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Movilización, no referéndum

Todo va a ir a peor, hasta que la política no tome de nuevo el mando

Cientos de personas frente a la sede de la  Consellería de Economía, en Barcelona.
Cientos de personas frente a la sede de la Consellería de Economía, en Barcelona.Alejandro García (EFE)
Lluís Bassets
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Ada Colau quería una movilización en lugar de referéndum y ya la tiene. No habrá referéndum, porque su logística ha sido desarticulada por la Guardia Civil. Se convertirá en una movilización por la república catalana independiente. Cuando la gente dice que votará significa que protestará. Llevarán una papeleta, impresa en casa, y la meterán en una urna, que también llevarán o de casa o del club. Lo hará mucha gente, sin duda. Pero no habrá censo, ni mesas, ni urnas homologables, sino una mera ficción de referéndum. Quizá habrá quien pretenda dar unos resultados, pero no tendrán ningún tipo de credibilidad.

Las garantías son la gente, nos dicen los convocantes: el referéndum eres tú, la garantía eres tú, la papeleta eres tú, nos dicen los independentistas. Es decir, cuando más gente participe más garantías, tal como las explican los organizadores. Es decir, que no son garantías para un referéndum sino para la movilización. Las garantías para el referéndum eran las condiciones de neutralidad y de legalidad, mientras que las garantías de la movilización significa la máxima participación y luego la máxima resistencia.

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Es decir, el proceso ya está en manos de la calle, donde comenzó el 15-M y surgió Podemos. Difícil retroceder a partir de ahora, sobre todo por parte de lo que queda de Gobierno. Como nadie querrá ceder, es fácil entrever que lo que ayer vimos sólo es el comienzo de la intervención. A menos que haya un gesto de responsabilidad extrema, lo que es de prever es que en los próximos días se pierda lo que queda del autogobierno. Sobre todo si después de la movilización del 1-O llega la Declaración Unilateral de Independencia que exigía la CUP en el caso que se pudiera hacer el referéndum.

Sólo una recuperación de la dirección del proceso por parte de las mentes más realistas y prudentes de JxSí permitiría preservar el autogobierno y evitar la pérdida de competencias que conllevará la intervención progresiva que se producirá de aquí al 1-O o después en caso de que se produzca la DUI. La fórmula probablemente más sencilla sería que Puigdemont disolviera inmediatamente el Parlamento y convocara elecciones autonómicas, de forma que así se evitaría mayores pérdidas de la autonomía y sobre todo el crash final.

No sucederá. Aquí nadie baja del burro. Además, ahora está en la calle y en manos de la CUP, Colau, Iglesias y Otegui. Lo mismo se puede decir de Rajoy, que no ha tenido ni siquiera la prudencia de extender la mano después de hacer el gesto de autoridad que se le pedía. Esto iba de democracia. Cada uno la entiende a su manera, bien contradictoria, pero entre todos se la pueden cargar. No habrá referéndum pero habrá 1-O. No habrá referéndum pero hoy no estamos mejor que ayer, al contrario. Y así seguiremos a menos que la política, es decir, la palabra, el diálogo, los parlamentos, vuelvan otra vez tomar el control. Habría que cortar la escalada y no esperar al 2-O para hacerlo. Quizás en octubre ya será demasiado tarde.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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