El valor de la distensión
En estos seis años sin terrorismo, el Gobierno vasco ha realizado un decisivo acercamiento a las asociaciones de víctimas, iniciado con una autocrítica por su pasada frialdad
El pasado agosto, justo al resultar elegido presidente del PP, Pablo Casado anunciaba su "oposición frontal" al acercamiento de presos etarras a cárceles próximas a Euskadi que iniciaba el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, al situarlo como "contraprestación vergonzante" al PNV y EH-Bildu por su apoyo a la moción de censura. Acompañó su proclama de un llamamiento a las asociaciones de víctimas del terrorismo con la pretensión de repetir contra Sánchez las movilizaciones contra José Luis Rodríguez Zapatero. Las portavoces de las principales asociaciones de víctimas rechazaron las pretensiones de Casado por considerar "legales" los acercamientos y por evitar ser "utilizadas" como en el pasado.
Recientemente, el Gobierno anunció el acercamiento de cuatro presos etarras a cárceles próximas a Euskadi y el de dos reclusos del Grapo a sus lugares de origen. Con este acercamiento -el mayor de este Gobierno- ascienden a 12 los acercados además de tres presos etarras con pase al tercer grado. Casado, en plena campaña electoral andaluza, ha aludido críticamente al acercamiento, pero sin el énfasis de sus proclamas veraniegas. Más enfático ha sido por la inclusión de la competencia de Prisiones en el calendario de traspasos que los Gobiernos central y vasco acordarán para fin de año, anunciada junto con los acercamientos. Pero la competencia de Prisiones es meramente administrativa pues la política penitenciaria la ejercen las instituciones judiciales y políticas centrales. Se limita a tener la fuerza simbólica que le quiere dar el discurso opositor del PP.
¿Qué ha pasado para que el PP module su oposición al acercamiento de presos etarras? Primero, no cuenta con el acompañamiento de las asociaciones de víctimas del terrorismo, cuyas representantes se han aproximado al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Estas destacan que, por vez primera, un Gobierno les adelanta sus medidas penitenciarias y las ejecuta sin estridencias. Se sienten reconocidas y lo saben algunos dirigentes del PP vasco, que presionan a Casado para que modere su discurso.
Como telón de fondo influye el cese definitivo del terrorismo que ha contribuido a distender todos los estamentos vascos. Así, en estos seis años sin terrorismo, el Gobierno vasco ha realizado un decisivo acercamiento a las asociaciones de víctimas, iniciado con una autocrítica por su pasada frialdad. Hoy, las víctimas ocupan el centro del relato vasco sobre el terrorismo. Aunque siguen cuestiones pendientes -especialmente la autocritica abertzale por su pasada complicidad con ETA-, la distensión vasca está abriendo espacios de encuentro impensables no hace mucho. Es un valor con un potencial capaz de derribar obstáculos aparentemente insalvables. La principal sombra para la convivencia vasca ya no procede hoy de la violencia sino de la política, del acuerdo soberanista PNV-Bildu para renovar el Estatuto, reafirmado esta semana en una votación parlamentaria contra la Constitución. Afortunadamente, hay amplio margen para la rectificación.
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