Un debate tenso que ahonda la división frontal en dos bloques
Pablo Casado y Albert Rivera, que rivalizaron en dureza y chocaron entre ellos, acosaron a Pedro Sánchez
El primer asalto del larguísimo debate en dos tiempos consolidó la división en dos bloques aparentemente irreconciliables. Aunque faltaba Vox, el gran ausente al que casi nadie mencionó, un encuentro tenso, que se calentó mucho al llegar al cruce sobre Cataluña, consolidó la idea de que los ciudadanos deciden el domingo entre izquierda y derecha. Pablo Casado y Albert Rivera, que rivalizaron en dureza y chocaron entre ellos, acosaron a Pedro Sánchez. El líder del PSOE se defendió atacando al recordar las 127 votaciones que el PP vasco hizo con Bildu. Pablo Iglesias pidió una y otra vez a Sánchez que se olvide de Ciudadanos.
El primer tiempo terminó sin heridos graves. Pero hubo golpes muy duros. Todo iba tranquilo, a ratos incluso tedioso, hasta que llegaron al asunto que levanta todas las pasiones: Cataluña. Y ahí cada uno llevaba algo preparado. Albert Rivera tenía la foto de Quim Torra con Pedro Sánchez, pero el presidente, que sabía que le atacarían sin freno, tenía un duro golpe para Pablo Casado, que ha llegado a decir en campaña que el presidente prefería “a los que tienen las manos de sangre” que a las víctimas. Sánchez lo tenía estudiado. Se giró a Casado, después de despreciar a Rivera, como hizo durante toda la legislatura, y le miró fijamente, en el momento tal vez más tenso de todo el debate, con unos papeles en la mano. “La derecha hace trampas con las palabras. Esto son 127 iniciativas del PP vasco firmadas con Bildu. ¿De qué color tiene manchadas las manos, señor Casado?”. El líder del PP, indignado, trató de explicar que su frase de las manos manchadas de sangre se refería al grupo de Arnaldo Otegi, no a Sánchez, pero no acertó a contestar.
Hasta ese momento cumbre, Sánchez había aguantado más de una hora los golpes de los dos líderes de la derecha sin contestar prácticamente a nada. Rivera, con el que tiene un enfrentamiento casi personal, lo intentó de todas las maneras posibles. Le sacó hasta la tesis doctoral, a ver si conseguía que entrara, pero Sánchez en todo momento utilizaba la ventaja que le daba el formato a cuatro, mucho más sencillo para protegerse que un cara a cara, para esquivar las preguntas. “No contesta, no contesta”, se desesperaba Rivera, que jugó a tope sus bazas para intentar recuperar protagonismo frente a Casado.
Al líder del PP le sorprendió que el candidato de Ciudadanos le atacara varias veces, hasta el punto de que recuperó la idea de la ministra María Jesús Montero: “el milagro económico del PP está en la cárcel”. Casado, más contenido de lo que es habitual, buscando un tono más presidenciable —aunque se le escaparon algunos de sus latiguillos más exagerados— se vio desbordado varias veces por la agresividad de Rivera. Hasta el punto de que al final del debate se lo reprochó al líder de Cs: “Ni mis electores ni los suyos entenderán sus criticas. Yo no le voy a contestar porque usted no es mi adversario. Soy más creíble que usted en materia de pactos, pero no voy a entrar”, le dijo cuando Rivera, en el fragor de su intento por ocupar el liderazgo del bloque contrario a Sánchez, le llegó a acusar de querer pactar con el PNV.
Iglesias era tal vez el que tenía una posición más cómoda, porque nadie le atacaba. Sánchez, que está recuperando mucho voto de Unidas Podemos, tuvo un tono exquisito hacia el que ha sido su principal aliado, hasta el punto de que le agradeció su apoyo. Un gesto inédito en un debate a seis días de las elecciones en los que todos se están jugando su carrera política y el PSOE y Unidas Podemos compiten por un electorado limítrofe.
Iglesias volvía una y otra vez al contenido, a su defensa de las políticas de izquierdas, siempre con referencias a la Constitución y los artículos que defienden los derechos sociales y el papel del sector público en la economía. Lo que no consiguió el líder de Unidas Podemos, y también lo intentó varias veces, es que Sánchez se comprometiera a no pactar con Ciudadanos. Eso deja espacio a su formación para pedir el voto a la izquierda como instrumentos para evitar que el PSOE pacte con Rivera. Ese fue otro de los momentos picantes del debate, cuando Iglesias preguntaba a Sánchez y el hiperactivo Rivera le trataba de frenar: “No te preocupes, no vamos a pactar con Sánchez”. “Usted ha dicho una cosa y ha hecho otra demasiadas veces, señor Rivera. Ya dijo que nunca investiría a Rajoy”, le espetó Iglesias. “Ya, ya, y ahora usted es propietario de un chalé”, le contestó Rivera.
El líder de Ciudadanos marcó el tono del debate con su dureza, que no ahorró ni los primeros segundos, en los que arrancó pidiendo la dimisión de la administradora única de RTVE, Rosa María Mateo. Pero los minutos pasaban y los aspirantes de la derecha, los que más necesitaban el debate porque van por debajo en las encuestas, no conseguían que Sánchez cometiera errores.
Aunque el presidente, sin Vox en el plató, al contrario de lo que él quería —fue el único que citó alguna vez a la formación de Santiago Abascal—, tampoco logró forzar las posiciones más extremas de la derecha que tanto pueden movilizar el voto del electorado de izquierda. De hecho, en algún momento le reprochó a Rivera que no hubiera querido apoyarle en la moción de censura, dejando caer indirectamente que él estaría dispuesto a un pacto con Ciudadanos, algo que ahora mismo parece imposible.
Sánchez, que era el que más tenía que perder, porque va en cabeza, aguantó el embate sin cometer errores importantes. A la oposición ya solo le queda un asalto para buscar un vuelco inesperado.
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