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El regreso de la estrategia de la crispación

Casado y Rivera resucitan para desgastar a Pedro Sánchez la fórmula de acoso y derribo que empleó hace diez años Rajoy en su oposición al Gobierno de Zapatero

Luis R. Aizpeolea
Mariano Rajoy (tercero por la derecha) en una protesta contra Zapatero, en 2006.
Mariano Rajoy (tercero por la derecha) en una protesta contra Zapatero, en 2006. cristóbal manuel

“El Gobierno de Sanchez depende del secesionismo. España no puede estar descontrolada por los independentistas”, dice Pablo Casado, presidente del PP. Y Albert Rivera no le va a la zaga: “Sánchez por mantenerse en el poder ha entregado España al independentismo que quiere romperla. El Estado está contra las cuerdas”. Sobre el País Vasco, Rivera dice: “Sánchez concede privilegios a los presos de ETA para mantenerse en La Moncloa”. Casado no se queda atrás: “Sánchez premia al PNV y Bildu con el traslado de presos por su vergonzante apoyo a la moción de censura”.

Da igual que ese traslado de presos ya estuviera concertado con Mariano Rajoy o que Sánchez responda al independentismo que no concederá el derecho a la autodeterminación. Como a Rajoy le dio igual, hace diez años, que José Luis Rodríguez Zapatero no cediera en su diálogo con ETA ni que el Estatuto de Cataluña rompiera la unidad de España. Siguió acusándolo de “traicionar a los muertos” y “romper España”.

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La verdad no importaba entonces ni ahora porque lo que hay y hubo hace diez años es una estrategia de la crispación, dirigida por la derecha, caracterizada por la sustitución del debate de propuestas por el ruido mediático, para erosionar al Gobierno socialista. Así lo ve Ignacio Sánchez Cuenca, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid, que, hace una década, junto con Belén Barreiro, analizó el fenómeno para la Fundación Alternativas. “Es un mecanismo que el PP aplicó en la última legislatura de Felipe González; en la primera de Zapatero y hoy con Sánchez, acompañado de Ciudadanos. Consiste en insistir en que España está amenazada como nación por la debilidad del PSOE, cómplice de sus enemigos, y elige como campo temas sensibles como el terrorismo y la cuestión territorial. Además, como vemos estos días, elude el debate político al centrar la agenda en ataques personales a ministros y al presidente”, señala.

Según el estudio, la estrategia de la crispación, que no es un invento español sino estadounidense, trata de desmovilizar a parte del electorado progresista, la menos politizada, evitando los acuerdos; rompe el eje izquierda-derecha y lo sustituye por el choque ideológico en cuestiones de Estado, como el terrorismo y la cuestión territorial, que divide a la izquierda y moviliza a la derecha. Los expertos precisan que en España “la derecha utiliza un lenguaje, muchas veces insultante y extremo, blande un fortísimo nacionalismo español, que patrimonializan, o salen a la calle, como sucedió durante el diálogo del Gobierno de Zapatero con ETA. Su pretensión última es que muchos ciudadanos próximos al PSOE dejen de votarle porque les pese más la estructura territorial que las políticas sociales o de igualdad, dónde gana a la derecha”.

Sin embargo, Sánchez-Cuenca ve diferencias en el tratamiento de la crispación con Casado y Rivera. “Hace diez años fue un mecanismo de desgaste del Gobierno de Zapatero que Rajoy modulaba. Pero hoy es un mecanismo descontrolado por Casado y Rivera, que actúan como aprendices de brujo. Influye en su exacerbación la competencia entre ellos por la hegemonía de la derecha, pero, a diferencia de Rajoy, son más doctrinarios y radicales y, por tanto, más peligrosos”. Además influye el entorno internacional. “Entre 2004 y 2008 se vivía mejor que ahora, lo que dificultaba que calase la crispación entre mucha gente que no entendía el lenguaje extremo. Pero hoy, con el poso de desigualdad y desafección institucional que ha dejado la recesión, la gente es más vulnerable a este discurso”.

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La tercera diferencia es la irrupción de Podemos. “No existía cuando gobernó Zapatero. Por ello, además del terrorismo y Cataluña, la derecha ha introducido como línea de ataque al PSOE la acusación de radicalización izquierdista, de subordinación a los bolivarianos, de conversión de España en una Venezuela”. El PP, con su estrategia de la crispación, no consiguió echar a Zapatero de La Moncloa. En las elecciones de 2008, Zapatero mejoró sus resultados. Pero sí logró dividir la sociedad e incluso enfrentar comunidades autónomas a cuenta de Cataluña. En términos electorales, Zapatero ganó por la izquierda, pero perdió por el centro, recuerda Sánchez-Cuenca. “Hoy Sánchez tiene difícil avanzar por la izquierda porque está Podemos. Por el centro, Rivera con su derechización le ha dejado más espacio”, apunta.

Sánchez-Cuenca opina que para cerrar el paso al PSOE en su conquista del centro, PP y Ciudadanos han activado una nueva modalidad de crispación. “En vez de presentar alternativas de oposición, lo que hacen es atacar a los ministros personalmente, incluso con métodos espúreos, como las cintas de Villarejo, coordinados con medios de comunicación afines. Como este Gobierno sorprendió muy favorablemente a la ciudadanía, tratan de deslegitimarlo no con el debate político, sino presentándolo como el Gobierno de los líos. A diferencia de hace diez años, cuentan con el efecto digital que dificulta el debate y tiende a encerrar a la gente en un bucle”.

Pero la radicalización de las derechas ha encontrado obstáculos inesperados. Así, las asociaciones de víctimas del terrorismo, movilizadas contra Zapatero por su diálogo con ETA, se han opuesto hoy a los intentos de Casado y Rivera de utilizarlas contra el Gobierno por el acercamiento de presos. Cree Sánchez-Cuenca que “si el Gobierno logra aprobar cuatro o cinco propuestas de calado social y de reivindicación democrática, pueden ser una magnífica tarjeta de presentación de cara a las elecciones que podrían neutralizar el intento de la derecha de deslegitimarlo”.

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