España sigue fuera del top europeo y se conforma con buenos altos cargos
Varios `think tanks` concluyen que sí hay funcionarios españoles de segundo nivel bien situados en los puestos de decisión de la UE
El hipotético nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo llenaría en parte un vacío “desastroso” para España en los top jobs europeos (principales puestos de designación política) pero no resolvería la carencia de fondo de varios años y gobiernos sobre una falta de estrategia completa para competir en ese primer nivel. Esa es la conclusión de media docena de fuentes consultadas implicadas en esas designaciones. España sí se siente bien representada, en número y competencia, entre los altos cargos más profesionales y de carrera de las instituciones europeas.
Un grupo de estudio del Real Instituto Elcano, coordinado por Ignacio Molina, lleva más de un año realizando lo que han denominado como el Mapa de la presencia de España en la Unión Europea. Han efectuado más de 200 entrevistas entre miembros de la propia UE, de la Representación Permanente de España (Reper), eurodiputados de distintas adscripciones, oficinas autonómicas y hasta directivos de empresas con intereses en la zona. El trabajo, que se presentará en Bruselas antes del verano en un gran acto público, está en su última fase pero ya disponen de algunas conclusiones preliminares. Molina no se llama a engaño sobre las carencias en los grandes puestos políticos, los más importantes y visibles: “Es un auténtico desastre y así llevamos muchos años”.
El investigador de Elcano recuerda que desde la salida de Josep Borrell de la presidencia del Parlamento Europeo (2009) y desde la marcha de Joaquín Almunia como vicepresidente y comisario de Competencia de la Comisión (2014) España no ha vuelto a posicionarse bien en esos relevantes top jobs. Y las comparaciones resultan muy sonrojantes, especialmente con países tan próximos como Italia y Portugal. Antes de la llegada de Borrell fueron también presidentes del Parlamento Europeo José María Gil Robles y Enrique Barón. Luego nadie. España nunca ha tenido un presidente de la Comisión ni del Consejo ni un alto representante, algo que sí ha sucedido varias veces con Italia, Portugal o Polonia.
El caso Guindos
El propio Luis de Guindos reconoció el problema de la infrarepresentación en la rueda de prensa en la que oficializó esta semana su candidatura para el BCE, con el respaldo de Mariano Rajoy, que se ha implicado con llamadas a otros líderes europeos. En el Gobierno piensan que tras los esfuerzos y recortes ejecutados durante la crisis y tras cumplir fielmente las directrices ordenadas ha llegado la hora de pasar factura y se muestran más que optimistas sobre el probable éxito ahora en la recolecta de apoyos para el ministro de Economía español. Lo contrario sería un estruendoso fracaso.
En el Ministerio de Exteriores que dirige Alfonso Dastis, gran conocedor de los entramados de Bruselas por su etapa al frente de la Reper, no son tan sinceros al reconocer la escasa influencia de España y se quedan con que incluso en los peores momentos de la travesía para evitar el rescate, es decir entre 2008 y 2013, altos funcionarios de la UE, de segundo y tercer nivel, no perdieron sus posiciones. Y eso es algo que reconocen todas las fuentes consultadas aunque muchos lo achacan a sus propios méritos.
El factor género de la comisión Juncker
Los altos funcionarios de las instituciones europeas son elegidos con independencia de su nacionalidad, porque no hay en sí cuotas de países, aunque sí se presta mucha atención a cubrir diferentes sensibilidades y equilibrios, tanto territoriales como culturales y, desde hace cuatro años, también de género. La comisión europea encabezada desde entonces por Jean Claude Juncker se fijó el compromiso de llegar al final del mandato (2019) con una presencia de un 60% de cargos varones y un 40% mujeres. Ahora el reparto está cerca del 70%-30%. En los primeros años de la integración de países del Este se hizo también un esfuerzo por incorporar rápidamente personas de esas nacionalidades y se ha comprobado que esa precipitación no resultó acercatada y que las carreras, en Bruselas, requieren de mucho más tiempo.
En Exteriores se remarca que esos niveles son clave y los que conforman el verdadero músculo de la gestión de las grandes decisiones, que llegan a los órganos políticos trabajadas desde abajo. Los comisarios reciben así varios dossiers con soluciones y recomendaciones para inclinar debates tan trascendentes como la imposición de una multa grave.
Otro informe del prestigioso think tank europeo Bruegel ratificó, con datos de 2015, que España era con 13 el cuarto país con mayor número de altos cargos (directores generales, vicedirectores, jefes de gabinete y presidencias y direcciones en el parlamento) por detrás de Alemania (23), Reino Unido (17) e Italia (14) y por delante de Francia (12). Entre los actuales 31 directores generales (el gran poder detrás de los comisarios) España tiene cuatro solo por detrás de los cinco de Francia y delante de Italia y Alemania (tres) o del Reino Unido (dos).
Uno de esos altos cargos diferencia entre el evidente agujero político y el buen nivel de altos funcionarios. Y rechaza darle tanta importancia a los números: “Es rídiculo, no es tanto la cantidad como la influencia, que en la UE se gana con tiempo y capacidad”. Otro matiza: “El Reino Unido o Alemania pueden tener menos directores pero con más peso y con más competencia sobre los asuntos que más les interesan”.
Ignacio Molina, de Elcano, remacha: “No tenemos una estrategia de fondo; otros estados están en contacto o tienen un sistema para facilitar información y posiciones de sus países a los altos funcionarios de sus naciones y aunque estos son independientes y no van por cuotas si pueden ser terminales de influencia”.
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