Candidato Sánchez
Tras ocho meses frente al Ejecutivo, Pedro Sánchez regresa a la campaña electoral. Ha sido dos veces aspirante al PSOE y tres veces aspirante al Gobierno en cinco años
El 25 de julio de 2000, dos días después de haber tumbado a José Bono en el Congreso del PSOE junto a José Luis Rodríguez Zapatero, José Blanco entró en la sede de Ferraz. Allí preguntó si alguien sabía dónde estaba Óscar López, un veinteañero que había conocido en el pasado y que le pareció que podría ser su número dos en la secretaría de Organización. “Está en Bruselas”, le respondieron. “Localizadme el teléfono y esta tarde le llamo”, pidió. Él tenía una comida con una periodista, pero en cuanto puso los pies en la calle se encontró a tres personas. “¿No recuerdas quién soy?”, se adelantó uno. “Tanto me acuerdo que acabo de dejar recado para que te llamen”, respondió Blanco. Era Óscar López acompañado por dos amigos que Blanco no conocía de nada. López se los presentó: “Este es Antonio Hernando y este, Pedro Sánchez”. En 48 horas la historia del socialismo español volcó dos veces; la segunda, mediante un reloj temporizador que terminaría explotando casi 20 años después.
Tres años antes, el 1 de septiembre de 1997, Óscar López llegó a Bruselas para trabajar en el Parlamento Europeo como asesor de la eurodiputada Carmen Cerdeira. A los 10 días un joven entró en su despacho: “¿Te acuerdas de mí?”. Pero López no se acordaba. “Soy Pedro Sánchez, coincidimos un día…”. Sánchez había llegado a la ciudad para hacer un máster en la Universidad Libre de Bruselas. Mientras estudiaba, se puso a echar una mano a Bárbara Dührkop, ponente de los presupuestos del Parlamento; Dührkop era la viuda de Enrique Casas, senador asesinado por ETA. Cuando acabó de estudiar se fue con Carlos Wendestorp a Bosnia; Wendestorp, exministro de Exteriores, era un viejo amigo de su familia: su esposa, Amaya de Miguel, había trabajado con el padre de Sánchez.
“Pedro y él iban con el coche de un sitio a otro negociando para consolidar la paz allí”, cuenta López, que lo fue a visitar varias veces. Los dos se hicieron muy amigos. Crearon Espacio Europa XXI, un lobby de jóvenes socialistas. “No te puedo condensar miles de comidas, cenas, reuniones, idas y venidas. Creamos mucha red, mucho tejido por toda España”. Y en julio del año 2000, con la victoria de Zapatero sobre Bono, vieron la oportunidad de entrar en el PSOE. El día 25 se fueron los dos, junto a Hernando, a la sede de Ferraz a ver a José Blanco. No llegaron ni a cruzar la puerta.
Días después de que López empezase a trabajar con Blanco, le planteó la posibilidad de que entrasen también Hernando y Sánchez. Blanco recuerda el movimiento: incorporó a Hernando con Consuelo Rumí para trabajar en el área de Inmigración y a Sánchez con Jordi Sevilla en el área de Economía. Allí empezó su carrera, que alcanzó el Ayuntamiento de Madrid y llegó al Congreso de los Diputados. Una veterana socialista que trabajaba en aquella época en Ferraz matiza sobre Sánchez: “Es un producto Blanco, pero también un producto Rubalcaba, que lo lleva con él”. De hecho, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba se presenta a las elecciones generales en 2011, su programa electoral lo coordinó Cristina Narbona con Pedro Sánchez de segundo. “Y Alfredo coloca a Narbona en el Consejo de Seguridad Nuclear para que Pedro entre en la lista de diputado. Porque hay algo que casi nadie sabe, y es que la lista de Alfredo la votó todo el Comité Federal menos Madrid, que se abstuvo (Tomás Gómez y cinco más; porque para meter a Pedro, sacó a uno de Izquierda Socialista)”.
Faltaban tres años para que Pedro Sánchez se hiciese famoso en toda España. Fue el 12 de junio de 2014. “En una casa del pueblo del sur de Madrid, el diputado madrileño Pedro Sánchez Castejón, de 42 años, anunció este jueves su candidatura a la secretaría general del PSOE”, publicó EL PAÍS. Fue ahí cuando conoció a la magistrada Margarita Robles, hoy ministra de Defensa. “Yo le conocí a través de dos personas, una de ellas Pepe Blanco, que me dijeron que él quería conocer a alguien del mundo de la justicia. Me reconoció que del mundo de la justicia sabía poco. Quería que alguien le explicara al detalle. A mí me causó una impresión magnífica, porque el mundo de la justicia no le importa a nadie; todo lo contrario, todo el mundo la desconoce, todo el mundo trata de manipularla. (…) Desde entonces hablábamos de vez en cuando”.
