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Mas pide el ingreso de Cataluña en la Francofonía de espaldas al Gobierno

El presidente catalán solicita el estatuto de “invitado especial” de la organización La Generalitat presenta su candidatura a la comunidad de habla francesa

Artur Mas, ayer, en un acto de campaña de CiU.
Artur Mas, ayer, en un acto de campaña de CiU.JOSEP LAGO (AFP)

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, se ha dirigido al secretario general de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), el senegalés Abdou Diouf, para solicitar formalmente el ingreso de Cataluña en la comunidad de los países de lengua francesa con el estatuto de “invitado especial”. La misiva, fechada el pasado 25 de abril, ensalza los lazos históricos de Cataluña con Francia y con los países de habla francesa, que ilustra con un amplio dossier, y explica que la aceptación de su candidatura le permitiría acudir a la cumbre que los países de la francofonía celebrarán en noviembre en Dakar (Senegal).

En palabras de Mas, el ingreso de Cataluña en la Francofonía “representa un deseo que viene de lejos”, por lo que su Gobierno está dispuesto a participar en la OIF “con entusiasmo, convicción y orgullo”.

El presidente catalán ha presentado su solicitud sin informar previamente al Gobierno español, a pesar de que este debe dar su visto bueno para que sea aceptada, según los propios estatutos de la organización, y tampoco han sido consultados la mayoría de los partidos catalanes, incluso algunos de los que apoyan el proyecto soberanista.

Si la petición es aceptada, Mas irá en noviembre a la cumbre de Dakar

La OIF agrupa a 77 países (57 son miembros de pleno derecho y 20 observadores) y sus objetivos expresos son la promoción de la lengua francesa y la solidaridad entre sus socios, aunque también sirve para mantener la influencia de Francia sobre sus antiguas colonias (especialmente en África), de forma similar a como lo hace el Reino Unido a través de la Commonwealth.

No todos los países que forman parte de la OIF son de lengua francesa, especialmente los observadores (Austria, Guinea Ecuatorial o Uruguay), aunque todos deben acreditar el fomento del francés en su sistema educativo. También hay socios que no son Estados, como Quebec o la Federación de Valonia-Bruselas, aunque estos sí que tienen el francés como lengua propia.

El estatuto solicitado por Mas para Cataluña (“invitado especial”) está reservado precisamente para “entidades o colectividades territoriales no soberanas”, que deben mostrar su voluntad de compromiso con la Francofonía y acreditar el uso del francés en su territorio.

El estatuto de “invitado especial” solo se refiere a las cumbres y está condicionado al visto bueno del Estado al que pertenece el territorio en cuestión; el Estado español en este caso. Si se aceptara su demanda, Mas podría asistir a la sesión inaugural de la cumbre Dakar, que tendrá lugar el 29 y el 30 de noviembre —20 días después de la fecha prevista para celebrar la consulta soberanista— y recibir sus documentos, pero no podrá intervenir en sus deliberaciones y se sentará en un lugar distinto al de los dirigentes de los Estados miembros. Eso sí, podrá acudir a las sesiones consagradas a temas de cooperación y a los actos sociales y culturales.

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Un portavoz de la Generalitat subrayó ayer que la decisión de pedir el ingreso a la Francofonía “no está tomada” y que lo que se viene a solicitar en la carta es la participación del Gobierno catalán “en un acto concreto” de la Francofonía sin especificarlo.

La adhesión de Cataluña a la Francofonía no es una idea nueva. Ya la planteó en 2005 el entonces presidente de la Generalitat, el socialista Pasqual Maragall, al ministro francés de Exteriores, Michel Barnier, como una forma de impulsar la llamada Eurorregión Pirineos-Mediterráneo. La reacción del entonces líder de la oposición, Artur Mas, fue de chanza. La calificó como “una pifia más” de Maragall y apeló al realismo para defender la preeminencia del inglés como lengua extranjera en la enseñanza.

Precisamente, en el dossier que apoya la candidatura para entrar en la Francofonía, la Generalitat reconoce que solo el 6% de los estudiantes catalanes tienen el francés como primera o segunda lengua extranjera, frente al 13% de media española.

“El francés ha sido durante siglos la primera lengua extranjera en Cataluña. Hoy, todavía, la mayoría de los mayores de 45 años ha estudiado el francés como primera lengua extranjera, la mayor parte con resultados significativamente mejores que los obtenidos actualmente en inglés. Pese a todo, aun manteniendo su prestigio, el francés acusa la competencia del inglés. Conviene revitalizarlo, en especial a nivel educativo. Es una paradoja si se tiene en cuenta la proximidad de Cataluña con Francia y el hecho de que ocho de los 14 estados más próximos a Barcelona tienen el francés como lengua oficial o de uso cotidiano”, argumenta el informe.

La iniciativa de Maragall para que Cataluña formase parte de la Francofonía se quedó en nada. O casi nada. En 2008, el Parlamento catalán se integró, en calidad de observador, en la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía, un órgano consultivo. El hecho tuvo tan escasas consecuencias prácticas que ni siquiera es mencionado ahora por la Generalitat en su demanda de adhesión.

El ‘president’ no ha consultado su iniciativa con los partidos catalanes

Más recientemente, en diciembre del año pasado, el Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN), encargado por la Generalitat de diseñar la hoja de ruta hacia la independencia, señaló que “podría ser deseable” que un futuro Estado catalán se incorporase a la Francofonía.

El documento presentado por la Generalitat a la OIF se cuida muy mucho de vincular su demanda al proyecto soberanista. Al contrario. Se basa en el artículo 198 del Estatuto, que “reconoce a la Generalitat el derecho a participar en las instancias internacionales competentes en los campos de interés para Cataluña”; y le atribuye competencias exclusivas sobre educación no universitaria.

Fuentes diplomáticas consideran que la demanda de Mas es un brindis al sol. Primero, porque su aceptación requiere el visto bueno del Gobierno español, que no se lo dará y mucho menos en la forma unilateral en que la ha planteado; y segundo, porque aunque prosperase carecería de efectos jurídicos. Pero reconocen que la mera presencia de Mas en una cumbre internacional —la de una organización a la que no pertenece España— supondría un gran éxito propagandístico y quebraría la imagen de que una Cataluña independiente estaría condenada al ostracismo internacional.

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