El placer de echarse una siesta en el centro financiero de Madrid
Siesta and Go consolida una fiel clientela un año después de abrir un establecimiento en la capital
Ignacio Alvarado ha recuperado la costumbre de hacer la siesta. Para este informático de 57 años es “una gozada” poder caminar menos de un kilómetro y echar una cabezadita en pleno corazón financiero de Madrid. “Yo ya no me echaba la siesta, lo he empezado a hacer otra vez”, asegura el hombre que trabaja para distintas empresas de la zona. Hace dos meses cuando descubrió Siesta and Go, la empresa que este martes cumplió un año, se convirtió en uno de sus fieles clientes.
No todos los españoles son tan afortunados como Alvarado. Pese a que expertos del Centro de Investigación del sueño consideran que la siesta es una práctica saludable, solo un 58,6% la hace, según el último estudio realizado en 2009 por la Fundación de Educación para la Salud del Hospital Clínico San Carlos (FUNDADEPS) y la Asociación Española de la Cama (Asocama). Muchos españoles no solo no duermen la siesta, sino que además no duermen las ocho horas recomendadas por los especialistas del sueño.
Alvarado no vive ni trabaja en un sitio fijo sino que lleva una vida itinerante entre Madrid y Málaga. Cuando puede, que no es todos los días, toma una siesta de media hora como mucho. “Antes de ir a la compra me he echado una cabezadita”, cuenta el hombre acostumbrado a dormir en litera y a ducharse siempre después de la siesta.
El negocio se ha hecho de fieles clientes que acuden con frecuencia. Pese a su éxito, han rechazado varias ofertas para convertirse en franquicia, según la dueña María Estrella Jorro De Inza. En este año pocas cosas han cambiado de Siesta and Go, el único negocio en España dedicado a dar un servicio de descanso por horas. Una de las que sí cambió, la más importante, es el precio. La dueña asegura que tuvieron que bajar los precios para que la gente se pudiera permitir acudir al establecimiento. Estos varían en función del tiempo y del tipo de cama, una hora en una habitación cuesta ocho euros, mientras que en litera, seis. Si es media hora, cuesta la mitad. El lugar es bastante austero. Además de tener 22 camas, cuenta con taquillas, duchas y unas mesitas para trabajar o leer y una pequeña cafetería. El silencio es su mayor cualidad.
El proyecto se le ocurrió hace un año a De Inza, quien fascinada por los países asiáticos, descubrió la existencia de este tipo de lugares en un viaje a Japón. Ante la sensación de que en España “solamente los jefazos se podían echar la siesta en sus oficinas”, De Inza decidió crear un sitio para que más personas pudieran echarse la siesta. El centro de descanso atrae no solo a trabajadores, también seduce a turistas.
Es el caso de Sung Jae, un estudiante de 25 años que descubrió este sitio en su primer viaje a Madrid hace un año. En su país de origen, Corea del Sur, es raro tomar una siesta, “la gente no tiene tiempo para la siesta. Todo es trabajo, trabajo, trabajo; estudio, estudio, estudio”, relata el joven recuperado después de haber dormido una hora, a solo un día de haber aterrizado en Madrid. En el local lo conocen bien, es la tercera vez que viene desde que descubrió este lugar. Y en cada ocasión suele dormir en litera.
Catalina Campos también prefiere las literas. Esta estudiante de 21 años, que trabaja como intermediaria para empresas de luz y de gas, se traslada todos los días desde Belmonte de Tajo, al sureste de la Comunidad de Madrid, a distintos sitios de la ciudad. Si se encuentra por la zona no duda en escaparse entre media y una hora para recargar energías antes de volver a casa. Cuando lo hace se siente “más espabilada”.
Ignacio Alvarado no solo ha recuperado el hábito de la siesta, sino que se ha convertido en uno de los pocos clientes que duerme también la noche. Alvarado ya no está dispuesto a gastar en grandes hoteles de lujo ni en sitios alejados de sus puntos de trabajo. “El tiempo es lo más importante”, asegura antes de volver al trabajo, después haber echado una cabezadita.
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