El primer Oscar español revive su historia
Juan de la Cierva vuelve a ver, por sorpresa, la película que usó el invento por el que ganó la estatuilla y comenta los cambios del cine tras ver unos tráilers en 3D
Juan de la Cierva está sentado en la cafetería del cine Doré, una de las sedes de la Filmoteca Española en Madrid. Lleva un traje gris y una corbata morada de rayas. A su lado hay un maletín negro y lo acompaña también el andador del que no se separa desde hace un año. El mes que viene, abril de 2018, cumple 89. Ahora está a punto de ver la primera película que usó el invento por el que fue galardonado con un Oscar en 1970. Pero no lo sabe. Es el primer español que ganó la estatuilla de Hollywood por su contribución a la industria cinematográfica. Creó un estabilizador óptico llamado Dynalens, que elimina los desenfoques de la cámara y los efectos de movimientos no deseados.
De la Cierva se levanta de la silla y avanza hacia la sala principal. Está concentrado en el ritmo de sus pasos, lentos. Al entrar se detiene un momento y mira a su alrededor. “Nunca había estado aquí”, comenta sorprendido. Apagan las luces, se abre el telón y se proyecta una película. Fija la mirada y aparece el título “¡Tora!, ¡Tora!, ¡Tora!”. Se sorprende. No se lo esperaba. Pasan unos minutos y cortan la reproducción. “Hace tiempo que no la veía”, asegura. “Esta película me recuerda los hechos tan importantes que viví y al pequeño papel que jugamos nosotros en ella”, continúa modesto. La película muestra el ataque japonés a Pearl Harbor. En su época ganó el premio a los mejores efectos visuales. Fue la primera película que uso el Dynalens, el estabilizador óptico inventado por De la Cierva.
“Yo estaba en Londres por un viaje de negocios y me llamaron de Estados Unidos para decirme que me iban a dar un Oscar”, recuerda. “Lo curioso es que unos días antes había estado en París y le había comprado un vestido precioso de Christian Dior a mi mujer; ella se oponía porque decía que no tendría oportunidad de ponerse algo así en Madrid. Así que cuando me llamaron de Estados Unidos le dije 'Isa, ya tenemos algo en qué usarlo”. De la Cierva se muestra entusiasmado, le gusta recordar los momentos de gloria. Habla de todos los detalles. Su memoria es prodigiosa.
Viajaron juntos a Hollywood y se quedaron en el hotel Los Ángeles. La noche de la gala desfilaron por la alfombra roja mientras los invitados miraban a su esposa, que murió hace 18 años. “El vestido de mi mujer era tan bonito y ella tan guapa… La gente decía: mira, mira es Laureen Bacall, la esposa de Humphrey Bogart. Y yo pensaba: si el de Óscar soy yo”, bromea. Entonces John Wayne lo llamó junto a sus socios para recoger la estatuilla. “Tras la entrega me crucé con Elizabeth Taylor en un pasillo. Llevaba un vestido escotado y lucía el famoso diamante del millón de dólares que le había regalado Richard Burton”.
El español que ganó el primer Oscar no considera que el Dynalens sea su invento más significativo. “Ese es el más famoso, pero tengo otros más importantes, algunos que todavía son secretos y no se puede hablar de ellos”, aclara. El ingeniero diseñó la seguridad del Palacio de la Zarzuela y La Moncloa y estuvo trabajando para el departamento de Defensa de Estados Unidos durante varios años. Asegura que tiene más de 40 patentes. El fotofinish fue otro de sus grandes inventos; sin él sería imposible en algunos casos definir cuál es el ganador en una carrera. También afirma que creó la bomba inteligente para el Pentágono, cuya caída puede dirigirse hasta alcanzar el objetivo, y un totalizador que regulaba las apuestas en los hipódromos para evitar el fraude. Es algo de familia: su tío con el mismo nombre y oficio es el creador del autogiro.
