Un alcalde a cara o cruz
PP y PSOE empataron a votos en el municipio cacereño en 2011 y 2015
Barrado. Ese es mi pueblo, una manchita blanca en las montañas del Valle del Jerte (Cáceres). Cuando yo tenía ocho años pasaba de 800 habitantes. Ahora se ha vaciado, que dicen los que saben. El alcalde es mi primo… Ya lo he dicho. (No me miren así, no pasamos de 450 censados, lo raro es que no haya consanguinidad). En las elecciones de 1979, un golpe de mano (democrático, oiga) derrocó al regidor franquista, que confiando en que su mandato se prorrogaría no se había molestado en hacer lista electoral. Los rojillos confeccionaron la suya en silencio y se llevaron el gato al agua.
Aquello sí que era la fiesta de la democracia (se te pone una risa-baba como la de Gila que vamos). Por aquellos años y posteriores, llegaban a la plaza los barbudos, melenudos y pantalones campanudos con sus coches cosidos a carteles electorales y altavoces a pegarse un mitin y las señoras como Dios manda se refugiaban en sus casas mientras les escupían no sé cuántas imprecaciones (yo lo he visto, pero no voy a dar nombres). Mientras la legendaria Orquesta 99 (Abel, Julio, Amandito, en aquel baile con el suelo de tablas) tocaban Islas Canarias o Eso es el amor, ¡sí señor!, los recién electos recibían lecciones de Pablo Castellanos (un histórico socialista) para revertir un Ayuntamiento franquista en otro democrático, que tenía su miga. Por entonces, un alcalde de un pueblo de al lado no sabía ni dónde colgar el auricular del teléfono y eso que tenía un cable que lo unía a la base (sé quién era, pero no diré naíta).
Ahora, las diferencias con la ciudad suelen ser favor del agro. Aunque se ha perdido sabor, se ha ganado en modernidad. Pero el bocata de morcilla patatera se ha cambiado por porquerías con grasas trans, digo yo, porque la juventud está más gorda que antaño: eso es así. La muchachada se arremolina a la puerta de la Casa de Cultura para pillar el wifi. Y sus padres siguen trabajando mucho y vacaciones, pocas.
Mi pueblo ha salido en los papeles varias veces porque los electores se empeñan en poner una X en la quiniela electoral. En las municipales de mayo de 2007 empataron a votos el PP y el PSOE y en las de 2015, también, 168 papeletas para cada uno. Una moneda resolvió el asunto: la primera vez le tocó gobernar a Juan, por el PP, la segunda a Jaime, por el PSOE. Si en esta convocatoria vuelven a empatar, podemos llamar a Guinness. Si no nos acepta el récord, por lo menos que nos dé una cerveza.
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