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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ulises

Si Pujol hubiese hecho lo mismo que acaba de hacer don Felipe, no habría habido caso

Enrique Gil Calvo

El curso político se ha cerrado de forma trepidante. La confesión por sorpresa del gran Pujol, el último de los puntales de la Transición todavía en activo (pues ejercía de presidente de CDC legitimando su reciente giro secesionista) y gran hacedor de los gobiernos sin mayoría de González y Aznar, ha trastocado la correlación de fuerzas y el reparto de papeles del gran juego que se ventila en este final de régimen. Artur Mas ha quedado seriamente tocado, como pudo verse en su encuentro con Rajoy, cuando hubo de admitir que ya no podría convocar el 9 de noviembre una consulta ilegal, lo que equivale a quedarse sin la única medida de presión que aún poseía. De modo que con Mas reducido a la impotencia, Junqueras se queda solo como único paladín del invento secesionista montado por la ANC, mientras Duran Lleida prepara la botadura de otra formación centrista de tercera vía ensamblada con los restos del naufragio de CiU. Y entretanto Rajoy se frota las manos con indolencia, contemplando cómo sus pro-blemas se resuelven solos sin tener siquiera que afrontarlos.

Pero este sensacional golpe de efecto que ha supuesto la confesión de Pujol no ha sido el único premio del final de curso. De forma casi simultánea se producía tres días después otro acontecimiento trascendental aunque mucho menos señalado mediáticamente, que venía a significar también otro hito histórico en la larga lucha contra la impunidad de la corrupción. Me refiero al paquete de medidas legales que anunció la Casa del Rey renunciando a percibir ingresos privados, estableciendo estrictas incompatibilidades y sometiéndose a la auditoría externa de la Intervención General del Estado (IGE). Todo un compromiso programático de integridad institucional que supera muy mucho al difuso programa de lucha contra la corrupción que ha venido anunciando el gobierno de Rajoy. Chapeau.

En realidad, lo que ha hecho el flamante monarca Felipe VI es atarse como Ulises al palo mayor de su nave para evitar su futura caída en las jugosas tentaciones con que tratarán de seducirle las múltiples sirenas de su entorno, tal y como presuntamente le sucedió a su progenitor, llámese Juan Carlos o Laertes. Atarse él y atar con él a toda la familia real, para evitar también que las sirenas seduzcan a sus familiares. Adviértase que, si Pujol hubiera hecho en su momento lo mismo que hizo Ulises en La Odisea y hace hoy Felipe VI, no habría habido caso Pujol ni necesidad de que la Agencia Tributaria y la Fiscalía Anticorrupción investiguen hoy a todos sus familiares, venalmente seducidos por el 3% con que les tentaron las sirenas.

Pero no se trata sólo de la Corona o la Generalitat, pues las demás instituciones políticas de nuestro sistema, empezando por las cúpulas de partidos y sindicatos y siguiendo por Ayuntamientos y Gobiernos autónomos, todas tendrían que hacer también exactamente lo mismo que como Ulises acaba de hacer la Casa del Rey: atarse al palo mayor de su nave para no ser seducidas por el canto de las sirenas. Es decir, renunciar a todos los ingresos procedentes de fuentes privadas y someter sus cuentas a la auditoría externa de la IGE. Ojalá.

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