Badajoz no sabe qué hacer con sus gansos
En solo tres años estas aves se han multiplicado de 40 a 500 en un parque y están suponiendo un grave problema para los vecinos y el Ayuntamiento
En 2015 llegaron alrededor de 40 gansos domésticos al nuevo parque del río Guadiana de Badajoz, en 2016 se expandieron, en 2017 lo conquistaron y en 2018… nadie sabe qué hacer con ellos porque ya son casi 500. Y subiendo.
Ni el Ayuntamiento, ni la Junta de Extremadura, ni los biólogos de la zona consultados, ni sus vecinos. Ninguno sabe con certeza de dónde salieron. Hay dos teorías. A 100 metros de este idílico parque público se encuentra otro, el Castelar, donde habitan unos 60 gansos en libertad controlados por los servicios municipales. De aquí, quizá, podrían haberse escapado unos pocos. O bien: uno o varios vecinos tendrían algunos gansos como mascotas en sus casas y decidieron abandonarlos.
“Nosotros construimos este parque para los ciudadanos, no para los gansos”, dice el alcalde, Francisco Javier Fragoso (PP), que se inclina por la hipótesis de la suelta ilegal de los vecinos. “Este verano pueden llegar al millar y suponer un problema de salud para los 150.000 habitantes”. José Marín, presidente del Colegio de Veterinarios de Badajoz, avisa: “Si se siguen multiplicando pueden transmitir la gripe aviar o la salmonela”. Marcelino Cardalliguet, delegado de la Sociedad Española de Ornitología en Extremadura, opina que esto es un tema muy serio, aunque parezca una broma: “Como no tienen depredadores cerca están siendo una amenaza para cientos de aves, como la garcilla cangrejera, que está en peligro de extinción”.
Los gansos se mueven en grupos. En el caso de Badajoz se encuentran repartidos en manadas de entre 35 y 40 por distintas zonas del recinto. Las hembras ponen una media de cuatro a seis huevos al año, que incuban durante 27 o 28 días, de ahí que se multipliquen con tanta rapidez. En comparación con otras aves de corral, tienen una larga vida, aprenden con rapidez y pueden llegar a ser agresivos.
José Antonio, de 52 años, salió a correr esta semana por el parque mientras decenas de gansos caminaban lentamente hacia él: “A mí no me molestan nunca”. A pocos metros, Ángel, de 34, jugaba con su hija Eva en unos columpios: “Todo está lleno de heces. No soy partidario de quitarlos porque a los niños les encanta, pero sí los reduciría”. Jana, de 26, trabaja como camarera en uno de los dos bares del recinto: “Se meten en la cocina, se suben a las mesas, molestan a los clientes y llenan todo de mierda. Tienen que hacer algo ya”.
Ante tanta polémica, Pablo Ramos, coordinador de Ecologistas Extremadura, propone donarlos a las granjas y Arturo López, biólogo y técnico en la Diputación de Badajoz, matarlos. “Sí, aunque suene impopular. Yo también soy animalista, pero son una especie invasora”.
Esta hipótesis está encima de la mesa junto a la captura y deportación de las aves. La posibilidad de utilizar piensos anticonceptivos se descartó porque podría afectar a otras especies, al igual que la adopción de los gansos por algunos vecinos interesados. “Este es un problema derivado de las costumbres de regalar patitos. Hay que apresarlos cuanto antes”, dice José Martínez, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Tanto la Confederación, como la Junta (PSOE)—que no lo considera un problema porque no son animales salvajes—y el Ayuntamiento se han reunido dos veces en el último año en busca de soluciones. Sin acuerdo.
“Si no hacen nada, esto no va a parar”, cuenta uno de los trabajadores de Joca, la empresa que se dedica a la limpieza y la conservación del parque. “Hay miles de excrementos, no paramos de limpiar y ahora es temporada de cría, por lo que serán muchos más”.
El diario Hoy publicaba hace unos días que Alicante podría acoger unos cuantos gansos para un campo de golf. Don Benito y otros pueblos de la zona también se han interesado. Y hasta una empresa ecológica de la comarca estaría dispuesta a hacer paté. Mientras tanto, un grupo de 36 gansos camina lentamente hacia los gusanitos—está prohibido darles de comer— que Victoria, de 40 años, acaba de voltear en el césped. “¿Si este parque no es para ellos, para quién es?”. Los gansos picotean despacio, pero se reproducen deprisa.
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