Tres claves del paso atrás de Susana Díaz
La dirigente andaluza declina saltar a la política nacional pese a las presiones internas y externas
Susana Díaz ha dejado pasar el tren de dirigir el PSOE tras escuchar decenas de voces en las últimas semanas que han pretendido influir en una decisión que no tomó de forma definitiva hasta el lunes por la noche y que se conoció ayer a primera hora de la mañana. Las presiones internas y externas para que asumiera el mando del partido que ha gobernado España 21 de los 37 últimos años de democracia han sido en vano, pese a que en algún momento le hicieron titubear al comprobar la fuerte corriente (encabezada por los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero) que la empujaba a presentarse al congreso extraordinario del próximo mes de julio.
El paso atrás se explica por tres razones fundamentales. La primera, cumplir con la palabra dada de que su prioridad es Andalucía. Díaz se ha convertido en apenas 10 meses en el principal activo del PSOE, pero sabe que su refrendo definitivo pasa por las urnas (las elecciones autonómicas están previstas para 2016). Solo entonces tendrá el plus de legitimidad que dan los votos. Dejar el Gobierno autónomo, ahora o dentro de unos meses, para seguir su carrera política en España sería sacrificar un compromiso del que ha hecho gala, una rectificación que no está dispuesta a asumir. Además, sabe que dirigir el PSOE en España y ser presidenta de la Junta de Andalucía es compatible legalmente, pero políticamente sería de gestión muy compleja.
La segunda clave de la decisión es orgánica. El PSOE es hoy un partido en estado de semirruina. Díaz solo habría asumido la dirección en caso de tener manos libres para hacer y deshacer, como ocurrió en Andalucía, donde logró pacificar el partido tras una cruenta guerra interna. La líder de los socialistas andaluces ha comprobado en las últimas semanas que en Madrid no iba a tener esa capacidad de maniobra. Sea quien sea el nuevo líder del PSOE, la federación andaluza pretende ser decisiva en el futuro de la organización. Díaz no se cansa de recordar que Andalucía es la “columna vertebral” del PSOE y ha recalcado la importancia de que este partido se aparte de debates como el del modelo de Estado.
Y la tercera clave es táctica. Si Díaz, de 39 años, hubiese tomado el mando del PSOE en julio, las presiones para que aspirase también a ser candidata a la presidencia del Gobierno en 2015 se multiplicarían en los próximos meses sin que en el horizonte haya indicios de una mejoría del voto socialista. En Andalucía, por el contrario, Díaz sabe que sus expectativas son al alza (el PSOE ganó en esta comunidad por 10 puntos de diferencia las elecciones europeas tras tres derrotas consecutivas). Si en 2016 gana de forma clara las elecciones autonómicas, algo que es probable, las miradas se dirigirán de nuevo hacia la presidenta andaluza, que a su liderazgo interno y social sumará la fuerza que dan los votos.
Y entonces el paso atrás que ahora ha dado podrá entenderse como la preparación del terreno para el salto definitivo a la política nacional.
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