“A las madres que venían de sor María las dormían para que no oyeran al bebé”
Una ginecóloga explica ante el juez el protocolo especial para los niños que se quedaba la monja Un doctor asegura que dos supuestas gemelas robadas murieron por prematuras
Este lunes ha sido un día clave para el caso de Purificación Betegón, la madre que ha denunciado el presunto robo de sus gemelas, nacidas el 23 de febrero de 1981 en la clínica Santa Cristina de Madrid. Y eso, pese a que dos de los tres médicos citados como imputados por Esteban Vega, el juez de la investigación —José Zamarriego, exdirector de la clínica, e Ignacio Villa Elizaga, exjefe de neonatología— no acudieron al juzgado por no estar bien asignado el cargo con el que fueron convocados. La clave, que puede inclinar el caso en una dirección o en otra, la aportaron otros dos médicos que estaban citados como testigos.
Teresa Gallardo, la médico residente que atendió el parto de Betegón aquel 23-F, detalló que existía un “protocolo” especial para atender a las embarazadas que enviaba la monja María Gómez Valbuena, imputada en dos casos de bebés robados —uno de ellos, el de Betegón— y fallecida el pasado 24 de enero. “Cuando ingresaban y ponía ‘paciente sor María’ se entendía que esas madres iban a donar a sus bebés y se les ponía una anestesia para que la madre no oyese llorar al feto”, declaró. En uno de los márgenes de la historia clínica de Purificación Betegón —el documento que permitió reabrir su caso, previamente archivado por la fiscalía— se lee “Avisar a sor María” y como apellidos de las gemelas solo está escrito dos veces el nombre de la monja. A Betegón le aseguraron que las niñas habían muerto.
La doctora aseguró que a la religiosa solo la conocía “de vista” y que después del parto no volvían a tener contacto con las madres. Gallardo, que trabajó cuatro años en la clínica Santa Cristina, aseguró que nunca sospecharon que se estuviera engañando a aquellas madres para quedarse con sus bebés y darlos en adopción. “Entonces no había ley del aborto, ni planificación familiar...”. Preguntada por cuántos partos de este tipo —para adopción— pudo haber atendido en la clínica madrileña de Santa Cristina, Teresa Gallardo explicó que eran aproximadamente el 5%.
La médico también recordaba algunos detalles del parto de Betegón. “Se desarrolló sin ninguna incidencia, pero las niñas eran prematuras. Una pesó 1.300 gramos y la otra 800”.
El otro testigo citado, el patólogo Luis Felipe Capote, respondió al juez que efectivamente, el informe de las supuestas autopsias practicadas a las pequeñas —uno de los documentos aportados a la investigación— le parecía suyo. Al salir del juzgado declaró a los periodistas que las niñas habían muerto. “Fallecieron en distinto momento: una un día y otra al día siguiente. Nacieron vivas, con una gran prematuridad, con un gran riesgo. Hubiera lo que hubiera pasado en Santa Cristina con otras [madres], este no es el caso. En este caso, las niñas, desgraciadamente, fallecieron. Ojalá fuese verdad [que las hubieran robado, que siguieran vivas], aunque fuese un delito”, insistió.
Preguntado por si en su etapa en la clínica Santa Cristina —1973 y 1985— había visto irregularidades o sospechado de un tráfico de bebés, Capote dijo que no. Aunque añadió: “Se rumoreaba que alguna hermana se dedicaba a buscar padres adoptivos a los bebés que las madres no podían tener por la razón que fuera”.
Alipio Barbero, abogado de la madre denunciante, insistió en que los informes de la autopsia “pudieron ser falsificados”. “Solo aparece el nombre del patólogo, no su firma, y él al juez solo le ha dicho que el informe, escrito a máquina, tiene su forma de redactar”.
Betegón ha insistido en que ella jamás se planteó dar en adopción a sus hijas. “A sor María la vi por primera vez cuando me negaron verlas porque me dijeron que eran para adopción y pedí ver a la persona que decía eso. Resultó ser sor María. Me dijo que cómo iba a criar a dos niñas, teniendo ya un hijo y siendo soltera. Le dije que era mi problema. ¡Mis hijas eran mías!”. Betegón recordó también el enfrentamiento con la monja cuando le dijo los nombres que había decidido ponerles: Sherezade y Desiré. “Dijo que eso no podía ser, porque no eran católicos”. La religiosa, de 87 años, llegó a estar citada para declarar como imputada en este caso, pero no acudió al juzgado y falleció cuatro días después. Betegón siempre ha estado convencida de que “ella sola no pudo robar” a sus pequeñas y que había más personas implicadas.
El único de los tres médicos imputados en el caso que acudió a declarar, Ceferino de la Calle, en 1981 jefe de neonatología de la clínica Santa Cristina, declaró ante el juez que no sabía nada y que en aquel momento era él y no Villa Elizaga el jefe del departamento. Zamarriego será citado de nuevo con el cargo correcto. En cuanto a Villa Elizaga, el abogado de Betegón ha dado por buena la versión de De la Calle, quien declaró que el nombre de Villa Elizaga aparecía en la documentación simplemente porque los membretes eran antiguos.
En cualquier caso, Barbero planea pedir nuevas citaciones. Por ejemplo, de los anestesistas que dormían a las madres que enviaba sor María y cuyos niños acababan siendo dados en adopción.
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