¿Elecciones, qué elecciones?
Los 1369 habitantes del Condado de Treviño viven ajenos a la crispación de la campaña y de los partidos políticos nacionales
La última semana de la campaña no ha dejado ningún rasguño en Treviño. El pueblo y sus habitantes se preguntan con un tono de ironía “a qué campaña te refieres” cuando se les pregunta por los actos electorales. “Aquí no han venido, salvo algún despistado”, dicen en la gasolinera que bordea la carretera hacia Miranda de Ebro. En el cruce, un cartel sitúa a la Vitoria en la que quieren estar a 15 kilómetros. Sin embargo, la mayoría de sus habitantes ven Burgos, -la provincia a la que pertenecen cuya capital está a 100 kilómetros- como un planeta situado a años luz. Después de varios intentos de revertir esa situación en el Congreso de los Diputados y en el Senado, desconfían de los grandes partidos.
Reciben la mayoría de los servicios de Álava gracias a una serie de convenios firmados entre las dos comunidades, la vasca y la castellana hace ahora un año, pero su pertenencia administrativa a Burgos les complica mucho la vida en otros, como en sanidad, educación o empleo. De sus en torno a 3.000 habitantes, 1.369 están empadronados en el Condado. El resto lo están en Álava como la única manera de acceder a sus servicios. Si en las generales de 2011 ganó el PP con 272 votos y el PSOE obtuvo 152, en 2016 ganó Podemos con 270 votos, el PP cayó a los 160 y Ciudadanos estuvo a punto de superar al PSOE con 72 votos.
“Vamos a acabar reclamando la pertenencia a Suiza”, dice en tono de humor Alfredo Ruiz de Samaniego, en referencia a la recién estrenada película de Kepa Sojo, “La pequeña Suiza”, que describe en clave de humor la esquizofrenia de los habitantes de un enclave con un problema administrativo y social similar. En la verja de su casa está el único elemento gráfico que permite colocar a este pueblo del Condado en la víspera de las elecciones: “Treviño es Álava no solo en elecciones”. “No nos falta de nada”, bromea. “Como en la película, podemos ser independientes porque además de buenas comunicaciones por carretera tenemos aeropuerto y puerto de mar”, hila de forma irónica en referencia a una pequeña pista de ultraligeros en Pedruzo, y a una menor aún balsa de regadío.
La realidad dista mucho. No tienen atención pediátrica, las hospitalizaciones de niños y de adultos por ciertos problemas y tratamientos oncológicos o cardiopatías se hacen en Burgos capital, y la escolarización infantil la tiene que pagar el ayuntamiento. Hasta hace unos meses el anterior médico, que al menos una vez al mes se acercaba al centro de salud situado en Treviño, se ha jubilado, y el nuevo no se toma la molestia de atender a los niños en las instalaciones del Condado. Con el caso de las escuelas infantiles el problema llega al absurdo. La educación infantil la tiene que pagar el Ayuntamiento de Treviño porque Burgos no acepta que el euskera sea lengua vehicular, y el Gobierno vasco no la subvenciona porque Treviño es Burgos. Los niños, sin embargo, siguen su formación después en escuelas en el País Vasco, aunque solo sea por cercanía, y la mayoría encontrará un trabajo allí. Sin los dos idiomas cooficiales estarían en inferioridad de condiciones.
“No es un tema político, es un tema estrictamente social y educativo”, explica la alcaldesa de Treviño, la independiente Elena Ramírez. Curiosamente en el Condado hay pleno empleo. Ni un solo parado, al menos en las estadísticas oficiales. La realidad es que sí los hay, pero los desempleados se empadronan en y se apuntan todos al Servicio Vasco de Empleo, Lanbide, porque los cursos de reciclaje y los eventuales trabajos que les puedan ofrecer van a estar infinitamente más cerca de sus domicilios. “¿Campaña electoral?, se preguntan varios de los interpelados en el bar de la parte alta del pueblo, y en la puerta del centro de salud, junto a la gasolinera.
El único temor que algunos de ellos manifiestan, y quizás el único que les hace mirar de reojo a la política nacional, aunque muy pocos grupos políticos se han asomado al Condado, es que la necesaria descentralización de servicios que reclaman, y la creciente sensibilidad social y política que demandan, se pueda ir al garete y empeorar sus condiciones si al final el nuevo Congreso de los Diputados que salga de las elecciones apoye una recentralización de competencias. Castilla-León, y Euskadi han vivido casi de espaldas en este asunto durante muchos años. La reivindicación del cambio de titularidad administrativa se ha mantenido viva a lo largo de la historia desde la primera propuesta de segregación de Burgos y anexión a Álava solicitada en 1880. Y en Álava hasta el PP y el PSE defienden que Treviño es Álava, pero sus escaños en el Congreso de los Diputados no tienen ningún efecto en ese sentido.
De hecho, en noviembre de 2014 el PP y el PSOE rechazaron en el Congreso admitir a trámite la solicitud del Parlamento vasco de regular por Ley que el Condado de Treviño saliera de Castilla-León, dejara de pertenecer a Burgos y pasara finalmente a formar parte de la provincia de Álava. Ese año fue terrible. Una descoordinación entre las ambulancias de Álava y de Burgos provocó la muerte de una niña, después de que sus padres tuvieran que llevarla en su propio coche a Vitoria. En abril del pasado año, Vitoria y Burgos descongelaron parcialmente sus relaciones y aparcaron sus diferencias con la firma solemne de varios convenios de colaboración. Ha mejorado la calidad de vida, pero todavía dista de la que reclaman.
Quieren que su capital sea Vitoria como han manifestado mayoritariamente los vecinos de los dos municipios del enclave, porque es allí donde van sus hijos pero también sus ancianos. ¿Qué hago yo en una residencia a 100 kilómetros si mi familia no puede visitarme?, pregunta Antonio Ruiz, que acaba de comprar el pan en un comercio junto al Ayuntamiento.
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