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Un paseo por el barrio obrero del ganador de las elecciones en Badajoz

El socialista Ricardo Cabezas nació y ha vivido con su familia en el Gurugú, una calle larga que fue cañada real y que los movimientos católicos resucitaron en la Transición

Carmen Morán Breña
Calle Gurugú (Badajoz).
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Badajoz tiene tres barrios humildes que cualquiera de allí sabe citar: Suerte de Saavedra, El Cerro de los Reyes y el Gurugú. En este último nació y se crio el que puede ser investido en unos días próximo alcalde, Ricardo Cabezas, de 44 años, que ha conseguido una mayoría socialista después de 24 años en los que el Partido Popular tuvo las riendas. Harán falta pactos, probablemente con Ciudadanos, pero es difícil que el PSOE se deje arrebatar lo conseguido.

De buena mañana, con los resultados electorales aún recientes, dos señoras se entretienen en la calle Gurugú, de más de un kilómetro de largo, flanqueada de casitas bajas y azulejería variada. Es sencillo adivinar la humildad de sus habitantes, pero el conjunto muestra un aspecto pero que muy aseado. Las dos vecinas se llaman Carmen y visten batas cómodas y fresquitas, que el verano del sur extremeño arranca sin piedad. Todo el mundo sabe que ha ganado las elecciones Ricardo. Lo sabe el cura en su iglesia y el imán de la mezquita, lo saben en el centro social y en la farmacia. Es vecino, y como tal, todos están contentos. “Anoche estaba yo trasvelá, con la obsesión de las votaciones, a ver si salía el muchacho”, dice Carmen Martín, apoyada en la escoba a la puerta de su casa, y señala el parentesco que la une a esa familia por parte de una prima lejana. “Son muy buena gente, de eso no hay duda. Ahora, que qué debe hacer por el barrio, pues habrá que dejarle un tiempo, que ahora tiene que tener la cabeza como un bolo. Coila, que son muchos barrios los que tiene que atender”, dice castiza.

En efecto, Ricardo Cabezas está pensando, como muchos políticos antes que él, en el casco antiguo de Badajoz, un barrio degradado y de bonitas calles, con una plaza policromada que muy pocos conocen cuando despachan la estética pacense con desagrado. "También tenemos que traer proyectos empresariales e industriales y cuidar el pequeño y mediano comercio de la ciudad. Soy optimista, creo que habrá cambio y regeneración", decía este lunes por la mañana.

En la dictadura, la calle Gurugú no era más que la antigua cañada real que sirvió al ganado que venía de Castilla hasta llegar al ferrocarril. Ni agua corriente, ni asfaltado. Una fuente para dar servicio a las familias. Allí se conocieron Ricardo y Manoli, los dos en movimientos obreros católicos, luchando por adecentar aquello. “Franco, que en paz descanse”, bromea el padre del socialista electo, nos concedió entonces un millón de pesetas para un centro social, pero como no había ley de asociaciones el proyecto se canalizó a través de la iglesia”. El Ayuntamiento cedió el solar, se permutó una casa en ruinas del obispado y hoy en día es la única asociación de vecinos de Badajoz con edificio propio”, presume Ricardo Cabezas padre. Y Pedro Pozo, voluntario del centro, muestra las actividades que allí se hacen, desayunos de verano para niños, programas de desarrollo para mujeres, un poco de todo. En aquellos años, el padre Fermín y sus muchachos obreros eran el motor. Hoy, a esa hermandad de la barriada se ha sumado el imán de la mezquita, Adel Najjar, que también fue a votar el domingo.

“Nos reunimos todos una vez al mes, el cura, la farmacéutica, los profesores, los médicos, el centro social, yo mismo y tratamos temas de convivencia, salud, actividades para los niños. Ricardo ha estado aquí hace unos días celebrando con nosotros la ruptura del ayuno. También lo han hecho otros concejales del PP. Mi distancia como imán hacia todos los partidos es la misma, pero como vecino tengo una alegría especial por Ricardo. Es muy cercano”, asegura. Najjar aterrizó en España en los ochenta, desde Gaza, donde nació hace 54 años. Después de un breve paso por Madrid acabó en Badajoz, estudiando Medicina y compartiendo piso con otros muchachos. Esa época no se le olvida. “El islam es convivir”. Si Extremadura anda falta de embajadores aquí tiene uno. Preguntado por Vox y sus consideraciones hacia la inmigración, dice: “Conozco ese mensaje, pero en Extremadura somos fuertes, confío en mis vecinos y en la aconfesionalidad de la Constitución. La fortaleza social extremeña es imposible de penetrar”. Como para darle la razón, el domingo de madrugada aún bailaban en el marcador electoral dos posibles diputados en la Asamblea de la región para Vox, que a medida que avanzaba la noche se fueron diluyendo como azucarillos. Por ahora, la ultraderecha no estará en el legislativo extremeño.

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Badajoz tiene 150.000 habitantes, es la ciudad más populosa de la región. El domingo, Ricardo Cabezas consiguió 11 concejalías y una Unidas Podemos. Con la mayoría absoluta fijada en 14, la izquierda no alcanza. En la capital pacense, Fran Fragoso, del PP ha bajado de 13 a 9, Ciudadanos obtiene cuatro, Vox uno y Badajoz Adelante otro. Estos últimos ya han dicho que no darán su apoyo al PP, los demás, ya se verá qué cuentas se echan. Podrían sumar, pero no parece el escenario más probable, porque Ciudadanos y el PP no tienen la mejor de las relaciones. Eso opina Antonio Pascual, que le ha ayudado con la campaña al socialista y ayer presumía del “buen carácter y la autenticidad” del recién elegido concejal. Fuimos este domingo al mercadillo, donde se ponen los gitanos a vender de todo, y algunos bromeaban con los precios: “Si votas a Ricardo te lo rebajo a un euro”, gritaban. Se ríe Pascual. Y se emociona cuando ve a las señoras de bata fresquita llamándose para ir a votar en esos barrios humildes de Badajoz.

El imán de la mezquita pide más dotaciones para la juventud del Gurugú. El padre del que puede ser alcalde quiere que su hijo no pierda la cercanía con su gente, con sus raíces, en ese barrio en el que su madre y él han luchado tanto; Pedro, el voluntario del centro social algo más de limpieza, asfaltado, baches… Él ya lo sabe, vienen a decir todos.

Cruzando, de vuelta, el Guadiana, donde el camalote extiende su alfombra invasora en lucha desigual con la corriente, y cruzando la puerta de Palmas, una avenida de palmeras a la izquierda y un hermoso parque a la derecha abren paso a la sede del PP local, donde unos militantes se desenvuelven entre cientos de papeles, resaca de la noche electoral. No hay alegría en la casa popular, pero tampoco un duelo: “Esto es como el fútbol, dice uno de ellos, no se puede ganar siempre”. Fran Fragoso, todavía alcalde en funciones, ha ido perdiendo apoyos paulatinamente. No ha mediado escándalo alguno, ni algún acontecimiento eficaz para cargarse unas elecciones. Pero las ha perdido. De la noche a la mañana, el muchacho que se crio en el Gurugú está a punto de tocar el mando. Pero no hay que precipitarse. Quién sabe.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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