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El tiempo del dolor

Para los que quieren que los demás olviden, la antigüedad empieza este lunes

Juan Cruz
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.ANDREA COMAS (REUTERS)
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Ha dicho que del Yak-42 han pasado muchísimos años. Por tanto, ya no hay nada que hacer. Agua pasada no mueve molinos. No toquen a Trillo. Prestó tantos servicios al partido, cuando a este le crecían los enanos de la corrupción, que removerlo de su sitio sería hacer memoria de un suceso que pasó en la antigüedad. Para los que quieren que los demás olviden, la antigüedad empieza este lunes. Como la eternidad.

En esa actitud o bien hay desgana o bien hay desdén. O bien no hay nada. Ninguna de las tres cosas se las puede permitir un presidente. La compasión forma parte del ejercicio de la política. La compasión y la justicia. Y ninguna de las dos tiene fecha de caducidad. La memoria del dolor dura siempre que alguien sienta la herida. Y el Yak-42 fue una grieta enorme en el alma de la sociedad española. Del Ejército, de los familiares. De la política, que se vio burlada por la mentira. Fue una herida y una vergüenza. Por ahí no pasa el tiempo. De aquello nada es inolvidable. Ni Trillo, por supuesto.

Lo que sucedió en el manejo de ese gravísimo accidente incluyó tales irregularidades del Gobierno que considerar que el tiempo ya lavó las culpas resulta, cuando menos, irreflexivo. Y lo irreflexivo en política (y en justicia) conduce a carpetazos que deslegitiman la tarea del gobernante, que es el representante de todos, de los que causan el dolor y de los que lo sufren. El Gobierno de Trillo era el Gobierno de José María Aznar, el infalible patriota. Trillo jugaba las cartas del partido como el gran conseguidor de los milagros judiciales. El anecdotario de la época en que ambos fungían como actores de una comedia de egos con finales de tragedia muestra hasta qué punto el caso Yak 42 es un resumen dramático de la actitud desdeñosa de ambas personalidades. El escenario montado para despedir a las víctimas fue un acto central de aquel despropósito. Es una mancha en el tiempo.

Luego la historia actúa, como decía Fernando Arrabal, en golpes de teatro. Y ya se sabe cómo se precipitaron los acontecimientos. Aznar lo dejó todo, para no dejar nada, magnánimo y generoso factótum, Rajoy se estrelló en las elecciones de 2004, el Partido Popular tuvo su época de sequía y todo tiende a olvidarse cuando el poder regresa a donde hace calor. A Trillo le tocó Londres en la ruleta. Y ahí ha estado, olvidado e inolvidable. Pero la justicia es como la marea, y ahí tiene otra vez la culpa a las puertas de su embajada, como una alfombra de mar por la que podría regresar a su país.

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