La gran coalición, cada vez más lejos
La reacción a la sentencia muestra que PSOE y PP están a años luz del acercamiento que aconsejan, con matices, los expresidentes González y Aznar
La política se ve muy cómoda desde la barrera. A su manera, con matices, en las últimas semanas, tanto Felipe González como José María Aznar, que en su día se enfrentaron en batallas encarnizadas, han lanzado un mensaje similar: la necesidad de que haya un entendimiento entre el PSOE y el PP ahora que la política española se ha fragmentado tanto que las mayorías son muy difíciles de construir y los independentistas se convierten en el fiel de la balanza. Pedro Sánchez y Pablo Casado, sus sucesores, están muy lejos de esa idea. Ni gran coalición ni gran pacto ni nada que se le parezca: los bloques siguen donde estaban. Ninguno de los dos le ve ninguna ventaja política y sí muchos inconvenientes. La demoledora sentencia de los ERE, que devuelve a primer plano el "y tú más" que durante años se lanzaron ambos partidos al hablar de corrupción, aleja definitivamente esa posibilidad y puede ser utilizada por ambos para reforzar la distancia que hay entre los bloques.
El PP aún respira por la herida de la corrupción. Solo ha pasado un año y medio desde que el PSOE le echó del poder tras otra sentencia, la del caso Gürtel. Nadie en el PP lo ha olvidado, aunque desde entonces han caído prácticamente todos los dirigentes que estaban en la primera línea en ese momento. Es lo primero en lo que ha pensado Casado. "Sánchez llegó al poder censurando injustamente un Gobierno honesto", ha lanzado el líder del PP para pedir inmediatamente al presidente que "asuma responsabilidades". Casado tiene así ya el discurso construido frente a quienes, como José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo en público y otros muchos en privado, plantean que aproveche el momento para buscar un acuerdo de gobernabilidad que deje a los independentistas fuera de juego.
Aznar plantea qué se podría hacer si Sánchez se retirara. Feijóo pide la abstención. Casado no hace caso a ninguno de los dos. El líder del PP descarta cualquier acercamiento y se prepara para una oposición durísima contra un Gobierno debilitado tras la repetición electoral, que ha dejado a Sánchez un poco más lejos de la mayoría. El PP y Ciudadanos confiaban hace semanas en que la sentencia de los ERE pudiera llegar antes de las elecciones y así poder usarla contra el PSOE. No pudo ser, pero al menos ahora tiene otra utilidad: además de debilitar a los socialistas en una comunidad clave, la más poblada de España, donde los populares acaban de llegar al poder con Ciudadanos y esperan estar allí unos cuantos años, sirve para despejar los cantos de sirena que plantean ese acercamiento con los socialistas que está tan lejos de la estrategia de Casado.
Casado ha descartado también la abstención en la investidura de Sánchez con un argumento político de fondo: se acabaría con la idea básica de la democracia, la necesidad de una alternativa, y se dejaría la oposición en manos de los extremos, Unidas Podemos a la izquierda del PSOE y Vox a la derecha del PP.
Al contrario de lo que pasó en julio, esta vez Sánchez ni siquiera está buscando con mucho afán la abstención del PP: no ha llamado aún a Casado. El presidente ha aprendido de los errores de la otra vez y quiere concentrarse, al menos de momento, en la única investidura que se ve como realmente factible: la que le darían los 169 síes de PSOE, UP, PNV, Más País, CC, PRC, BNG y Teruel Existe con la abstención de ERC.
Para el PSOE sería mucho más cómodo políticamente contar con el apoyo de Ciudadanos y así no depender de ERC, pero creen que es muy improbable que el partido de Inés Arrimadas, que se verá obligado ahora a aferrarse al poder que ha logrado alcanzar en pactos con el PP en toda España, se arriesgue a una operación de facilitar la investidura de Sánchez. Por eso todas las reuniones de Adriana Lastra, la negociadora clave, y todos los movimientos del PSOE van encaminados de momento a construir esa mayoría similar a la de la moción de censura. Ya estaban en eso antes de los ERE, pero en política todo lo que sucede conviene. Y ambos partidos parecen utilizar la sentencia para consolidar la decisión ya tomada de no escuchar a González ni a Aznar y olvidarse —de momento— de un posible acercamiento.
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