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Natzaret, el barrio que se perdió con su playa

Valencia empieza a saldar la deuda con su zona más pobre, a la que hace 30 años dejó sin mar y hace 20, sin huerta

Carmen Valls, en el terrado de su casa en Natzaret, Valencia. Detrás, la zona que fue playa, y el puerto. FOTO: MÒNICA TORRES / VÍDEO: RAFA GASSÓ
Ignacio Zafra

“La playa era mejor que la del Cabanyal, porque no tenía la acequia de Vera, que llevaba cosas muertas, y era muy limpia. Había baile en el Mar Azul, había feria, había bolera, el Benimar tenía pista de patinaje. Y todos venían aquí, hasta los ilustres de Franco”, cuenta Carmen Valls, de 78 años, y su mirada se ilumina antes de volverse amarga porque de aquello solo queda el recuerdo. Detrás de ella hay ahora un muro lleno de pintadas, un solar con restos de ocupación industrial y el sonido inconfundible del trasiego portuario. Es el mismo lugar de dos planetas distintos.

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Hace 30 años, la playa de Natzaret, el barrio de 7.000 habitantes que cierra por el sureste la ciudad de Valencia, desapareció bajo una ampliación del puerto que las autoridades consideraron necesaria para garantizar el crecimiento económico. Cientos de casas orientadas al mar se quedaron mirando a ninguna parte. “Las viviendas se depreciaron, perdimos calidad de vida y mucha gente que trabajaba en la hostelería perdió el sustento”, resume Julio Moltó, portavoz de la Asociación de Vecinos.

Natzaret
La playa de Natzaret, en una postal de los 60.

El Ayuntamiento y la autoridad portuaria firmaron el acuerdo de cesión de la playa en 1986. Dos años después la arena quedó oculta bajo el asfalto mientras los camiones volcaban enormes rocas en el agua para crear los nuevos muelles, explica Moltó. En 1998 el Consistorio firmó otro convenio con el puerto para transformar la fértil huerta de La Punta, que rodeaba el barrio, en una zona logística. Los campos fueron urbanizados y las alquerías demolidas entre una fuerte resistencia vecinal. Pero 20 años más tarde el espacio es una larga sucesión de calles vacías y descampados debido a una deficiente tramitación administrativa, que anuló el Tribunal Supremo.

Ricard Pérez Casado fue el alcalde que sacrificó la playa de Natzaret. “No me arrepiento. Creo que la decisión fue un acierto basado en el coste beneficio. La ampliación del puerto generó actividad económica y ayudó a regenerar las playas del norte de la ciudad. Y la ecología tampoco era una prioridad hace 30 años. Nuestra sensibilidad ahora es superior, y me alegro”, afirma el antiguo dirigente socialista.

“Desgraciadamente”, señala Aurelio Martínez, presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia, “la opción entonces era crecer o no crecer. Las instalaciones podrían no haberse ampliado, lo cual hubiera sido legítimo. Pero entonces no tendríamos un puerto transoceánico y no generaríamos 39.000 puestos de trabajo entre directos e indirectos como hacemos ahora”.

Julio Moltó, portavoz de la asociación de vecinos, ante uno de los muros que serán derribados para hacer el parque, donde antes estaba la playa.
Julio Moltó, portavoz de la asociación de vecinos, ante uno de los muros que serán derribados para hacer el parque, donde antes estaba la playa.M. T.

El experto en transporte Vicent Torres plantea, en cambio, que los cálculos del puerto no computan el coste ambiental, ni el de oportunidad: ¿cuánta riqueza generan dos kilómetros de playa urbana? Grandes ciudades desarrolladas como Nueva York, Londres y Copenhague, prosigue Torres, han ido alejando la actividad portuaria y han recuperado el borde marítimo y fluvial para otras actividades.

Tanto el puerto como el Consistorio son conscientes de la deuda con Natzaret, el barrio más pobre de la ciudad, que no se saldó durante el largo gobierno local del PP. El primer pago se ha concretado en un parque de 60.000 metros cuadrados, impulsado por el alcalde Joan Ribó, cuyas obras acaban de arrancar. Rodeará la antigua desembocadura del rio Turia, al norte del barrio. Y estará conectado por un corredor verde con el parque natural de L’Albufera, situado al sur.

“Para el barrio la pérdida de la playa fue como la pérdida de una madre, de aquello que le dio vida. El trauma vino, además, con el primer gobierno local democrático; fue como si la gente les quitara algo que ellos necesitaban. Hoy yo creo que el duelo ha pasado, sobre todo entre la gente que ha venido después. No es lo mismo llegar o nacer en el barrio con la playa que sin la playa. El habitante nuevo lo que quiere es un río, una conexión metropolitana, espacio público”, afirma el arquitecto David Estal, coautor del proyecto del nuevo parque y de la Estrategia participativa del barrio de Natzaret, para cuya elaboración fueron entrevistadas un centenar de personas.

Natzaret surgió en el siglo XVII como un poblado de pescadores. En 1720 Valencia levantó en sus calles un lazareto, inaugurando la tradición de llevar al barrio los servicios e infraestructuras que la ciudad consideraba molestos o peligrosos. El estigma, en los años noventa, llegó en forma de narcotráfico y episodios violentos, a pesar de lo cual, opina Estal, el barrio no es peor que otros. “Al contrario, tiene muchas cosas mejores: en calidad de la vivienda, en las relaciones entre sus habitantes, que se conocen como en un pueblo, en el movimiento asociativo y en una identidad muy marcada, aunque sea por el sentimiento de pérdida”. Uno de los peligros que acecha al barrio y que el urbanismo debe prevenir, advierte, es el de la “gentrificación verde”.

María Isabel Roig se compró una casa en Natzaret atraída por la playa en los años setenta.
María Isabel Roig se compró una casa en Natzaret atraída por la playa en los años setenta.M. T.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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