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Sin planes ante una fuga en un submarino nuclear

Una decena de sumergibles atómicos atraca cada año en Rota y Gibraltar, pero solo la colonia dispone de un protocolo local de emergencias en caso de accidente

Javier Martín-Arroyo
El submarino nuclear HMS Ambush, durante su escala en Gibraltar en 2016 tras chocar con un buque.
El submarino nuclear HMS Ambush, durante su escala en Gibraltar en 2016 tras chocar con un buque.EFE

¿Qué hacer ante un escape de agua radioactiva? Si mañana se produce una fuga o accidente en un submarino nuclear, solo los gibraltareños saben a qué riesgos se exponen y cómo evitarlos con la mayor rapidez y solvencia. Una decena de submarinos de propulsión nuclear estadounidenses, franceses y británicos atraca cada año en las bases de Rota (Cádiz) y el Peñón. El riesgo está ahí —ya hubo una fuga en el año 2000 en el HMS Tireless antes de que atracara en la colonia británica—, pero las 900.000 personas que viven en los 13 municipios de las bahías de Cádiz y Algeciras ignoran a qué peligros están expuestos. Salvo los 34.000 llanitos, que disponen de un minucioso Plan de Respuesta para una Emergencia por Radiación.

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Gibraltar es muy consciente del riesgo que implica ser una base permanente de submarinos nucleares. Y por eso cada año realiza un simulacro junto al Ministerio de Defensa británico y su plan de acción detalla los pasos a seguir si un reactor sufre una avería: la distribución de las pastillas de iodo a la población para combatir la radioactividad, los centros de evacuación, las duchas para descontaminar personas, las alertas para que sus ciudadanos permanezcan en casa, cierren ventanas y apaguen los aparatos de aire acondicionado. Prohibido llamar por teléfono y salir de casa hasta que la policía indique que la emergencia ha pasado. Mientras, los vecinos deben encender la tele y la radio local para seguir las instrucciones de las autoridades. “Es recomendable no recoger a los niños del colegio, allí serán atendidos de manera apropiada”, detalla el documento. Otros municipios como Portsmouth, en la costa sur de Reino Unido, ofrecen a su población incluso una guía rápida ante una emergencia radioactiva.  

Mientras, los alcaldes españoles de ambas comarcas desconocen todo sobre un posible accidente. Para atender a sus vecinos, solo disponen del marco genérico incluido en el Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo Radiológico que pondría en marcha el Ministerio del Interior junto al Plan Territorial de Emergencias de Andalucía, ya que el Plan de Emergencia Nuclear de la Armada es un documento clasificado y destinado a la evacuación del recinto militar. Este programa conjunto de Interior, asesorado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), fija las prioridades de las Administraciones y las Fuerzas de Seguridad. Pero ante una emergencia tan grave donde cada segundo es oro, bomberos y policías locales de los municipios costeros desconocen cómo paliar o atajar la contaminación radioactiva. El contraste entre el litoral y los pueblos colindantes con las cinco centrales nucleares es llamativo, ya que el CSN celebra cada año comités de información local con alcaldes y asociaciones locales para resolver las dudas de los vecinos, inquietos tras los desastres de Chernóbil y Fukushima.

“Que Gibraltar tenga un plan de emergencias demuestra por definición que las autoridades británicas son conscientes de los riesgos. Si el Gobierno español, que tiene reclamaciones sobre Gibraltar, quiere resaltar que es irresponsable tener submarinos nucleares allí, su prioridad debería ser contar con planes de emergencia para denunciarlo. Está perdiendo una oportunidad de oro”. Paul Ingram, director del centro de pensamiento y análisis BASIC (British American Security Information Council), con sede en Londres, pone el dedo en la llaga patriótica del Estado español, cuya población ignora el peligro que representa el trasiego de sumergibles con propulsión nuclear. El desprecio de las instituciones por la amenaza tiene un claro ejemplo: cuando la Junta andaluza tramitaba su plan de emergencias regional en 2011, la organización Verdemar-Ecologistas en Acción enfatizó la inseguridad y desinformación ante el atraque de submarinos nucleares. El Gobierno autonómico ni siquiera se molestó en contestar sus alegaciones.

Tireless: la mecha de los indignados hoy apagada

La avería en el sistema de refrigeración del reactor nuclear del Tireless –que perdió 200 litros de agua radioactiva en el Mediterráneo- encendió hace 16 años la mecha de la indignación entre la población del Campo de Gibraltar: 60.000 personas marcharon contra la base de submarino y para reclamar transparencia en una masiva manifestación. Esa mecha está hoy apagada, a pesar del chispazo que el año pasado provocó otra avería en el HMS Ambush, atracado en el Peñón tras colisionar con un mercante, y finalmente trasladado a Reino Unido para su reparación.

¿Cuánta agua radioactiva puede soportar una bahía? "Es imposible de contestar, depende del material liberado desde el sistema de refrigeración al agua y de las circunstancias del accidente", responde Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear en la Federación de Científicos Americanos (FAS). Kristensen analiza los arsenales nucleares de las seis potencias que poseen flota de submarinos (EE UU, Reino Unido, Francia, Rusia, India y China). Sobre la posibilidad de sufrir percances, destaca que "es real en tanto que los accidentes ocurren, no hay garantía de que no ocurrirán. La gente que trabaja estos sistemas no puede clamar que son 100% seguros porque no lo pueden ser. Los accidentes ocurren de vez en cuando y son relativamente menores, pero alguna vez son más severos y pueden causar pérdidas de material desde un reactor nuclear".

