Sánchez pone a Rivera y Casado frente al espejo de Vox
El candidato socialista utiliza el discurso de Abascal para afear a los líderes del PP y Cs que hagan un cordón sanitario al "partido equivocado"
El presidente en funciones, Pedro Sánchez, podría haber ignorado a Santiago Abascal y diluido su respuesta, acumulándola en el mismo paquete con la dirigida a los portavoces de otros grupos. Pero Sánchez no quería que la primera intervención del líder de Vox en el Congreso de los Diputados pasase desapercibida. Al contrario. La utilizó para afear a los líderes del PP y Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera, que le hagan un “cordón sanitario” al PSOE y no al partido que representa “la auténtica amenaza para la democracia española”.
Si el independentismo catalán, cuya abstención resulta imprescindible para que la investidura prospere, era el “elefante en la habitación” del candidato socialista, en palabras de Casado, el voto ultra, necesario para que la derecha gobierne en Andalucía, Madrid o Murcia, es el socio vergonzante del PP y Ciudadanos.
Por eso Sánchez, en su réplica, ni siquiera se dirigió a Abascal, sino que interpeló directamente a Rivera y Casado. “¿Escuchan lo que ha dicho su socio?”, les inquirió, tras calificar de “discurso del odio y la nostalgia” la intervención de Abascal.
Lo preocupante, para el presidente en funciones, no es que se escuchara en el hemiciclo, por primera vez en casi 40 años, a un partido “reaccionario que pone en cuestión nuestro modelo de convivencia”, sino que fuerzas democráticas cometan la “irresponsabilidad” de convertirlo en decisivo en comunidades y ayuntamientos, lo que constituye una “anomalía en Europa”.
Tras recordar que en Francia y Alemania liberales y conservadores consideran tabú pactar con la ultraderecha, Sánchez pidió a Casado y Rivera que escuchen a sus correligionarios europeos y dejen de poner el cordón sanitario “al partido equivocado”.
El discurso de Abascal le facilitó la tarea a Sánchez, que ya traía escrita la réplica. El líder de Vox salpicó su intervención parlamentaria de los prejuicios y tópicos que sazonaban sus mítines electorales, desde la “dictadura progre” al “feminismo supremacista”, sin olvidar la defensa de los toros o la caza.
Algunos rememoraban las intervenciones del histórico líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, diputado de 1979 a 1982, pero Abascal se fue mucho más atrás, hasta las intervenciones en el Congreso de Pablo Iglesias (el fundador del PSOE, no el líder de Podemos) y el asesinato de José Calvo-Sotelo, en el que estuvo implicado un guardaespaldas de Indalecio Prieto, para resucitar el Frente Popular, integrado ahora por “socialistas, comunistas, chavistas y separatistas”. El líder de Vox acusó a Sánchez de “preferir a Otegi que a Ortega Lara”, de acabar con las libertades y de amenazar “la unidad nacional con un cambio de régimen que se quiere llevar también por delante a la Monarquía parlamentaria”.
La imposible "abstención patriótica"
Abascal agradeció a Sánchez que no hubiera cometido la “hipocresía” de invitarle a la ronda de contactos que mantuvo con los líderes políticos para pedirles su apoyo o abstención en la investidura. No fue un agradecimiento del todo sincero, pues invitar a Abascal a La Moncloa hubiera blindado a Ciudadanos para pactar sin escrúpulos con el partido ultranacionalista. El propio Abascal aludió a la “abstención patriótica” que algunos sugirieron para evitar que la investidura dependiera de los independentistas. Pero él mismo la rechazó de plano. “Vox es el partido más alejado” del proyecto del PSOE, dijo. Apoyar a Sánchez, ni por España.
Abascal, quien aseguró que Vox “ha llegado [al Parlamento] para quedarse”, intentó marcar terreno propio, distanciándose del PP, al que acusó de formar parte de un “consenso progre”, junto a la “inmensa mayoría de los medios de comunicación”, y de permanecer indiferente frente a la “liquidación de la identidad española” por parte del “multiculturalismo”. También subrayó el propósito de su partido de revertir el Estado autonómico para acabar con “el derroche del gasto público”.
Sánchez evitó responder la mayor parte de las andanadas del líder de Vox y solo salió al paso de una de sus críticas: la de que el Gobierno favorece la inmigración sin control. Sánchez recordó que España aboga por la inmigración ordenada, pero añadió que también respeta los derechos humanos y deplora que los inmigrantes se ahoguen intentando cruzar el Mediterráneo.
En tono solemne, terminó su réplica elogiando los 40 años de democracia y garantizando los derechos de mujeres, homosexuales y miembros de minorías frente a quienes los amenazan.
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