencia occidentales. Entre sus tareas se cuentan desde ataques cibernéticos y operaciones de desinformación y propaganda a la recolección de información; también operaciones más sensibles, como la eliminación de personas consideradas dañinas o enemigas. Son los responsables más “atrevidos y brutales” de las agencias de inteligencia rusas, ha dicho en ocasiones Gennadi Gudkov, hoy opositor al Kremlin y exdiputado, que sirvió en el Servicio Federal de Seguridad (FSB) y antes en su antecesora, el KGB.

El Kremlin siempre ha rechazado las acusaciones que vinculan a su inteligencia militar con operaciones de injerencia o desestabilización. El Gobierno ruso asegura que esos informes y evidencias forman parte de una campaña de desprestigio occidental. Hace un año, en su fiesta por el centenario de su fundación y pese al escándalo internacional reciente derivado del caso Skripal, el presidente ruso, Vladímir Putin, solo tuvo palabras de elogio hacia el GRU. Porque si hay algo que el líder ruso —que fue espía y director de otro de los servicios de inteligencia ruso, el FSB— no tolera es la traición: “Los traidores deberían ser castigados”, ha dicho en entrevistas a varios medios. Y para el Kremlin, Skripal lo es.

El exespía ruso y agente doble Serguéi Skripal y su hija, Yulia, fueron envenenados en 2018 con novichok, un veneno que ataca al sistema nervioso. Detrás de ese intento de asesinato está, según los servicios secretos británicos, el GRU. Las identidades de los supuestos responsables del ataque químico contra Skripal (como consecuencia del cual murió una mujer que tuvo contacto con el agente tóxico) fueron destapadas por el medio de investigación Bellingcat. Primero dos de ellos, Anatoli Chepiga y Alexander Mishkin, que salieron después en la televisión rusa asegurando que son civiles y que estaban en el Reino Unido haciendo turismo. Hace unos meses se destapó la identidad de un tercer sospechoso. Su nombre real es Denís Serguéyev (alias Sergey Fedotov) y según Bellingcat estuvo en Barcelona en al menos dos ocasiones. La Audiencia Nacional investiga ahora su paso por España dentro de un caso sobre la unidad conocida como GRU-29155 (su nombre militar) y sus supuestas actividades ligadas al procés, según ha revelado este diario. Las pesquisas sobre el grupo se mantienen reservadas.

El ataque a Skripal destapó más claramente la actividad del GRU a ojos de los servicios secretos occidentales. Y en particular las acciones de una de sus unidades especiales, la llamada 29155, reconoce un diplomático occidental que habla sobre información clasificada con la condición de mantener oculta su identidad. Este grupo se ocupa de operaciones particularmente sensibles, que requieren intervenciones frecuentes en el extranjero e involucran medios informáticos, señala otro funcionario occidental.

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Algunos de sus agentes han estado involucrados en incidentes de muy alto nivel, apunta el periodista de Bellingcat Aric Toler. Sin embargo, algunos han sido bastante descuidados con sus datos personales, añade el reportero de Bellingcat, un medio que tiene 18 periodistas y que ha estudiado muy a fondo la labor del GRU.

Discurso de Putin durante el acto de celebración del centenario del servicio de inteligencia militar en el Teatro del Ejército Ruso, en Moscú.
Discurso de Putin durante el acto de celebración del centenario del servicio de inteligencia militar en el Teatro del Ejército Ruso, en Moscú.Alexei Druzhinin (Getty)

Al menos cuatro países(y ahora España) investigan la unidad GRU-29155. Hay pistas de este grupo, por ejemplo, en el supuesto intento de golpe de Estado en Montenegro en 2016. La justicia del país balcánico, miembro de la OTAN, condenó en ausencia el año pasado a dos ciudadanos rusos que las agencias de inteligencia e investigaciones periodísticas vinculan al GRU. Según su veredicto, formaban parte de un grupo que pretendía tomar el Parlamento el día de las elecciones, en octubre de 2016, asesinar al entonces primer ministro, Milo Dukanovic, e instalar un liderazgo pro-Kremlin.

La unidad aparece también en la investigación sobre el intento de asesinato del traficante de armas búlgaro Emilian Gebrev en 2015, apunta el diario The New York Times en una extensa investigación sobre esta división del GRU, que revela que el grupo descrito en otros documentos de inteligencia y reportes de investigación es la unidad 29155, que ya había aparecido en informes periodísticos. Según las investigaciones de Bellingcat, el grupo al que pertenecen los autores del ataque a Skripal es de hecho una subunidad de élite estructural dentro de la 29155.

Retazos de investigaciones de las agencias de inteligencia occidentales, comentarios de funcionarios y exfuncionarios o las declaraciones de algunos –pocos– exmiembros, como Viktor Suvorov, que ha publicado un libro sobre las interioridades de la agencia, conocida como El Acuario, permiten reconstruir parte de la arquitectura del GRU. Dirigida de forma interina por Igor Kostiukov –en la lista de sanciones de EE UU junto a otros funcionarios rusos, por la injerencia en las elecciones presidenciales de 2016–, depende directamente del jefe del Estado Mayor, Valeri Gerasimov, y del ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, uno de los hombres más cercanos al presidente Putin.

Sus huellas están en destacadas operaciones sospechosas en todo el mundo. Actividades que los servicios de inteligencia occidental y los analistas atribuyen a órdenes del Kremlin. Aunque hay informes que señalan que operativos del GRU han actuado –aunque bajo una serie de parámetros– en ocasiones con autonomía y sin seguir órdenes concretas.

En uno de los primeros niveles de esa arquitectura del GRU, estarían sus agentes encubiertos con protección diplomática, infiltrados en embajadas, consulados, organismos de representación comercial; se les conoce como “trajes de chaqueta”, según investigaciones de los medios en ruso. En un segundo nivel están los agregados militares destinados o enviados al exterior que son en realidad espías.

En el tercer nivel están los agentes entrenados para liderar operaciones en el extranjero. Dentro de este escalón, cree un exfuncionario de uno de los servicios de seguridad occidentales, están sus “institutos” o “divisiones” o unidades como la 29155, ahora en el foco. También otras, como las 74455 y la 26165, que vinculan a los ataques cibernéticos al Comité Nacional Demócrata de EE UU, y que aparecen en el informe del fiscal especial Robert S. Mueller sobre la llamada trama rusa. O la unidad 99450, que distintos informes involucran en la operación rusa para anexionarse la península ucrania de Crimea en 2014. Son, dice el exfuncionario, algo así como la “élite del ejército ruso”.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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