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Una peligrosa social de 17 años

María es la primera lesbiana que ha sido indemnizada por la cárcel que sufrió durante el franquismo

Fichas policiales de gais y lesbianas durante el franquismo.
Fichas policiales de gais y lesbianas durante el franquismo.asociación de ex-presos sociales

María habla por teléfono desde un pueblo de España. No quiere dar más datos sobre su persona. A sus 60 años —“muy bien llevados”, dice coqueta— recuerda bien el episodio que acabó con una condena de cuatro meses en la cárcel para mujeres de Alcázar de San Juan. El motivo: “Es una homosexual rebelde a su familia”, dijo el juez, que, en virtud de la ley de peligrosidad social de 1970 (que no se derogó hasta el 31 de enero 1979, cuatro años después de morir el dictador Francisco Franco), la condenó en 1974 a una pena de “reeducación”.

María recuerda que en 1973, cuando ella tenía 17 años, tuvo una novia. “Nos besábamos por la calle y todo. Yo nunca me he cortado de nada”, afirma. “Tenía el lujo de hacer lo que me daba la gana. Tenía un nivel muy bonico, en casa había billetes”, cuenta. Pero ella iba a contracorriente. “Era la única chica en los bares de chicos. Me decían que era de la misma cooperativa”, recuerda entre risas. Aquel estilo de vida le supuso varias redadas. “La policía ya me conocía. Y, encima, era menor”.

Aunque la sentencia que la condenó decía que es “dominante a la hora de buscar a personas de su mismo sexo”, y que las “persigue y atrae”, María se ríe y lo niega. “Tengo mi carácter, pero fue ella la que me tiró los tejos”. “Nos estaban observando, nos seguían, hasta que un día la policía se presentó en casa de mi niña y en la mía”. A su novia no la detuvieron, pero a ella, “la rebelde”, sí. Su familia se movilizó. “Mi tío, que era abogado, me dijo que me iban a castigar el tiempo mínimo”.

Por fin, en 1974, la trasladaron en un furgón a la cárcel de Alcázar de San Juan (Ciudad Real). “Era para chicas solo. La llevaban una especie de monjitas, creo que eran de la Merced”, recuerda.

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En aquel traslado era la única condenada por lesbiana. “Las otras me decían: ‘Sí, sí, lesbiana, tú eres puta, como las demás”. “Había una pobre que estaba embarazada. Pidió a los guardias que pararan en un bar, que tenía un antojo y en la cárcel no se lo iban a dar”. Era una especie de último deseo. “El guardia le dijo: ‘Si tú me haces un favor, yo te compro el bocadillo de jamón. Ella se bajó con él, y volvió con el bocadillo”. “Eso me dejó más traumatizada todavía”, recuerda. Del tiempo encerrada no tiene muchas quejas. “Pasábamos casi todo el tiempo en el patio y haciendo trabajos manuales. La verdad es que no me puedo quejar de la gente que había dentro”. Pero cuando salió, aún tuvo que estar durante dos años presentándose una vez por semana en la comisaría. “Y la sentencia me prohibía ir a bares donde sirvieran alcohol durante ese tiempo”.

Aquella experiencia no la doblegó. Pese a lo duro de su situación, no pudo evitar fijarse en que la “directora era monísima”, cuenta con una sombra de picardía. Pero aquella fortaleza no ha evitado que tenga algunas secuelas. “Tuve una manía persecutoria, que fue muy fuerte durante casi cinco años. Todavía hoy miro mucho para atrás. Me cambió el carácter, y adquirí una desconfianza en las instituciones que aún me dura”, relata. “Sobrevivo gracias a que alguien me dijo: ‘Ya que te atreves a ir así por la vida, sabrá defenderte”.

Después de aquello, María viajó, montó negocios. Ahora vive en un pueblo con su pareja. Ella ha sido la primera lesbiana que ha sido indemnizada por aquella represión, según Antoni Ruiz, presidente de la Asociación de Expresos Sociales. “No sabemos la cantidad”, dice Ruiz, pero, por el tiempo encerrada, calcula que serían alrededor de 4.000 euros. La asociación tiene registradas hasta julio del año pasado 183 peticiones de indemnización, de las que han sido denegadas 49 y resueltas positivamente 116. El resto está pendiente. “El tiempo pasa, y cada vez quedamos menos”, dice Ruiz, quien está seguro de que hubo muchos más perseguidos.

María no quiere hablar de ese tema. “Lo importante es el reconocimiento. Por mí y por todos los que cayeron. Hubo muchos suicidios. Por cada uno que hemos salido adelante, se habrán quedado cinco o seis”, lamenta.

Le ha costado tiempo a esta mujer contar su historia. Aún tiene muchas prevenciones. “Quien quiera que venga a un pueblo para saber lo que es homofobia”, afirma.

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