Natzaret, 20 años de promesas incumplidas
Los vecinos denuncian la marginación del barrio y se oponen a que la ampliación portuaria acabe con las playas del norte
El 19 de mayo de 1986 un convenio firmado por el entonces alcalde socialista de Valencia, Ricard Pérez Casado, y el presidente del Puerto Autónomo de la ciudad, Fernando Huet, arrebató la playa al antiguo poblado marítimo de Natzaret para saciar las crecientes necesidades de expansión del puerto de Valencia y construir el acceso sur, que conecta la zona portuaria con el centro de la ciudad. La idea era sacrificar el sur del litoral urbano para salvar la parte norte, es decir, conservar intactas las playas de Levante y la Malva-rosa en detrimento de la de Natzaret.
Hoy, la contestada ampliación norte del puerto ha puesto en entredicho el sentido último de esa dolorosa renuncia. El convenio también se proponía, a raíz de la ardua lucha de la asociación, dignificar el barrio con una serie de espacios verdes que separaran el suelo industrial de la zona de actividades portuarias con el poblado marítimo y poner en marcha un centro cultural para el barrio. Sin embargo, 20 años después, muchas de estas promesas todavía no se han hecho realidad y otras, sin más, se han incumplido. "En Valencia, el desarrollo va a dos velocidades distintas. Hay zonas en las que interesa actuar con rapidez por un tema de estricto lucimiento político y otras que nunca serán una prioridad para el Ayuntamiento", asegura Julio Moltó, portavoz de la Asociació de Veïns i Veïnes de Natzaret, mientras fija su mirada en la cercana y fastuosa Ciudad de las Artes y las Ciencias que exhibe engreída la silueta de sus monumentales edificios.
La asociación pide que se emplee Sagunt para la ampliación del puerto de Valencia
Hace años, se sacrificó el sur para conservar las playas de Levante y la Malva-rosa
Entre el lujo y la modernidad de la dársena del puerto y la ciudad de Calatrava se encuentra atrapado este humilde barrio, testigo de una degradación progresiva permitida por el Consistorio durante las últimas dos décadas.
El centro cultural
El emblema de la playa de Natzaret, el balneario Mar Azul, ya está derribado. Hace unos meses se descubrió que el antiguo edificio, que debería haberse cedido al Ayuntamiento en 1986 por un período de 25 años, algo que sucedió en 2002, tenía aluminosis. "Cómo puede ser que se den cuenta dos décadas después", explica con hastío Moltó. Según el anteproyecto, el nuevo edificio será un centro cultural, tal y como se establecía en el convenio, y se organizará entorno a un auditorio con capacidad para entre 300 y 500 personas. Sin embargo, aún falta que se apruebe el proyecto y se le asigne un presupuesto. Además, un nuevo problema podría extender aún más, si cabe, la demora en la apertura del centro cultural porque en la documentación municipal no se habla de uso público sino de uso administrativo, algo que el consistorio atribuyó a un error.
La fábrica de aceite
"El regalo envenenado", dice Moltó para referirse a la fábrica de aceites Moyresa -perteneciente al grupo multinacional Bunge y anteriormente denominada Aceprosa y Arlesa, SA-, ubicada en medio del poblado marítimo y a unos cincuenta centímetros de las viviendas más cercanas. Tres incendios, diversos vertidos al río y una filtración de aceite vegetal en la red de agua potable forman parte del conflictivo currículo de estas instalaciones. Hoy, las máquinas continúan trabajando como antaño en el interior del edificio pese a que un informe municipal de 1994 consideró la actividad industrial desarrollada en su interior era "incompatible con el medio urbano" y que, cuatro años más tarde, el entonces concejal de Sanidad tildó de "prioritario" el traslado de la firma. Sin embargo, la empresa podría mantener su actividad en el lugar hasta 2022, debido a los derechos de cesión que el puerto de Valencia le concedió.
Los vecinos, quienes siempre han calificado Moyresa de "peligrosa" e "insalubre", siguen rechazando su ubicación y confían en que si algún día la empresa abandona el terreno, tal y como se plantea en el convenio del 86, éste se convierta en una zona ajardinada
La hormigonera
"No autorizar usos industriales, ni aprobar concesiones con ese destino en la totalidad del suelo comprendido en la carretera de acceso sur y el límite Oeste del Área de servicios Portuarios", se puede leer en la página ocho del convenio. El pasado mes de agosto, justo en este punto geográfico de la ciudad, empezaron unas obras que culminaron con la construcción de tres grandes depósitos y un edificio de Hormiunión. Ante las reclamaciones de la asociación, el Ayuntamiento aseguró que la instalación era de naturaleza provisional y que, por lo tanto, no se podían aplicar las condiciones establecidas en el acuerdo. "Cuando estaba en funcionamiento oía el ruido de la fábrica desde mi casa", asegura Moltó. Apenas 100 metros separaban su vivienda de las instalaciones de la factoría de hormigón, más o menos la misma distancia que antes tenía que recorrer para llegar a la orilla del mar.
El líder vecinal envió el pasado 7 de septiembre una carta al Ayuntamiento para denunciar los hechos y exigir que el Consistorio instara al Puerto de Valencia, propietario de la parcela, a paralizar y desmontar la instalación, que según pudo averiguar Moltó, estaba pendiente de una ampliación. No hubo respuesta. Sin embargo, hace unos días que empezaron a desmontar la estructura del complejo. El líder vecinal desconoce cual va a ser la futura utilización de la zona.
Contra la ampliación
La Asociació de Veïns i Veïnes de Natzaret y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia remitieron el pasado mes de mayo sus correspondientes alegaciones al plan de impacto ambiental del proyecto de ampliación norte del puerto de Valencia. Este proyecto prevé ganar 153 hectáreas al mar en 2018 para poder absorber toda la demanda de tráfico hasta 2035.
En el texto, la asociación de Natzaret recuerda que cuando se firmó la adjudicación de las obras de la carretera de acceso sur al puerto sobre la playa desaparecida, el entonces concejal de urbanismo, Juan Antonio Lloret, explicó que la estrategia de esta obra era "sacrificar el sur por el norte". Además, en el documento se asegura que la ampliación persigue el beneficio económico en detrimento de la calidad de vida y advierte de algunos de los peligros que entraña el citado plan: basculamiento de la Malva-rosa, pérdida de calidad de aguas, aumento de la contaminación acústica y atmosférica, fuerte impacto paisajístico e incremento de la circulación por la duplicación de las dimensiones portuarias. La organización vecinal recupera una vieja reclamación: utilizar las instalaciones de Sagunt para la ampliación del puerto de Valencia.
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