El año en el que Rajoy despejará algo su mandato
El presidente se siente reafirmado y usará 2017 para renovar el PP, esperar al PSOE y que se enfríe Cataluña
Mariano Rajoy está estos días de celebraciones y aniversarios. Cumple este viernes dos meses en el cargo de nuevo como presidente del Gobierno tras superar un año crucial, lleno de zanjas, que parecían encaminarle a su sepultura política. Y este viernes hará su rueda de prensa de final de año para presentar su balance del curso. Hace doce meses hasta en su entorno empezaron a dudar de su flor. En las elecciones del 20-D el PP perdió de golpe 63 diputados y 3,6 millones de votos sobre su apabullante mayoría absoluta de 2011. Reunió al partido y pidió calma y confianza.
Algunos la paciencia la perdieron pronto, como José María Aznar, que reclamó en un órgano del PP cambios urgentes. Otros hasta dieron pábulo a la especulación de la Operación Menina, que pretendía el recambio y la promoción de Soraya Sáenz de Santamaría, como exigía Ciudadanos. Ahora, tras un año con el país en funciones y dos procesos electorales, todos en su entorno alaban su manejo de los tiempos y en la Europa incierta es un ejemplo a seguir de aguante y permanencia. La canciller Ángela Merkel alabó su piel de elefante.
El día de los inocentes Rajoy celebró también el 20 aniversario de casado con su esposa, Elvira Rodríguez. Los periodistas le quisieron entretener preguntándole por esa celebración y soltó: “Aquí sigo, de momento no me han despachado”. Los informadores bromearon luego con las dobles y triples interpretaciones de su salida.
Rajoy persevera. Y tiene una máxima: “Si no estás seguro de que lo vas a mejorar, no lo toques”. Vale para el Gobierno, la reforma de la Constitución y para cualquier problema enquistado. En este caso, ahora, lo que más le preocupa es arrancar bien la legislatura para determinar cuánto podrá durar su mandato (al que no ha puesto fecha límite), atraer al PSOE aún más cuando aclare su liderazgo tras el verano para firmar algunos pactos de Estado que pueda presentar como históricos y dejar correr el tiempo a ver si se enfría algo el conflicto separatista en Cataluña.
No hay un gran plan o una estrategia alternativa para frenar el proceso independentista catalán. Cuando se le pregunta a Rajoy y a sus colaboradores, la única propuesta que desarrollan es la de explicar más y en persona, con más presencia física y política en Cataluña, cuáles son las acciones del Estado y las ventajas de estar todos juntos. Rajoy no quiere reformar la Constitución para avanzar en un Estado Federal. No sabe muy bien qué quiere decir eso, no le han presentado nunca un catálogo de reformas concretas asumibles legalmente y en confianza responde: “No lo veo”. No promoverá esa reforma y hará lo posible para pararla.
Hace unos días habló por teléfono con el presidente catalán, Carles Puigdemont, y no fueron capaces ni de cerrar una cita, que tienen pendiente hace meses. Tampoco le convenció para que acuda a la Conferencia de presidentes autonómicos, fijada el 17 de enero, para comenzar el curso político con lo que se pretende sea una señal de los nuevos tiempos. Hablar, dialogar y pactar, mejor si es posible en reuniones discretas, de las que no se comunique nada hasta el final. Ese es el estilo de Rajoy, que quedó pospuesto en los dos últimos años tras la irrupción de los nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos) y que ahora coge cuerpo otra vez en su intento de que florezca el bipartidismo con el PSOE. Ese es el modelo que gusta a Rajoy y en especial con dirigentes como el actual presidente de su gestora, Javier Fernández. Hablan bastante por teléfono y se respetan.
En estos días de festejos navideños, copas de trabajo y encuentros privados, Rajoy ha revelado su deseo de que la legislatura avance bien, “colaborativa y constructiva”, y para un tramo largo confiado precisamente en el primer gran pacto labrado con el PSOE de Fernández: el techo de gasto de las administraciones públicas. Entiende ese acuerdo más importante aún que los presupuestos del Estado para 2017, que buscará sacar con otros partidos si el PSOE se resiste.
La idea es ofrecer con tiempo y paciencia al PSOE otras alianzas y grandes reformas (laboral, educación, pensiones, financiación autonómica) que puedan durar para varias generaciones. Rajoy ya no sería así el único presidente que estuvo a punto de no repetir mandato sino el primero que cerró pactos de Estado con la otra gran formación de Gobierno, como en muchos países europeos.
Rajoy encara dentro del PP un Congreso Nacional que apenas deparará novedades (“no soy de anuncios y cambios mundiales”) y una catarata de cónclaves locales a su imagen y semejanza: pequeños ajustes y sin revoluciones. El problema en el PP es que ha pasado tanto tiempo sin hacerse nada que la mayoría de los liderazgos regionales están de salida, con gestoras y por reconstruir.
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