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Muerte al roble centenario

Envenenado con fitosanitarios un árbol catalogado como ejemplar singular en Extremadura

Carmen Morán Breña
Un hombre contempla el roble centenario envenenado de Barrado.
Un hombre contempla el roble centenario envenenado de Barrado.LUCÍA DÍAZ

Los que cuidan los árboles singulares dicen que es como trabajar en un geriátrico, por el número de bajas, habida cuenta de que la mayoría de los ejemplares así calificados tienen más años que Matusalén. El gran roble de La Solana, en Barrado (Cáceres), era tricentenario y a pesar de su mucha edad lucía medidas de modelo: 18 metros de altura, 30 de copa, cintura de 3,60. Y estaba hecho un roble, lógicamente.

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Los técnicos de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura creen que quien lo ha herido de muerte quizá no tiene muchas ideas en la cabeza, pero reconocen que las manejó con destreza para hacer el mayor daño posible: 10 cortes con el espadín de la motosierra de 10 centímetros cada uno repartidos por la base y los brazos principales de las raíces someras. Allí vertió el fitosanitario, glifosato seguramente, muy común en la comarca, y en todos lados, que ha viajado en la corriente de la savia hasta tumbar al gigante de la montaña. La primavera en Barrado ha dejado esta terrible sorpresa: los demás ejemplares ya visten de verde, el gran roble no verá las hojas nunca más.

Matar un árbol catalogado como singular es una falta muy grave y está penado con multas de 60.000 a 300.000 euros, pero cobrarlas es tan difícil como encontrar una pista fiable en un pueblo de 500 habitantes. Los rumores ya se habían disparado días antes, porque otro ejemplar, soberbio también, había sido envenenado con los mismos modos “sibaritas”: unas punciones en la corteza y un toque del mejor veneno. Este es de propiedad particular, el otro está en monte público; el primero podía molestar a alguien, con el segundo no parecía el caso. ¿Rencillas? ¿Venganzas? ¿Insensatez?

Los rumores no han cesado en Barrado estos días. El servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) maneja varios perfiles, pero sabe que es difícil, por no decir imposible, que la colaboración ciudadana aporte gran cosa. El viejo roble había cobrado mucha fama en los últimos tiempos, en los que ha avanzado la formación y la concienciación medioambiental, y eran numerosos los turistas que se acercaban a visitarlo. En este pueblo cacereño se especula con la posibilidad de que el que ha cometido este crimen natural sea alguien a quien el turismo le pone nervioso, de esos a quienes un forastero les perturba más que un nublado.

“Que nadie piense que ha conseguido algo con esto, porque puede que el efecto sea el contrario: hemos perdido el mayor ejemplar, pero su porte quedará ahí por mucho tiempo y el espíritu del roble también. Primero estará seco, y luego ya veremos entre todos qué se hace con él”, dice el alcalde, Jaime Díaz. En la Junta lo ratifican: “El árbol será espectacular aún muchos años”. Y esa suerte de espíritu natural parece tomar cuerpo, porque ya hay alguna marcha convocada para acercarse al lugar como homenaje a una sombra tan generosa. Bajo la copa de estos ejemplares, siglos atrás, podían apiñarse decenas de ovejas buscando el frescor; la simbiosis perfecta, porque ellas prestaban abono en abundancia para que la sombra no dejara de crecer. “Cada rama es un árbol, eso es lo que tiene de espectacular ese roble”, reconocen en la Junta.

En Extremadura hay 47 ejemplares declarados singulares. “Se tiene con ellos un cuidado especial, se les hacen dos o tres visitas al año, se podan con esmero, se vigilan las cicatrices. Normalmente, se les cataloga por su longevidad, su tamaño, su forma, pero también por razones culturales”.

Este monte de La Solana es, con seguridad, uno de los mayores robledales de Extremadura y, con probabilidad, de los más extensos de España. Está ubicado en el Valle del Jerte y ese roble se había convertido en destino y punto de partida de muchas rutas a pie, en bicicleta, como la que se celebrará mañana, organizada por Picota Bike.

Ayer, la visita programada era la de la Guardia Civil para echar un vistazo detallado y tomar muestras. Será difícil saber quién ha sido, pero no hacen falta pistas sobre su calaña.

Ese enorme regalo de la naturaleza no pasaba de ser un estorbo, según se ve, para el que cogió la motosierra y le asestó 10 hendiduras mortales. “Con los árboles singulares”, dicen en la Junta, “tenemos muchas bajas, pero nunca nos había pasado algo así”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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