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Una escalera de madera para entrar

Si la fiscalía concluye que las cuchillas son contrarias a la ley, serán desmontadas las de Melilla y las de Ceuta, de 2005

Instalación de cuchillas en la valla fronteriza de Melilla.
Instalación de cuchillas en la valla fronteriza de Melilla.ANTONIO RUIZ

Si la investigación del fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, concluye que son contrarias a la ley, serán desmontadas no solo las cuchillas que están siendo recolocadas en Melilla sino las que hay en la verja desde 2005 y con las que se instalaron en Ceuta ese mismo año.

Del lado marroquí de la valla melillense hay concertinas cuya altura máxima no llega a los tres metros. Los subsaharianos han aprendido a sortearlas con escaleras de madera que fabrican en el monte Gurugú, que domina Melilla. Gracias a ellas suben los tres primeros metros sin cortarse.

Una vez arriba trataban, hasta la retirada de las cuchillas en 2007, de aminorar los cortes en piernas y brazos llevando varias capas de ropa, incluso en pleno verano, o una vieja manta que colocaban en lo alto de la valla. Aún así sufrían profundas heridas porque las hojas afiladas acababan perforando la tela.

A veces, cuando carecían de manta, uno de ellos se sacrificaba y se tumbaba sobre la concertina mientras varios inmigrantes le pasaban por encima indemnes. El que les servía de alfombra resultaba gravemente herido.

En Ceuta, las concertinas llevan ya casi ocho años coronando los 8,2 kilómetros de alambrada y no han suscitado el mismo rechazo

En Ceuta, las concertinas llevan ya casi ocho años coronando los 8,2 kilómetros de alambrada y no han suscitado el mismo rechazo que ahora en Melilla. La presión migratoria sobre la ciudad del Estrecho ha sido siempre menor que la padecida por Melilla, pero se debe a otros factores.

Ceuta está mucho más lejos que Melilla de la frontera argelina por donde entran en Marruecos el 95% de los inmigrantes subsaharianos. Cruzar todo el norte de Marruecos para acercarse a Ceuta es para ellos multiplicar los riesgos de ser detenidos antes de alcanzar la meta. La accidentada orografía del terreno dificulta el acceso a la ciudad.

En vez de saltar la verja, los inmigrantes prefieren tratar de entrar corriendo a través de las fronteras terrestres —400 lo intentaron en vano el 17 de octubre en el Tarajal— o por mar.

En la vecina Tetuán hay marroquíes que han dado clases de natación a subsaharianos. Para impedirlo, el delegado del Gobierno está empeñado en alargar el espigón.

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