La caída a los infiernos de Ciudadanos en solo seis meses
Albert Rivera sepultó su carrera política el 10-N tras un camino de errores que dividieron a su dirección
"Bueno, chicos, pues ya está”. Albert Rivera pronunció esas lacónicas palabras y se estrechó en un abrazo, uno a uno, con cada uno de los cinco miembros de su gabinete, a los que agradeció el trabajo de todos los años a su lado. Acababa de comparecer ante la prensa en el peor día de sus 13 años de carrera política: una debacle electoral sin paliativos le había sepultado en solo seis meses desde la tercera a la sexta fuerza en el Congreso; de 57 a 10 escasos diputados. En su despacho, en la cuarta planta de la sede de Ciudadanos en Madrid, Rivera aguantó entero con su gabinete, sin quebrarse. En ese momento no verbalizó que dimitiría a la mañana siguiente como presidente de Ciudadanos, pero todos lo dieron por entendido.
Esa noche del 10 de noviembre, Rivera sí confió a sus más cercanos —José Manuel Villegas, su mano derecha y secretario general, Fernando de Páramo, secretario de Comunicación, y Carlos Cuadrado, de Finanzas— que su decisión era marcharse. Y, aunque en público no había anunciado el paso atrás sino un congreso extraordinario, sobre el que quedaba la duda de si volvería a presentarse, en la sede se fue despidiendo de todo el equipo. Tras el momento emotivo con su gabinete, subió a la quinta planta, donde estaba instalado el equipo técnico, los trabajadores de audiovisuales o redes sociales, y fue saludando uno a uno a todos y agradeciéndoles el trabajo. El grupo se arrancó en un largo aplauso que se prolongó hasta que Rivera salió de la sala, tomó el ascensor, puso rumbo a su casa y al final de su vida política.
El resto de sus compañeros de la dirección supieron que se iba el día siguiente. En la reunión, a las once de la mañana, acabaron muchos, incluido el propio Rivera, en sollozos. “Lloró hasta el apuntador”, cuenta uno de los presentes. Obviaron las reflexiones sobre los malos resultados, y solo se escucharon agradecimientos en clave personal al paso atrás del líder. “¿Qué vas a decir? Fue una bomba, nos quedamos en estado catatónico”, arguye otro. Rivera no hizo autocrítica, pero sí asumió la responsabilidad en primera persona. Sus palabras fueron muy parecidas a las de la comparecencia pública; no las llevaba escritas desde casa. “Ayúdame a preparar un discurso de despedida”, le había dicho a uno de sus colaboradores esa mañana.
Los resultados habían superado el peor pronóstico de la cúpula: Ciudadanos se desplomó desde el 16% de abril al 6,8%, dejándose más de dos millones y medio de papeletas por el camino y 47 diputados. Retuvo poco más de un millón seiscientos mil sufragios. Entre ese amargo final y la eufórica noche entre globos y confeti naranja del 28 de abril hay poco más de seis meses. La vertiginosa caída se aceleró tras el verano, sin que fueran capaces de remontarla en campaña. “Cada día era subir el Everest. El clima de la opinión pública, los medios, las encuestas... El marco lo determinaba todo. Cualquier cosa que hacíamos se interpretaba como que estábamos desesperados”, se lamenta un miembro del equipo de Rivera. El candidato concurrió a las urnas con una rectificación de su estrategia, sin el veto a pactar con el PSOE, aunque las ocurrencias de marketing —como el vídeo con el cachorro Lucas o las camisetas de “liberales ibéricos”— lo convirtieron rápido en carne de meme.
La campaña no ayudó, pero en la dirección hay visiones opuestas sobre lo que ha sucedido. El núcleo de Rivera remarca que los votos se fueron a PP y Vox —aunque en mayor medida a la abstención—, así que creen que el problema estuvo precisamente en levantar el veto al PSOE.
En el sector de la cúpula más cercano al exlíder se ha extendido la consideración, además, de que Rivera ha sido una víctima del Ibex, de forma paradójica ya que a Ciudadanos se le consideró en sus inicios precisamente el partido del Ibex. Juan Carlos Girauta, exportavoz parlamentario y uno de los dirigentes más próximos a Rivera, está convencido de ello. “Aquí ha habido una gran operación de acoso y derribo contra Albert por parte de algunas grandes empresas del Ibex que creían que Ciudadanos iba a hacer lo que querían en el momento que sale la suma de 180 diputados con el PSOE. De manera sospechosamente sincronizada, un grupo en el partido, los críticos, hicieron lo mismo desde dentro”, asegura el exdiputado.