¿Por qué un diputado desconocido ganó las primarias a Eduardo Madina? En los últimos meses de Zapatero en La Moncloa, desde el partido ya se había insistido en que se presentase el vasco. Madina declinó la propuesta. Comunicó que no tenía equipo, ni la madurez suficiente, ni un proyecto a punto. Tras ganar Rubalcaba, los pesos pesados, de Zapatero para abajo, le insistieron en que se preparase. Y Madina lo hizo. Un miembro de su equipo de entonces desgrana su agenda de aquella época. “Estudió mucho, habló con muchísima gente, montó equipos y se preparó para plantar batalla”. El día que Rubalcaba dimitió, tras las elecciones europeas de mayo de 2014, llegó su hora. Y esa noche sonó su teléfono. Era Zapatero. Le instó a retirarse, le advirtió de que estaban a dos semanas de la abdicación del Rey y que el partido tenía todo cerrado para que Susana Díaz fuese la nueva secretaria general. Madina le respondió que el propio Zapatero llevaba tiempo convenciéndole, de que había mucha gente comprometida con su proyecto y que no se retiraría.
Díaz montó en cólera: le habían prometido alfombra roja, sin adversarios o con adversarios de poco calado. Decidió no presentarse alegando haber llegado a la Junta. Con ella fuera sólo quedaban Madina, las ganas de Díaz de acabar con Madina y un diputado por Madrid, Pedro Sánchez, que buscaba protagonismo para repetir en el Congreso porque temía que Gómez lo fuese a dejar fuera de las listas. Casi todos los barones apoyaron a Sánchez, también por supuesto Óscar López, Hernando y la quinta planta de Ferraz, a la que el entorno de Madina acusó de haberse inventado a un candidato, es Pérez Tapias, para robarle votos por la izquierda. Todo, recuerda una fuente del entorno de Zapatero, porque un día José Miguel Contreras, íntimo del presidente, le dijo a Zapatero que Madina seguro que volvería a decirle que no y que mejor fuese a ver, como un ojeador, a una chica andaluza a un pequeño mitin en Huelva. Y ahí, dice esta fuente, Zapatero vio la luz, la fuerza y la determinación que según él le faltaban a Madina.
"Lo pasó muy mal desde la dimisión hasta que decidió volver", dice Margarita Robles
Todas las casualidades, malentendidos, carambolas y golpes de suerte que ha habido en Ferraz en los últimos años han favorecido a Pedro Sánchez, que lo primero que hizo al llegar al PSOE fue despojarse del manto de Díaz y decir que no era el instrumento de nadie. Ese karma llegó incluso el 1 de octubre de 2016, cuando se vio obligado a dimitir en el tumultuoso Comité Federal, pues le ayudó a forjar un relato con el que regresar después y volver a hacerse con el partido. Y a blindarse. ¿Lo está pasando mal ahora? “Yo creo que alguien que pasó lo que él pasó en aquel comité…”, dice Robles. “Pedro lo pasa muy mal desde el 1 de octubre hasta que en enero decide presentarse. Aquella sí que fue una época que lo pasó realmente mal. Pero es que fue brutal lo que pasó entonces. De los suyos propios, cómo le humillaron. Ver cómo personas que habían estado con él le traicionaban. Yo viví aquel proceso, cómo recogieron las 17 firmas, con qué alevosía, con qué traición. Esto de ahora, cuando tú ya has llegado a presidente del Gobierno, humanamente no le gustará, a nadie le gusta que hablen mal de uno, pero no tiene comparación”.
Después de las primeras elecciones generales, celebradas el 20 de diciembre de 2015, Sánchez había intentado formar Gobierno con Ciudadanos. En la sesión de investidura, dijo que superar la España de la injusticia y la desigualdad “solo es posible a través de un acuerdo transversal entre distintas fuerzas políticas. Un acuerdo que tiene como punto de partida el documento que firmamos el Partido Socialista y Ciudadanos”. Era la época de la transversalidad, un discurso político pergeñado en el último año que se saltaba a los independentistas y marginaba a Podemos.
Meses después, dijo en el programa Salvados de Jordi Évole que fue un error rechazar el apoyo de los independentistas y tratar así a Podemos. Pero ya de nuevo como líder de la oposición, el 17 de mayo de 2018, propuso regular una fórmula de acatamiento de la Constitución en las tomas de posesión para evitar que un presidente de la Generalitat accediese a su cargo sin prometer su lealtad al Rey de España. También anunció su propuesta de adaptar el delito de rebelión a los secesionistas; actualizándolo, dijo, puede ser aplicado a los “responsables políticos que utilizan su posición para subvertir el orden constitucional” (ya había dicho en Antena 3 que había un “clarísimo” delito de rebelión). Solo una semana después, anunció una moción de censura con el apoyo de los partidos independentistas, con el tiempo sugirió que el delito de rebelión no era aplicable al procés y la vicepresidenta, Carmen Calvo, dijo que el Gobierno no había cambiado de postura porque entonces Sánchez no era presidente.
