Palabra de don Juan Carlos
Las primeras declaraciones del Monarca causaron terremotos Las posteriores reflejan su larga marcha hasta el trono, la Transición y la consolidación democrática
Hubo un tiempo en que las entrevistas a don Juan Carlos de Borbón, casi siempre a medios de comunicación extranjeros y la mayoría de las veces realizadas off the record, provocaban terremotos políticos. Releídas hoy, cada una refleja un momento histórico clave en la biografía de don Juan Carlos, desde la larga marcha hasta el trono a lo largo de los sesenta y la difícil transición de los 70, hasta la consolidación de la democracia y la monarquía a comienzos de los 90 cuando se interrumpen para dejar paso a algunas intervenciones en la televisión pública de estilo más institucional.
Una de las primeras referencias periodísticas de las palabras del hoy monarca es de enero de 1966, en la revista estadounidense Time. En un reportaje de portada dedicado a España, titulado La tierra que despierta, el entonces Príncipe, un joven oficial del Ejército recién casado y sin un papel claro en la dictadura, metido en un embrollo dinástico frente a los seguidores de su padre, don Juan de Borbón (enfrentado a Franco), y los monárquicos-falangistas de su primo Alfonso de Borbón, intentaba tranquilizar a los viejos monárquicos de Estoril sobre su fidelidad legitimista con estas palabras: “Yo nunca jamás aceptaré la Corona en tanto mi padre viva”. Una línea argumental que no hizo mucha gracia a los franquistas y que, sin embargo, para escándalo del régimen, reforzaba en otra entrevista realizada en noviembre de ese año (cuando solo quedaban ocho meses para que fuera proclamado por Franco como su sucesor) por la periodista francesa especializada en casas reales Françoise Laot para la revista francesa Point de Vue, en la que de nuevo afirmaba: “Jamás, jamás aceptaré reinar mientras viva mi padre: él es el Rey”.
En 1966, en la revista Time, el entonces Príncipe intentaba tranquilizar a los viejos monárquicos de Estoril: “Yo nunca jamás aceptaré la Corona en tanto mi padre viva”
Estas declaraciones, que el entorno del entonces Príncipe (capitaneado en aquellos años como cerebro gris por uno de los protagonistas del 23-F, Alfonso Armada), siempre negó que hubiera realizado el Príncipe, causaron una minicrisis institucional en la corte franquista que hubo que sofocar un mes más tarde con una entrevista-publirreportaje publicada en Abc el 8 de enero de 1969, coincidiendo con la Pascua Militar y su ascenso a capitán. Realizada por el entonces director de la agencia Efe, Carlos Mendo, era un pastiche propagandístico y bucólico elaborado a base de preguntas y respuestas amañadas a la medida del régimen, que se iniciaba con esta pregunta: “¿Le parece a Su Alteza decisivo para la Humanidad el maravilloso viaje del Apolo VIII?”, y cuyo fin era dejar claro que el heredero en ciernes llegado el caso (conquistado el trono) acataría las Leyes Fundamentales del franquismo, lo que dejaba claro con esta respuesta: “Naturalmente que las acataré. Yo soy español y como tal, debo respetar las leyes e instituciones de mi país, y en mi caso, de forma muy especial”.
