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Las mujeres que llamaron a la huelga

Ellas prepararon durante casi un año la movilización del 8-M de España que ha dado la vuelta al mundo. Ahora esperan cambios sociales profundos

Mujeres integrantes de la Comisión 8M que convocó la huelga feministas, el pasado miércoles en la Gran Vía de Madrid.
Mujeres integrantes de la Comisión 8M que convocó la huelga feministas, el pasado miércoles en la Gran Vía de Madrid.samuel sánchez
Pilar Álvarez
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Ha pasado casi una semana. Y, esta vez, el tiempo no acompaña. 14 de marzo. Viento racheado que vuelve los paraguas del revés, lluvia intermitente, frío y tráfico. El lugar no parece el mismo pero lo es. La misma Gran Vía por la que el pasado 8 de Marzo decenas de miles de mujeres marcharon en una protesta cuyas imágenes acabaron dando la vuelta al mundo.

Algunas de ellas han regresado al mismo escenario seis días después. Son una treintena de las mujeres que llamaron a la huelga. Forman parte de la Comisión 8M de Madrid, el colectivo de asociaciones y particulares feministas que organizan desde hace décadas una manifestación por el Día Internacional de la Mujer.

Es un grupo con edades y vidas muy diferentes. En la foto que acompaña a este reportaje hay 11 que tienen entre 20 y 33 años. Al menos cinco están entre los 40 y los 50 y tres con más de 60 años de edad. Cuatro profesoras, tres empleadas del hogar, dos periodistas, dos psicólogas, una jardinera, una monitora de autodefensa feminista, una antropóloga y actriz, dos estudiantes, una parada, una jubilada, una traductora, una diseñadora... Todo comenzó hace casi un año.

El pasado 8 de abril de 2017, la comisión convocó una asamblea para valorar el impacto de las manifestaciones del año pasado. Más de 40.000 personas habían salido a la calle solo en Madrid. Decidieron dar un paso más para 2018. La llamaron huelga feminista y la dividieron en cuatro áreas: laboral, de cuidados, estudiantil y de consumo. Fue idea de las más jóvenes tras un ensayo en 2017 con paros parciales en solidaridad por las protestas de Polonia contra una posible prohibición del aborto y la llamada de Argentina y su #NiUnaMenos tras el brutal asesinato de una menor de 14 años.

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Así que las mujeres de la comisión, que normalmente se reunía tres meses antes del 8-M para organizar la manifestación de cada año, han pasado más de 10 meses dando charlas y llamando a la huelga en barrios, facultades o mercados. Lo hicieron, en sus ratos libres, desde la Comisión 8M de Madrid y desde las comisiones que existen en otras comunidades autónomas. Celebraron dos asambleas nacionales en Elche y Zaragoza –de la que salió un manifiesto y el lema ‘Si nosotras paramos, se para el mundo’-. El último mes se reunían casi a diario. Alguna asegura que sigue soñando con la huelga cada noche.

Rafaela Pimentel.
Rafaela Pimentel.S. S.

“Soy empleada del hogar, activista y feminista. Pónmelo con todos los títulos, por favor”, pide Rafaela Pimentel (57), que ha pasado media hora animando al resto para la foto de Gran Vía e intentando que la lluvia no le estropee su peinado liso con las puntas rojizas hacia arriba. Es de la República Dominicana, lleva 26 años en España y 21 trabajando para una misma familia en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Rafa, como la llaman el resto, es también vocera. Dentro de la comisión hay un grupo de mujeres designadas para hablar con los medios, y ella es una. Dividieron el trabajo por áreas: legal, extensión, comunicación (voceras), acciones, contenidos, manifestación, internacional, estatal, accesibilidad… y cada una tiene un papel en una o en varias.

“Esta lucha es importante para mí como mujer porque sufro desigualdades. Estoy en un trabajo que es el empleo del hogar y los cuidados donde no se reconocen derechos”, explica Pimentel. Un grupo de mujeres –cinco voceras- están ahora en un local feminista de Lavapiés (Eskalera Karakola, que se mantiene con cuotas y donaciones, según su web) para conversar tras la fotografía. Fuera sigue lloviendo.

