Una familia pide la exhumación del cuerpo de una bebé y halla en la tumba el cadáver de un adulto momificado
Los parientes de la menor sospechaban que esta podía haber sido robada y que se fingió su enterramiento en un nicho ocupado por un hombre muerto 10 años antes
Venta del Moro. En el cementerio de esta pequeña localidad del interior de Valencia de algo menos de 1.300 habitantes la familia de una supuesta bebé robada busca los restos de la pequeña, de dos meses de edad. Fallecida 66 años atrás, en 1952, responde a las iniciales J. G. Así consta en el Registro Civil de Valencia y en las letras que “alguien se toma la molestia de grabar rascando” sobre la placa de cemento que cubre el nicho familiar a modo de lápida en este minúsculo camposanto. Pero al llevar a cabo la exhumación, el féretro descubre en su interior los restos de un adulto momificado. “Sin rastro alguno del bebé, seguimos preguntándonos: ¿dónde están?”.
La pregunta al aire es de Enrique Vila, abogado, escritor y presidente de SOS Raíces Adoptados, una organización en defensa del derecho a conocer los orígenes biológicos de las personas adoptadas. Vila, que dirige el primer bufete en España en descubrir la trama de sustracción de bebés durante la segunda mitad del siglo XX, redactó y presentó la denuncia colectiva por los primeros 261 casos de presuntos niños robados ante la Fiscalía General del Estado en enero de 2011.
No hay rastro de nada, ni siquiera de un ataúd pequeño; el cuerpo de la bebé jamás ha estado aquí, es una falsedad evidente”, sostiene el letrado
La misma cuestión que expresa el letrado se hace desde el lunes pasado, tras la exhumación de Venta del Moro, el hermano de la pequeña, mayor que ella. "Está llevando el peso de la investigación", explica Enrique Vila a EL PAÍS. Una búsqueda a la que se unen los otros tres hermanos de la niña desaparecida supuestamente en un hospital en el que ingresó aquejada de una dolencia. El progenitor ya ha fallecido y la madre, de edad avanzada y con demencia senil, no es capaz de recordar nada.
La falta de claridad y las irregularidades detectadas en la documentación sobre la muerte y enterramiento de la niña habían alimentado las sospechas de los familiares. “Llevaban toda la vida con esta duda, hasta que hace un año empezaron a recopilar información” y a tirar de un hilo que culminó el pasado lunes. Fue con el hallazgo, en el féretro donde supuestamente estaba enterrada la niña, de los restos de un hombre que habría fallecido entre “setenta u ochenta años” atrás y, por tanto, más de una década antes de que lo hiciera la bebé.
Se opta por una exhumación privada, porque no es “excesivamente costosa” y porque la Fiscalía ordena muy pocas y las que hace las hace mal y sin cuidado”, denuncia el presidente de SOS Raíces Adoptados en alusión a la realizada tiempo atrás en el cementerio de Campanar, “donde metieron hasta una excavadora”. A ello se une la cadena de causas archivadas: “la mayoría” de las más de 2.500 querellas por presuntos casos de sustracción de bebés que desde 2011 han llegado a las fiscalías de diferentes provincias españolas.
Con este precedente, “queríamos una prueba contundente”, y la exhumación privada, “con validez judicial porque se lleva a cabo con un forense acreditado”, parece haberla aportado, señala Vila. El análisis forense indica que el cuerpo localizado es el de un hombre, adulto, fallecido en los años 40, tiempo antes que la niña cuyos restos se buscan ahora. “No hay rastro de nada, ni siquiera de un ataúd pequeño; el cuerpo de la bebé jamás ha estado aquí, es una falsedad evidente”, sostiene el letrado.
Se confirman las sospechas, pero tras ello hay que seguir dando pasos para acabar de atar cabos. “Seguramente la familia terminará denunciando la desaparición del cuerpo de la menor ante la Fiscalía”, reconoce el abogado. Antes quieren ahondar en la labor de investigación con la colaboración de los familiares más mayores. Horas de conversaciones y búsqueda por delante para arrojar algo más de luz. Para exprimir nuevas pistas que ayuden a fundamentar aún más sus dudas y a escribir esa parte de la historia familiar que lleva casi setenta años en blanco.
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