Avispa asiática: las huellas de una devastación silenciosa
La voraz especie invasora que llegó al norte de España en 2010 hace estragos en el campo mientras la ciencia busca cómo combatirla
Desde que la avispa asiática (Vespa velutina) entró en el espacio aéreo español en 2010, algo raro está pasando en los campos de la Cornisa Cantábrica. Lo cuentan sus pobladores y a los científicos no les sorprende. Faltan mariposas, moscas, avispones y, sobre todo, abejas, un manjar para esta especie invasora pero de cuya polinización depende el 70% de los cultivos para consumo humano según Greenpeace. Todo apunta a que el voraz insecto procedente de China, que llegó a España desde Francia, está ganándole la guerra a sus parientes autóctonos. “La gente te dice que ve muchos menos insectos y las trampas que se han puesto contra la avispa lo confirman: al principio se cazaban pocas velutinas y muchos insectos de otras especies y ahora es al revés. Pero no hay datos”, explica Carlos Valcuende, de la Confederación en Defensa de la Abeja en la Cornisa Cantábrica.
En los siete años que llevan estas avispas de tórax negro y alas ahumadas surcando el cielo del norte de España no se ha elaborado ni un solo balance global de daños ambientales y socioeconómicos. “Afecta a un sector muy olvidado”, esgrimen desde la Asociación de Apicultores de Guipúzcoa. “Si en Francia atacase a los viñedos o aquí al chacolí, sí se tendría más en cuenta”. Los cambios en la naturaleza son además muy sibilinos, aunque de consecuencias graves. “¿Es para tanto’, pregunta la gente. Pues sí, es para tanto”, añaden los productores de miel vascos. Ellos y sus colegas gallegos acaban de impulsar investigaciones sobre los daños en sus respectivos territorios. “Nosotros estamos haciendo inventario de las reinas fundadoras que estamos capturando en Cantabria”, apunta Valcuende, “pero es un estudio muy casero porque no tenemos fondos para más. Debería ser la Administración la que lo hiciera”.
En el caso de Galicia, donde el número de enjambres de avispa asiática detectados creció un 70% entre 2015 y 2016, los apicultores se han unido a las universidades de A Coruña y Santiago y a la Diputación coruñesa para evaluar los daños en esta provincia. Xesús Asorey, portavoz de la Asociación Galega de Apicultores, tiene unos amigos franceses que visitan Galicia cada cuatro años y últimamente perciben que la naturaleza ha perdido color. “Ellos ven lo que no vemos nosotros, que Galicia cada vez está más verde pero solo verde, sin el colorido que le daban la flores, y esto es porque cada vez hay menos insectos polinizadores”, explica.
El zumbido de la avispa asiática ha venido a agravar el exterminio de abejas que a partir de la década de los noventa provocó la proliferación de pesticidas, cuenta Asorey. Hay explotaciones costeras que desde la llegada de la velutina registran en sus colmenas una mortandad del 50% y una preocupante bajada de producción de las estresadas y enfermizas melíferas que sobreviven a sus embestidas. “En la fruticultura se han destruido cosechas enteras”, añade el apicultor gallego.
El Ministerio de Medio Ambiente reduce la plaga a un “problema sobre todo para la apicultura”. “Por el momento no se sabe que tenga efectos significativos para el medio natural silvestre”, sostienen fuentes oficiales de este departamento. Las organizaciones ecologistas explican que el destrozo ambiental de la avispa asiática sí va más allá de las colmenas. Se ha convertido en un atranco, por ejemplo, en los proyectos para recuperar una especie ya extinguida pero vital para el planeta: la abeja silvestre. “La velutina es un hándicap para esa recuperación, una recuperación muy necesaria porque la polinización de las abejas de las colonias de los apicultores no es tan eficaz como la que hacían las abejas en estado salvaje”, exponen desde el Fondo para la Protección de Animales Salvajes (Fapas).
El reto de la lucha biológica
Los afectados llevan todos estos años “parcheando”, intentando “evitar el acoso” de las avispas asiáticas con remedios parciales, como la captura de las reinas que fundan los avisperos (con trampas caseras y cebos tan variopintos como la cerveza negra) o la eliminación de nidos. Pero las tropas velutinas siguen creciendo “exponencialmente” y solo se les podrá ganar la batalla cuando los científicos encuentren una solución específica, un anzuelo que únicamente muerda el insecto invasor.
A Sandra Rojas, experta en biología de la polinización, no le sorprende que la invasión de esta especie foránea haya diezmado la población de insectos. Esta investigadora, que lleva cuatro años estudiando la plaga y que colabora con el Grupo de Ecología Evolutiva y de la Conservación de la Universidad de Vigo, explica que la velutina es una “importante depredadora de polinizadores” a la que además de cazar en las colmenas, le gusta hacerlo en las flores. Además, las trampas utilizadas durante estos años para apresarlas no son selectivas y a ellas han sucumbido muchos bichos autóctonos. “Es muy probable que [la plaga] afecte a toda la cadena trófica”, añade Rojas, “porque los organismos que normalmente comen esos artrópodos que caza la velutina, como arañas, pájaros o murciélagos, tienen menos comida”.
La búsqueda científica se centra actualmente en hallar una feromona irresistible solo para las voraces velutinas, que las atraiga de tal manera que solo ellas caigan en la trampa. Una veintena de entidades ecologistas, universitarias y profesionales acaban de unirse en Galicia en la plataforma Stop Vespa Velutina para reclamar a los gobiernos que financien investigaciones científicas para conseguirlo. “El futuro está en encontrar una forma de lucha biológica contra las avispas velutinas que no perjudique a otros insectos”, señala Xesús Asorey.
En unas recientes jornadas científicas en Lugo, varios investigadores desvelaron el posible talón de Aquiles de estos insectos foráneos que reinan en los campos del norte: su debilidad genética. Todas las avispas asiáticas que pululan por Europa proceden de una única reina que fue fecundada por, al menos, cuatro machos. “Estamos en un momento de gran vulnerabilidad de la velutina en Europa debido a su escasa variabilidad genética, lo que le impediría adaptarse a un parásito que la ataque, sea autóctono o importado”, afirmó Xulio Maside, de la Universidad de Santiago, según recogió el digital Campo Galego. Mientras no se encuentra ese parásito, los apicultores se preparan para la llegada de julio, el mes en el que las velutinas vuelven al asalto de las colmenas.
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