La idea del estabilizador óptico se le ocurrió un domingo cuando esquiaba en un lago con sus hijos. Quería grabar sus acrobacias. “Con el movimiento del barco era imposible”, asegura. Entonces diseñó un modelo de madera con un guante de cirujano cortado por el codo que llenó de agua. “Puse el dedo detrás y mientras lo movía miraba por el lente. Estaba quieto, había funcionado”, señala mientras explica el invento con las manos.
De la Cierva vivía en Filadelfia cuando decidió vender su artefacto. Estaba a una hora y media de Nueva York. Concertó una cita con cada una de las grandes cadenas de televisión: ABC, CBS, NBC. La primera fue con CBS. “Llegué y se lo enseñé al ingeniero, se quedó pasmado y me preguntó si podía llamar a su jefe. Le dije que adelante. Cuando este llegó me preguntó lo mismo. Acabé en el despacho del presidente de CBS ejecutando el movimiento con el dedo y explicando cómo funcionaba el aparato. Salí de ahí con un millón de dólares en efectivo y la distribución general de CBS Laboratories”.
El inventor ve muy poco cine. El hecho de haber ganado un Oscar lo vincula con un mundo que, asegura, no lo eligió. Con motivo de esta entrevista, acudirá, sin embargo, a dos sesiones de cine. El próximo destino es Kinépolis. Sala 15, 330 butacas. Se sienta en primera fila, en el puesto del medio, estira las piernas, deja el maletín en la butaca de su derecha y se pone las gafas que le suministran. Las luces se apagan. Comienza la función. De la Cierva está nervioso. El hombre que inventó el estabilizador óptico se muestra sorprendido con la película en tres dimensiones que se desarrolla ante sus ojos. Es decir, ante sus gafas. A lo largo de una tarde revive los cambios del cine, el arte al que él tanto contribuyó.
“Creo que el cine ha empeorado”, sentencia rotundo con seriedad. “La acción y el sonido van demasiado rápido, el audio de las reproducciones modernas es acelerado. No da tiempo a entenderlo”, comenta. “La imagen es por el estilo de mi época. Además, el tema en tres dimensiones debe ser adecuado para la película; si no, se puede representar en dos dimensiones sin problema”.
De la Cierva se gira hacia la butaca vecina a su derecha: “Yo también tengo una sorpresa”. La expectativa se apodera de la sala. Abre entonces el maletín negro, del que no se ha desprendido desde que esperaba en la cafetería del cine Doré, y saca su Oscar. La estatuilla es diferente de las de hoy en día. “Pesa bastante, cuidado”, advierte, mientras lo sujeta con las dos manos. El galardón se divide en dos partes: a la izquierda se lee “Academy of Motion Picture Arts and Science For Outstanding Achievement” y a la derecha se sitúa la famosa estatuilla de Hollywood. “Es el único premio de los 15 que he recibido que exhibo en la repisa de mi cuarto”, señala. “Le tengo un cariño especial”. De la Cierva cree que las otras distinciones han sido consecuencias o secuelas del que tiene en sus manos.
Acabé en el despacho del presidente de CBS explicando cómo funcionaba el aparato. Salí de ahí con un millón de dólares en efectivo y la distribución general de CBS Laboratories
“Cuando ganamos el Oscar, digo “nos” porque incluyo a mi mujer, volvíamos a España en avión y por la ventanilla vimos una fila de reporteros. Pensamos que veníamos con algún pez gordo en el avión. Al aterrizar nos dimos cuenta de que nos esperaban a nosotros, nosotros éramos el pez gordo”, concluye con la misma sonrisa que tenía en la Filmoteca.
De la Cierva vive en una residencia a las afueras de Madrid. La televisión está encendida con el canal de noticias durante todo el día mientras trabaja en los tres inventos que tiene pendientes. El resto de tiempo libre lo pasa con sus cinco nietos y tres bisnietos.
Al terminar la entrevista le acercan el andador. Pero él está más pendiente de su maletín negro. El mismo que usaba como mensajero a mediados de los 70 para llevar los archivos confidenciales que mandaba el rey Juan Carlos I al expresidente de los Estados Unidos, Gerald Ford. Pero eso es otra película…
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