De esos mismos años era un documental de la televisión francesa que mostraba a la Familia Real en la intimidad, en la que el Príncipe se manejaba en su excelente francés materno, alababa la tarea llevada a cabo por Franco y, de nuevo, Alfonso Armada, en un francés macarrónico, invitaba a todos los españoles a visitarle en la Zarzuela “siempre que sus ocupaciones se lo permitan”. El 22 de julio de 1969 don Juan Carlos era nombrado heredero de un sollozante Francisco Franco ante los sudorosos jerarcas del régimen, ya que, como recuerda el historiador Paul Preston: “Las Cortes carecían de aire acondicionado” y comenzaba a mover sus propias fichas. El 4 de febrero de 1970, el diario The New York Times publicaba en su portada una fotografía del Príncipe en uniforme de capitán bajo este título: “Juan Carlos vislumbra una España democrática”. La información, sin entrecomillados, firmada por el reportero Richard Eder, suponía la primera presentación pública del sucesor ante la opinión pública internacional y se desmarcaba tibiamente de la dictadura con frases como esta: “Soy el heredero de Franco pero también soy el heredero de España” y en la que Eder (que aunque escribía respetando el pactado off the record) dejaba claro que había estado en el palacio de la Zarzuela). “El Príncipe tiene un aire de estar preso”, decía, y hacía afirmaciones como esta: “El Príncipe no acepta el papel que al parecer le han asignado: el de dócil sucesor”; “no tiene intención de presidir una dictadura”. La escritora Pilar Urbano da algunas claves de esta no-entrevista: “No habría fotos del encuentro. Ni grabación magnetofónica, ni frases entrecomilladas. Off the record. Así lo habían convenido. “Tú, Richard, pregúntame lo que quieras. Yo te contestaré a tumba abierta; pero cuando te pongas a escribir recuerda que esta conversación no ha existido”.
El futuro Rey había comprendido el valor del off the record a través de los medios de comunicación extranjeros para transmitir sus mensajes al interior de este país. Algo que repetiría solo un año después, durante un largo viaje oficial a Estados Unidos, en una pseudoentrevista publicada el 27 de enero de 1971, con el Chicago Tribune, en la que afirmaba: “Franco, nunca, nunca, nunca, ha interferido en mi vida. Me deja completamente libre. Creo que el público quiere más libertades. Todo es cuestión de saber con qué velocidad”.
Don Juan Carlos completaba su promoción exterior con dos encuentros privados con los periodistas americanos y españoles, donde dejaba claro que esperaba emplear en el futuro su prerrogativa de nombrar y destituir al presidente del Gobierno para dotar a España de más libertad”, así lo relataría The New York Times el 8 de febrero de 1971.
El hecho biológico se estaba acercando. El 3 de noviembre de 1975, 17 días antes de la muerte del dictador, la revista estadounidense Newsweek publicaba un artículo titulado Cómo lo ve Juan Carlos, en la que el inminente Rey lanzaba esta apuesta de futuro: “Quiero ser el símbolo de la unidad y la reconciliación nacionales”.
El 22 de noviembre, don Juan Carlos era proclamado Rey. Tenía todos los poderes de Franco. Comenzaba lo más complicado: volar el régimen desde dentro. Lo primero, quitarse de encima al cancerbero que el franquismo había colocado a su lado —el incómodo y correoso presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro— y apostar por un hombre de su generación para pilotar el cambio: Adolfo Suárez.
El 26 de abril de 1976, era de nuevo la revista Newsweek, de la mano de su reportero estrella Arnaud de Borchgrave, la que filtraba el pensamiento del Rey hacia su jefe de Gobierno, Arias Navarro, al que calificaba de “desastre sin paliativos”, ante el alborozo de la prensa democrática española. Dos meses más tarde, don Juan Carlos remachaba aún más el clavo del posible cese de Arias Navarro durante un viaje oficial a Estados Unidos, donde tras un encuentro confidencial con la prensa, The New York Times y The Washington Post le calificaban el 3 de junio de 1976 como “el motor del cambio”. El 1 de julio rodaba la cabeza de Arias Navarro.
El 6 de diciembre de 1978 la nueva Constitución democrática era ratificada en referéndum y don Juan Carlos renunciaba a los amplios poderes que había recibido del dictador: la encarnación de la soberanía nacional, el mando efectivo de las Fuerzas Armadas, la participación activa en los Consejos de Ministros, el nombramiento directo de cargos del Estado, el veto a las leyes o la posibilidad de dictar decretos-ley. Con la Constitución se convertía en un monarca democrático de corte europeo; eso también se notaría en sus relaciones con la prensa. El grifo off the record de don Juan Carlos de Borbón se cerraría a partir de ese momento, con la excepción de un documental de la BBC producido por Jeremy Bennett en 1980 titulado King Juan Carlos, con la colaboración del escritor Guillermo Díaz-Plaja (que le entrevistaba en inglés) que se acercaba a la vida diaria de La Zarzuela. Después, esa década complicada para la historia de España sería de total silencio informativo por parte de Zarzuela. Aunque el Rey nunca perdiera el contacto directo con los principales periodistas del país a través de contactos discretos en las plácidas tardes del palacio de La Zarzuela que aún mantiene regularmente.