A Pimentel le encantó trabajar con las más jóvenes. “Eran como un poco de droga, me han dado mucha fuerza”. Sentada al otro lado del banquito, Patricia Aranguren –estudiante de cine de 23 años, coleta rubia, ropa negra- toma la palabra. “Sobre esto quiero aclarar que yo no soy para nada de las más jóvenes”. “Hay compañeras que tienen ocho o nueve años menos que yo”. Adolescentes, cuentan, que tuvieron que presentar un permiso paterno para hacer la huelga estudiantil en su instituto.

Elizabeth Cordero Salas.
Elizabeth Cordero Salas.S. S.

“Yo entré en todo esto sin más, llegué a Madrid en septiembre y una amiga me dijo: ‘Hay una asamblea mañana. Vente”, explica la estudiante. “La pregunta importante no es por qué empiezas, es por qué te quedas una vez que has entrado”.

“Cuando llegábamos a los barrios a hablar de la huelga había mujeres que nos miraban en plan: ‘¿Qué me estás contando? Vengo aquí porque mi vecina me ha dicho que tengo que venir”, recuerda Sara Giménez (42), que milita en colectivos feministas desde hace “un montón de años” y es asistente de un chico con diversidad funcional. “En cuanto te pones a hablar con cualquier mujer, da igual el lugar de procedencia u orientación sexual, y hablas tres minutos de qué nos pasa a las mujeres, ya está. No digo que a todas nos pase exactamente lo mismo pero es fácil entendernos”.

Sara Giménez.
Sara Giménez. S. S.

A su lado en el banco, en la tranquilidad del local, Elizabeth pide que figure también el apellido de su madre. Así que Elizabeth Cordero Salas, 50 años. Peruana. Es trabajadora social pero en España solo encontró empleo de ayuda a domicilio. Pliega con cuidado su pequeño paraguas negro y habla con voz suave pero contundente: “Es nuestro momento, las mujeres estamos hartas de sufrir muchas opresiones… somos la mitad del mundo”. Cordero es la que se arranca a cantar cuando Rafaela Pimentel dice que, más que un lema, ella se quedaría con las “impresionantes bandas sonoras” de la marcha del 8-M. Es la versión feminista de la canción 'A la huelga' que hizo Chicho Sánchez Ferlosio de 1963: “A la huelga, cien. A la huelga, mil. A la huelga, madre, vente tú también… Yo por ellas, madre, y ellas por mí”.

La dominicana asegura que “la pregunta del día” era siempre la misma: ¿Y los hombres? Resopla cuando se la vuelven a hacer: “No queremos darles la receta ni queremos apuntarlo en el papelito de la nevera porque eso es un trabajo más que tenemos las mujeres”. Les recomienda, entre aspavientos, que lo resuelvan ellos.

Y tras el 8-M, ¿qué?

Las integrantes de la Comisión 8M tienen una reunión pendiente para valorar el seguimiento de la protesta. Pero Patricia Aranguren considera ya que ha sido “un éxito”. “¿Cuándo se ha visto a cientos de mujeres debatiendo sobre cuidados y nuestro papel en la vida en general?”, dice la estudiante. “Después de todo este proceso, los barrios siguen, las asambleas feministas de mujeres han quedado ahí. Solo en Arganzuela [un distrito de la capital madrileña] cientos de mujeres van a celebrar su propia asamblea esta semana. Eso es muy potente”, añade Chelo Hernández, informática de 47 años. Reclaman cambios normativos y pasos políticos –como que el Gobierno de ya los 200 millones comprometidos para este año para el Pacto de Estado contra la Violencia de Género o una revisión de los currículos escolares-. Pero lo que más les interesa, aseguran, es una revolución social. “Lo que queremos es que esto siga ocurriendo, que haya cambios culturales y sociales”, dice Sara Giménez. “Que todas las mujeres tomen conciencia de lo que pasa y los hombres de los privilegios que tienen”.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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