‘Il braghettone’
En pocos meses la arquitectura de la secesión se ha quedado sin arquitrabes
Por orden del papa Pío V, un ayudante de Miguel Ángel, Daniele da Volterra, tapó con bragas, flores y otros tamices los sexos de muchas figuras que su maestro había pintado en la Capilla Sixtina. Así se ganó el mote de Il Braghettone.
La dirigencia del proceso secesionista activa el modo braghettone. En marzo, esquerranistas y posconvergentes pactaron un plan de gobierno muy rupturista. Su cúpula sería el Espacio Libre de Bruselas, plasmado en un Consejo dela República designado por Carles Puigdemont, con su correspondiente asamblea parlamentaria. Ostentaría el mando de todo, la “dirección política real” de Cataluña, como aún reitera el famoso de Waterloo.
Debajo, y subordinados, el Parlament y el Govern del interior se encargarían de “restituir” el poder catalán tras el 155 (asignar poltronas y sueldos a los destituidos y fugados). Pero serían simples “gestores de políticas públicas”. O sea, las propias del autonomismo o el regionalismo. Ambos impulsarían un “proceso constituyente” animado por “la sociedad civil” (o sea, las organizaciones activistas Òmnium y Assemblea) que desembocaría en un Fórum Social Constituyente. Este elaboraría una “propuesta de bases para una Constitución catalana”.
Del Consell de la República no queda ni el nombre: ahora es el Consell per (por, o para) la República. No manda. Se limitará a la agitación internacional. Pero tiene, eso sí, el apoyo del Govern, que le cede el sagrario del Palau de la Generalitat, esa malversación del espacio público, esa usurpación de funciones institucionales. Y su presupuesto verdadero será secreto: ya hay dádivas de militantes a 10 euros, insuficientes. Veremos si evaden capitales en su beneficio los empresarios amigos: el alimentario, el farmacéutico, el de cosmética, los de los súpers, el de la comunicación. Aquí todos saben todo, menos Hacienda.
También el proceso constituyente se ha diluido: servirá solo para “organizar un debate”. Pues habría sido más barato y fácil contratar una agencia de eventos.
Así que en pocos meses la arquitectura de la secesión se ha quedado sin arquitrabes, desnuda: los nuevos entes carecen de contenido real. Son conjuntos vacíos.
Se necesitaba pues un braghettone con el que tapar las vergüenzas de la desnudez; mantener el clímax hasta las sentencias o un nuevo “momento” propicio a otra ruptura; y tener a la peña enganyada i contenta. Por eso se recurre a la altisonancia retórica. A más pragmatismo real, más frases y lemas calientes. Se “ataca” al Estado para ocultar que [santamente] se pide dinero y competencias al Gobierno.
Se “rompen relaciones” con el jefe del Estado, pero en la práctica se acata [como debe ser], aunque solo en territorio español, la normativa de ese mismo Estado, evitando cualquier ilegalidad perseguible. Se acosa a los jueces “franquistas” y se implora generosidad fiscal y magnanimidad judicial [como conviene].
La retórica es la braga del procés-bis. Útil a sus efectos. Pero impúdica.
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