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Un debate para recuperar la campaña

Los partidos confían en el cruce Cañete-Valenciano para animar la participación Interior inicia una ofensiva contra las injurias y los mensajes de odio en las redes

Carlos E. Cué

La campaña de las elecciones europeas trató ayer de volver a la normalidad, con mítines de todos los partidos, después de dos días de parón por el asesinato de Isabel Carrasco. Dirigentes de todas las formaciones, grandes y pequeñas, admiten la dificultad de lograr un ambiente electoral real, aunque las encuestas diarias que algunos partidos realizan van detectando poco a poco un ligero aumento de la participación. La última de Metroscopia publicada por EL PAÍS apostó por un 43%, la más baja de la historia, pero ahora parece subir ligeramente.

El PP y el PSOE, tal vez los que más se juegan en estos comicios, planteados casi como un reto entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, confían en que al menos el debate de hoy, el único de la campaña entre Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, sirva para animar algo la campaña.

Los debates, coinciden todos los expertos, difícilmente determinan el resultado en las urnas. Y mucho menos el tipo de cruces que se hacen en España, pactados hasta el milímetro, sin apenas intervención del moderador, sin público, sin preguntas imprevistas. Sólo un error garrafal podría alterar las cosas. Por eso todo se cuida mucho para no cometerlo.

Arriola y Varela diseñan para el PP y el PSOE la forma de librar el duelo

Tanto Arias Cañete como Valenciano se habían reservado espacios en la campaña para preparar la cita y ahora han tenido dos días más de los previstos. En el PP el gurú de los debates, y de casi todo, sigue siendo Pedro Arriola, que vuelve a estar detrás de la preparación del candidato. En el PSOE es Ignacio Varela, otro veterano, quien diseña la forma de enfrentarse al cruce con el exministro de Agricultura. La técnica habitual consiste en poner un sparring frente al candidato para simular preguntas, cruces y posibles situaciones delicadas, y para perfilar el tono.

“Salvo catástrofe monumental de alguno de los dos, el debate no moverá muchos votos”, explica José Juan Toharia, presidente de Metroscopia y máximo responsable de las encuestas que elabora para EL PAÍS. “Pero sí genera ambiente electoral, sobre todo porque la gente se fijará al día siguiente en los grupos de referencia, en la prensa y sus compañeros y amigos que lo hayan visto”, explica Toharia.

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Luis Arroyo, experto en debates que colaboró con el PSOE en la preparación del que protagonizaron Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor en las últimas europeas, también cree que no mueven mucho. La clave, dice, es dar con el tono. “Si ahora viéramos los debates Solbes-Pizarro o Rajoy-Rubalcaba, está bastante claro quién tenía razón: Pizarro y Rubalcaba. Y sin embargo se les dio por derrotados. La clave está en dar con el clima de opinión, no tanto contar la verdad sino lo verosímil”, explica Arroyo.

Otros expertos aseguran que con una abstención tan alta, todo cuenta. “Con solo seis millones de votos se ganan estas elecciones, eso hace que cualquier movimiento sea clave”, resume uno.

Tanto en el PP como en el PSOE admiten en privado que el debate es bueno para ellos porque no están los partidos pequeños y eso moviliza el voto hacia las dos opciones mayores. “Aquí cada uno se dirige a los suyos, la clave para ganar estas elecciones es que voten los más fieles, que están con muy pocas ganas. Para eso sí es útil”, resume un dirigente del PP. Los socialistas esperan además un cruce muy duro que servirá para diferenciarles del PP y alejar el fantasma de la gran coalición. El asunto de las empresas de Arias Cañete y el conflicto de intereses será un momento de tensión clave con el caso Bárcenas. El candidato del PP responderá con los ERE andaluces.

Los expertos asumen que no mueve votos, pero sí genera ambiente electoral

A la espera del debate y la recta final de la última semana, de nuevo un asunto que no estaba previsto irrumpió con fuerza en la campaña: la crispación en las redes sociales después del asesinato de Carrasco. El Gobierno admite que este crimen no tiene nada que ver con la tensión social. El origen está más bien en rencillas personales entre miembros del PP de León. Sin embargo, el ministro del Interior, Jorge Fernández, y el PP lo han aprovechado para abrir el debate sobre cómo evitar que las redes sociales se llenen de amenazas, injurias y mensajes que incitan al odio a los políticos. Interior ha ordenado a la policía que inicie una ofensiva, aunque admite que muchas denuncias quedarán en nada. Incluso se plantea reformas legales.

La oposición, en especial PSOE e IU, reclamó calma al ministro para evitar legislar en caliente. Elena Valenciano aseguró que con la legislación vigente es suficiente: “Lo que no se puede hacer en una plaza pública tampoco se puede hacer en Twitter”. Gaspar Llamazares habló de “caza de brujas” y pidió a Interior el mismo celo cuando son insultados y amenazados dirigentes o movimientos de la izquierda.

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