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Columna
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Territorio apache

Josep Ramoneda

La posición es lo que importa. Según el lugar desde el que se mira la perspectiva cambia. Desde Barcelona, predomina la idea de que el debate parlamentario sobre el referéndum catalán ha sido una oportunidad perdida; desde Madrid, el triunfo del frente Constitucional. Desde Barcelona, se siente que nada ha cambiado, que todo sigue igual aunque un poco más enconado, y que viene por delante un calendario de aúpa, que anuncia momentos de tensión, hasta que algún día algo ocurra que desbloquee el conflicto. Este algo será probablemente una convocatoria electoral, porque los problemas indivisibles en democracia solo los pueden dirimir los votos. Desde Madrid, la percepción del futuro cambia según se mire desde la derecha o desde la izquierda. Para el PP el debate es un punto final y el objetivo sigue siendo la rendición de Artur Mas (que hoy debe lamentar el error de su ausencia), demostrando que el PP no ha superado los clichés de una época que ya pasó: el pujolismo; mientras que para el PSOE es un punto de partida, que debería abrir paso a una reforma constitucional. Una propuesta que choca con tres obstáculos: la negativa del PP a cualquier revisión de calado, la desconfianza que hay en Cataluña después de tantas promesas fallidas, y la dificultad de que la reforma contenga las dos condiciones básicas para que pueda ser asumida por el parlamento catalán: una real redistribución del poder y la opción de que, algún día, Cataluña pueda decidir su futuro.

El debate ha servido para solemnizar un desencuentro de gran calado. El choque entre dos mayorías cruzadas, en expresión de Patxo Unzueta: el 80% del parlamento catalán, contra el 86% del español. La apelación de Rajoy a buscar la independencia por la vía de la reforma constitucional es un brindis al sol: presenten otra propuesta que también les diremos que no. Rajoy intimidó y amenazó, pero no propuso nada. Para mí lo más relevante de todo lo que se oyó en el Parlamento es que el PP y el PSOE no se han planteado la posibilidad de que sus posiciones triunfen en Cataluña por las urnas. La dan por perdida. Todas sus alusiones al referéndum daban por supuesta la victoria independentista, a pesar de las protestas de Coscubiela y Herrera. Que dos partidos de esta dimensión y potencia no contemplen la posibilidad de ganar el referéndum y opten por el rechazo de la independencia por imperativo legal, y no en el campo abierto del combate electoral, es un reconocimiento de los cambios profundos que ha habido en Cataluña y de su dificultad para moverse entre ellos. Como si Cataluña fuera para PP y PSOE territorio apache. Cameron juega a ganar, ellos temen perder, esta es la diferencia.

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