Habría que esperar al triunfal 1992, el año que supuso la confirmación ante el mundo de España como potencia desarrollada y plenamente democrática, para que don Juan Carlos volviera a ponerse oficialmente delante de un periodista. Fueron dos. Por un lado, la estrella de la televisión británica Selina Scott, que había trabajado para la NBC y Sky y había realizado un documental sobre el príncipe Carlos de Inglaterra titulado Un príncipe entre islas, a la que había conocido en privado en 1991 y que ese mismo año comenzó a pergeñar un gran reportaje televisivo sobre el Rey financiado por la productora escocesa ITV. Scott se empotró con total libertad en la vida del Rey acompañándole por tierra, mar y aire desde El Escorial y La Zarzuela hasta Mallorca y Sevilla, y realizó un buen trabajo titulado A year in Spain, en el que el Rey no siempre quedaba bien. Para algunos críticos, entre ellos el jefe de su Casa, el general Sabino Fernández Campo que llevaba a su lado desde 1977, el Rey resultaba demasiado humano. El documental se estrenó en Reino Unido y fue posteriormente emitido por Televisión Española con un éxito arrollador. En 2010, Scott recordaba a propósito de ese documental y la actitud del Rey frente a la periodista: “Cuando llegó el momento de la entrevista final con el Monarca, esta se desarrolló con suma facilidad. La mantuvimos una mañana en un cómodo sofá de Marivent, mirando el Mediterráneo. En ningún momento se mostró preocupado por el futuro. Al contrario, concentraba toda su energía en el negocio de ser Rey de una España desatada. Y en sus respuestas era honesto y directo. No disimulaba. Y buscaba la participación de su interlocutor. No dudaba ante ninguna pregunta”.
La siguiente superentrevista unida a los fastos del 92 fue la que le realizó al Rey su amigo José Luis de Vilallonga, escritor, periodista, opositor al franquismo, marqués, grande de España y reputado playboy. Las declaraciones de don Juan Carlos a Vilallonga tomaron forma en un libro publicado en francés con el título Le roi y luego en español en 1992. El libro, la única biografía autorizada del Rey, se fue creando a partir de varias entrevistas entre el monarca y el marqués en La Zarzuela que comenzaban a las cinco de la tarde entre humo de Cohiba y corbatas de Hermès, fue un gran éxito de ventas. El texto, a ratos fascinante y a ratos cortesano, ofrece una buena descripción de la maestría de don Juan Carlos como entrevistado; de su habilidad para enamorar a su entrevistador: “No me hagas hablar ordenadamente de las peripecias en las que me he visto metido. Mejor es que charlemos como dos amigos, el uno con muchas cosas que decir y el otro con muchas cosas que escuchar”. Y el Rey se metió en el bolsillo al marqués rojo.
El documental de Scott se estrenó en España dentro del espacio Documentos TV el domingo 17 de enero de 1993 con un share del 38,2% y el libro de Vilallonga se presentó al público el 22 de abril de ese mismo año. Vendió cientos de miles de ejemplares. Ninguno de los dos acontecimientos los llegaría a presenciar desde su despacho de la planta baja del palacio de La Zarzuela Sabino Fernández Campo, que había abandonado su puesto el 8 de enero. Con el nuevo jefe de la Casa, el diplomático Fernando Almansa, se acabarían las entrevistas hasta 2000, en la que el Rey concedería una a la periodista Victoria Prego para conmemorar sus 25 años como monarca. Trece años más tarde, don Juan Carlos vuelve a la televisión. Sus declaraciones ya no causarán terremotos políticos como los del franquismo y la transición. Son otros tiempos.
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