Un poderoso exministro que prefiere no dar su nombre dice: “Sacó la bandera de España más grande que se recuerda en la historia del PSOE y luego se puso a hablar del Estado plurinacional. Se pasó un año echando la culpa de los males a Podemos y terminó diciéndole a Évole que perdón, que con Podemos todo bien. El problema que tienen con él los históricos, como Alfonso [Guerra], Felipe [González] o Alfredo [Pérez Rubalcaba], es que les ha dicho una cosa, y siempre ha hecho la contraria, ya sea juntos o por separado”.
“Pedro es un gran pragmático”, responde uno de sus colaboradores más longevos y cercanos, también desde el anonimato. “Como buen pragmático, tiene capacidad de adaptación vital y de adaptar su discurso. Se adapta bien. Y es un tipo analítico. Más que oírle versiones diferentes, mucha gente interpreta lo que él está pensando o va a decir, y si cambia se siente frustrada. A nosotros nos pide datos, papeles y reflexiones, y él lo macera en la cabeza. Es verdad que los medios han recogido cambios de ideas o de declaraciones, pero no es predominante”.
“A mí me indigna que en mi partido se compre la mercancía de la derecha”, dice José Blanco. “Por ejemplo eso de que prometió elecciones. No. Pedro Sánchez le ofreció a Ciudadanos un acuerdo: si votaba que sí a la investidura, se ponían de acuerdo en la fecha de la convocatoria electoral. Y la respuesta de Ciudadanos fue que no”. “A mí”, dice el exministro, “lo que me envenena es que no hayamos sido más contundentes contra Rajoy después del destrozo que nos dejó: más independentismo, dos referéndums ilegales, los días 6 y 7 de octubre de 2017 [en el Parlament], declaración de independencia y mediación para no aplicar el 155 y que Puigdemont convocase elecciones. Después de todo eso, y después de que Casado descalificase como nunca se ha descalificado a un presidente del Gobierno, me parece bochornoso que dirigentes de mi partido se pusiesen a decir que si el relator estaba bien o mal. No estuvieron a la altura de lo que se esperaba de dirigentes del PSOE que estuvieron, como Alfonso Guerra, tanto tiempo en primera línea”.
Desde esa vieja guardia que cita Blanco se cree “imposible” que este Gobierno fuese a arreglar lo de Cataluña; cada vez que Sánchez desinflamaba acercándose a los independentistas, inflamaba la otra parte, con la que comparte objetivo. “Un Gobierno que nace de la moción de censura no puede abrir un tema que necesita a los grandes partidos. No puedes sacar del Gobierno al PP y luego pedirle ayuda (…) Ya sabemos lo que son, pero no puedes hacerlo sin ellos. La moción de censura hace que no puedas contar para nada con el PP, y por tanto los grandes problemas no los vas a resolver porque son transversales. Que es lo mismo que Sánchez decía él cuando quería pactar con Ciudadanos”, explica un veterano analista de Ferraz.
"Es un gran pragmático", asegura uno de sus colaboradores
Los españoles van a elegir gobierno municipal, autonómico, nacional y europeo en las próximas semanas mientras en el Tribunal Supremo se celebra un juicio que marcará la historia de España. César Antonio Molina, exministro de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero, cree que las relaciones del PSOE de antes y el de ahora están envenenadas por el nacionalismo y el populismo. “Un veneno que nunca me he explicado es por qué este partido internacionalista, europeísta, federalista y, sobre todo, español ha bebido mortalmente. La complacencia de una parte importante de la izquierda con el soberanismo es algo que nunca podré entender. Sánchez debe aprender esta lección y evitar falsas amistades”, dice.
De aquella imagen de los chavales Óscar López, Antonio Hernando y Pedro Sánchez en verano de 2000 yendo a Ferraz no queda nada. La amistad se rompió al mismo tiempo que el PSOE en el famoso Comité Federal del 1 de octubre de 2016. “Hernando me ha decepcionado personalmente”, dijo Sánchez en Salvados. “En 20 años hemos vivido de todo”, dice López a EL PAÍS. “Cuando nos cortan el cuello en el Comité Federal, yo dimití de portavoz del Senado porque era una de las caras del ‘no es no’. Pedro no acababa de dar el paso y una serie de compañeros entendimos que podía ser Patxi [López] el candidato. Ese es el momento en el que nos distanciamos”. Una antigua compañera de aquel grupo de jóvenes del Espacio Europa XXI resume: “Quien diga que puede disociar lo personal de lo político, miente. Porque la política lo es todo. Cuando estás a esos niveles la política son las 24 horas del día, los siete días de la semana. Y si pierdes la confianza de alguien, la pierdes de todo”.
Entre electores españoles y de su partido, el 28 de abril Pedro Sánchez habrá participado en cinco convocatorias electorales en cinco años. Es, por encima de todo, candidato. Un aspirante al que desalojan una y otra vez, y vuelve. Ha durado ocho meses al frente del Ejecutivo. Desde 2014 ha ganado y ha perdido; dentro de dos meses, con España en estado de shock, ganará o perderá por última vez.
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