Voces contrarias
En el sector crítico, al contrario, ven el error en un giro a la derecha que desplazó al partido del centro. “No podemos instalarnos en la teoría de la conspiración. La estrategia de ir a la derecha fue equivocada”, contrapone Francisco Igea, vicepresidente de Castilla y León. “Un millón y medio de nuestros votantes se han quedado en casa. Tenemos que hacer un viaje de regreso al centro, a un proyecto ilusionante, constructivo, propositivo de liberalismo progresista”, analiza Luis Garicano, jefe de filas de Cs en Europa.
El veto a cualquier acuerdo con Pedro Sánchez marca un hito en la estrategia emprendida por Rivera de tratar de arrebatar al PP el liderazgo a la derecha. La ejecutiva lo aprobó en febrero, y en las generales de abril Ciudadanos rozó el sorpasso al PP, a una diferencia de solo 9 diputados. Rivera vio validada su estrategia y se proclamó eufórico líder de la oposición. Sin embargo, apenas un mes después, en las municipales de mayo, el PP enterró las posibilidades del sorpasso con casi cuatro millones de votos más que Cs. Rivera decidió mantener el rumbo y pactó todos los acuerdos regionales con la derecha: Madrid, Murcia y Castilla y León, con el apoyo externo de Vox.
El principio del declive hay que situarlo, no obstante, antes de abril, a pesar de que en esas elecciones el resultado fuera bueno. En realidad, el momento clave es la moción de censura que expulsa en junio de 2018 a Mariano Rajoy por el caso Gürtel, en la que Ciudadanos votó en contra. Antes de la moción, Cs superaba al PSOE en intención de voto en el CIS, con el 22%. “La moción le descoloca. Es ahí cuando inicia el intento de liderar la derecha, y los errores vienen después de forma casi natural”, analiza el ex primer ministro francés Manuel Valls, aliado suyo como candidato a la alcaldía de Barcelona hasta que rompieron por el apoyo a la investidura de Ada Colau. Para Valls, el principal error fueron los acuerdos con Vox: “No vieron que a largo plazo la extrema derecha era su veneno mortal”.
Rivera rectificó su estrategia al final, cuando ya eran inevitables las elecciones. “La abstención de última hora es un error de pánico. Cometieron muchos: el papel en la moción, el no a Pedro Sánchez, los pactos con Vox, ese lenguaje del sanchismo y la banda, no querer evitar un alcalde independentista en Barcelona…”, resume Valls. “Es un manual del desastre”, remacha.
En los últimos días de campaña, Rivera pidió un último empujón a los indecisos. Emplazó a que con solo dos puntos más de voto podría ganar hasta 20 escaños más. En sus trackings estaban en el 10%. En el 12%, habrían salvado los muebles. Una delgada línea separaba, confesó en ese trance el candidato de Cs en privado, “el cielo del infierno”. Al final, la bola de ese partido cayó lejos del cielo. Ahora se trata de ver si el partido es capaz de salir sin él de los infiernos.
La aproximación del PSOE a Cs con la mediación de los empresarios
Ciudadanos renunció en abril a suscribir un acuerdo de Gobierno con el PSOE, con el que sumaba 180 escaños (más de la mayoría absoluta), para cumplir su compromiso electoral, a pesar de que en 2016 sí había sellado una alianza con Pedro Sánchez, el llamado pacto del abrazo. La ejecutiva de Cs terminó fracturándose en junio por esa negativa, con cuatro dimisiones y la baja de militancia de uno de los padres fundadores, el catedrático Francesc de Carreras. Antes de ese momento, el PSOE había iniciado una aproximación a Cs para intentar un acuerdo con la mediación de grandes empresarios.
“Una estrategia que va contra los intereses de España no es viable”, criticó uno de los dimitidos, Toni Roldán, en una entrevista en EL PAÍS. El exportavoz económico se marchó tras constatar que Rivera no iba a cambiar de estrategia. Él mismo había sido uno de los interlocutores —junto al resto del equipo económico de Cs, Luis Garicano y Paco de la Torre— del intento de acercamiento a Cs que el PSOE exploró auspiciado por el secretario de Organización socialista, José Luis Ábalos, con la mediación de empresarios, según fuentes de Cs y del Gobierno. Estos contactaron también con otros dirigentes, más próximos a Rivera, pero el mensaje que devolvieron al Ejecutivo socialista fue claro: “No hay nada que hacer”. Ábalos intentó también acordar con Cs los Gobiernos regionales y ofreció que gobernaran la Alcaldía de Madrid a cambio de la Comunidad. La respuesta fue no.
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