El científico añade: “El problema no tiene por qué venir del reactor mismo, estas embarcaciones tienen misiles de crucero y torpedos convencionales que por accidente explotan y producen un fuego significativo que implicaría una fuga. Hay muchas maneras de que se produzcan problemas con el reactor”.

Por gravedad, la fuga de agua radioactiva es considerada como el problema menor y más habitual, ya que la pérdida del combustible gastado del sumergible, sólido, con forma de barras y muy radioactivo, siempre produciría un nivel de contaminación peor al caer sobre el suelo marino o ser ingeridos por peces. Y por último, la fusión del núcleo -que nunca ha pasado en un submarino y sí en centrales- con la subida de temperatura, el colapso y destrucción del reactor.

Siemon Wezeman, investigador del instituto sueco para la paz y el desarme SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), explica que el peor escenario siempre implica un fallo en el sistema de refrigeración del reactor. "Si el agua no entra de manera apropiada, no puedes pulsar un botón y apagar el motor, toma a veces varias horas. Y el reactor puede empezar a calentarse y derretirse. Sin embargo, la solución es bastante simple, abres el submarino, lo llenas de agua y lo hundes. Así tendrás el reactor refrigerado de nuevo, y aunque no sea precisamente bueno para el medio ambiente, no será Chernóbil", ironiza.

“El peligro existe y es una de las servidumbres de tener esta instalación militar. El Gobierno nos debería informar porque es una cuestión histórica que se ha reclamado, aunque siempre hay cierto secretismo”, lamenta el alcalde de Rota, José Javier Ruiz.

El Gobierno central discrimina entre las escalas de submarinos en la base de Rota y las de Gibraltar. Mientras tolera las primeras, amparadas por el hecho de ser una base OTAN y el convenio de cooperación para la Defensa entre España y EE UU —que fija que en caso de accidente la Marina estadounidense pagaría los gastos de reparación medioambientales—, mira con recelo las segundas. Tras la crisis por la avería del submarino HMS Tireless en 2000, el Ejecutivo pidió a Reino Unido que la Roca cesara como base de submarinos, pero Londres excluyó la petición del acuerdo del Foro Tripartito firmado en 2006.

El riesgo en el Estrecho con el accidente del HMS Ambush y el paso de submarinos rusos que no son detectados ni hacen escala, es evidente. Durante el siglo pasado, Estados Unidos perdió dos submarinos nucleares en diferentes accidentes —cerca de Boston y las Azores— que se hundieron y tanto la tripulación como los reactores reposan ahora en el lecho marino. “En puerto los accidentes son más difíciles, pero hay algunos dramáticos”, puntualiza Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear en la Federación de Científicos Americanos (FAS). A pesar del secretismo que imponen todos los Estados, el informe Accidentes navales 1945-1988 del Instituto para los Estudios Políticos y Greenpeace recoge un total de 359 accidentes con submarinos, 27 de los cuales se hundieron.

Para alejar el fantasma de un accidente en puerto, un portavoz de la Armada española apunta: “Los protocolos de seguridad de este tipo de unidades son muy estrictos, con unos niveles de control muy elevados por el personal de la dotación. No obstante, se atracan lo más alejadas posible de la población”. El puerto de la base militar de Rota dista 1,35 kilómetros del pueblo y 4,2 km de El Puerto de Santa María. El atraque en Gibraltar está a 3,4 km de La Línea de la Concepción y 7,6 km de Algeciras en línea recta. En caso de fuga radioactiva, la propia Royal Navy considera necesario un perímetro de 10 km para mantener segura a la población, según refleja un documento de dicha marina.

Al margen de los accidentes de navegación, Ingram alerta sobre los ciberataques de organizaciones criminales y Estados enemigos en su informe, publicado este verano, Hacking UK Trident [el sistema británico de submarinos nucleares]: una amenaza creciente. En su investigación, el experto desmonta el alegato de Londres de que su flota no puede ser pirateada al no usar Internet mientras navega, y explica que el sabotaje con un virus malware puede ser previo y producirse durante el desarrollo técnico y construcción de los submarinos, misiles o cabezas nucleares, o a posteriori durante el mantenimiento en puerto o actualización de sistemas operativos o programas. El informe desnuda las vulnerabilidades de Trident y su carencia de un equipo permanente de informáticos que investigue y frene la avalancha de nuevos virus.

Los submarinos que atracan en Rota y Gibraltar —una decena cada año según confirman la marina francesa y observadores independientes— tienen reactores nucleares con uranio enriquecido, pero habitualmente transportan misiles convencionales Tomahawk y torpedos Spearfish, como los británicos de la clase Trafalgar. Sin embargo, en 1998 la tradición se rompió y por primera y única vez el HMS Vanguard, uno de los cuatro submarinos con armamento con cabezas nucleares que Reino Unido tiene navegando de manera permanente como parte de su programa Trident, atracó en Gibraltar y el riesgo se disparó. Hay fotos del HMS Vanguard en la Bahía de Algeciras. Mientras, sobre Rota, la Navy, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Armada española rechazan precisan qué tipo de reparaciones han llevado a cabo los submarinos de propulsión atómica atracados. Para conservar el hermetismo, todos entran a puerto siempre de noche y sumergidos.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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