Solo una región belga exige en la UE una reválida al final de la primaria
El Gobierno pone pruebas externas al final de cada etapa para fomentar el esfuerzo Algunos expertos temen que disminuya la equidad Primera toma del analisis de la reforma que desde hoy inicia EL PAÍS con las reválidas
En mitad de un mar de recortes presupuestarios que pueden significar un tijeretazo escolar de más de 10.000 millones de euros entre 2010 y 2015, el Ministerio de Educación ha lanzado una propuesta de reforma que supone un importante cambio en el sistema. Entre los debates que suscita la iniciativa (se abrirán vías distintas antes de los 16 años y se adelgazará de asignaturas los currículos), uno de los más polémicos es sin duda la recuperación de las reválidas al final de cada etapa: primaria, ESO y bachillerato.
El Gobierno defiende que fomentarán el esfuerzo de los alumnos y ofrecerán una imagen clara a padres, centros y administraciones de cómo funciona la escuela, pero numerosos expertos señalan importantes inconvenientes. Por ejemplo, que, en lugar de educar, la escuela acabe solo preocupada en preparar a los alumnos para aprobar un examen concreto (como ocurre hoy con 2º de bachillerato y la Selectividad), que se reduzca la equidad y que, encima, empeore el problema que se pretende arreglar: el fracaso y el abandono escolar temprano (26,5%, casi el doble de la medía europea).
Se trata de una medida de “selección, no de mejora”, dice, recordando por qué se eliminaron las reválidas en España con la ley de 1970, el catedrático de la Universidad de Valencia José Gimeno Sacristán. Y añade: “Puede que los que van bien se esfuercen un poco más, pero nadie puede pensar que ayuden en algo a los que van peor”.
Las pruebas
- Primaria. Al final de la primaria (a los 11-12 años), los alumnos tendrán que hacer un examen externo sobre las competencias básicas en matemáticas y lengua. Si no lo pasan, repetirán, a no ser que hayan repetido alguna vez; en ese caso, pasarán con un informe a la ESO para que que reciban apoyo académico extra.
- ESO. Al final de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (12-15 años), los alumnos consiguen el título si aprueban todo el 4º curso. Pero si quieren seguir estudiando, deben aprobar la reválida, que será un examen distinto si conduce al bachillerato o a FP.
- Bachillerato. Solo se estará en posesión del título si se aprueba la reválida, que sustituirá a la Selectividad. Las universidades podrán hacer pruebas de acceso para cada carrera si lo desean. Los que habiendo aprobado 2º de bachillerato, no pasen la reválida, podrán acceder a la FP de grado superior.
Mas eso es precisamente lo que sostiene el ministro de Educación, José Ignacio Wert, que asimismo rechaza que se utilice el término reválida, aunque se trate, como aquellas, de exámenes externos centralizados que pueden cerrar el camino a los alumnos a la siguiente etapa educativa.
Las pruebas externas para medir el nivel de alumnos, escuelas y sistemas han ido ganando fuerza en los últimos años para que padres, profesores y administraciones puedan tomar decisiones informadas, basadas en datos. Y existe un gran acuerdo en torno a lo positivo de contar con la información que ofrecen evaluaciones bien hechas, como el Informe Pisa de la OCDE, o las pruebas de diagnóstico que hoy ya recoge la ley. Así, la gran polémica se centra en el uso de los resultados, si construyen ranking de colegios o cortan la progresión del estudiante hacia la siguiente etapa, como se propone en España.
Y lo cierto es que en toda Europa, solo en la región francófona de Bélgica existen pruebas de ese tipo que condicionan la progresión de los alumnos al final de la primaria. En Malta se han eliminado las pruebas que enviaban a los chavales a un tipo u otro de centros de secundaria, según los datos del centro de información educativa de la UE, Eurydice. En Luxemburgo hay una prueba estatal a los 12, pero su resultado es solo uno de los cinco criterios con los que concede el título. Para España, Educación propone que los alumnos de 12 años que suspendan la reválida repitan 6º de primaria, a no ser que ya hayan repetido alguna vez; en ese caso, pasarán con un informe a la ESO para que que reciban apoyo académico extra.
En cuanto a la reválida del final del bachillerato, que sustituiría al examen de Selectividad, la mayoría de los países de europeos someten a sus alumnos a algún tipo de test similar antes de llegar a la Universidad. En España, los que aprobasen el bachillerato, pero no la reválida, podrían acceder a la FP de grado superior, una vieja idea del PP.
Al final de la enseñanza obligatoria, la ESO, los alumnos tendrán a aprobar también un examen externo para poder seguir estudiando. La prueba será distinta si se quiere ir al bachillerato o a la FP.
En este punto educativo, hay países en Europa que exigen reválidas para obtener el título, pero en muchos casos las hacen y preparan los profesores del propio centro o sus resultados se combinan con los del trabajo del año y los exámenes internos para decidir la nota final, según la ultima edición de las Cifras clave de la educación en Europa del Eurydice. El resultado final depende únicamente de “examinadores externos” en Irlanda, Malta, Rumanía y Reino Unido, añade ese trabajo.
“Sin un test externo nadie sabe exactamente qué se les ha enseñado a los chicos. Pero es importante que esté muy bien hecho para evitar que se les prepare para hacer un examen muy limitado y mecánico”, señala el profesor de Economía de la Pompeu Fabra Antonio Ciccone.
El catedrático de Sociología de la Complutense Mariano Fernández Enguita advierte en su blog Cuaderno de Campo: “Tras la secundaria puede servir como mecanismo de validación y homogeneización”, pero tras la primaria “resulta difícilmente comprensible y absolutamente inaceptable”. Enguita teme que esta prueba trate de segregar tempranamente —“más en tiempos de recortes”— y devolver la educación tiempos pasados, al “viejo examen de acceso”.
¿Exámenes externos? Depende
Un examen, como cualquier herramienta, no es ni bueno ni malo, depende de cómo se use. Se usará mal si no se tiene en cuenta la Ley de Campbell, según la cual si empleamos un indicador cuantitativo para evaluar un proceso social, cuanto más influya el indicador en la toma de decisiones, más corromperá el proceso social que mide. En EE UU, tras casi una década de evaluar sistemáticamente al alumnado, ya saben mucho de esta corrupción. También se usará mal si se emplea como criterio para etiquetar y clasificar al alumnado. Pero se usará bien si se emplea para mejorar la atención personalizada, por lo que parece mejor idea que la prueba se haga algún curso antes de finalizar la etapa.
Si se opta por un examen a final de ciclo, creo que se debería seguir el ejemplo de la enseñanza de idiomas. Para las principales áreas del currículum establecería cuatro o cinco niveles. De esta forma, quitamos la tentación de emplear un indicador cuantitativo, pues es pensamiento mágico (y sádico) creer que si una persona obtiene un 6,72 y otra un 6,71 en una prueba, la segunda está peor preparada y merece ser excluida de algún proceso de selección que marcará el resto de su vida. Creo que esos niveles podrían funcionar como un sistema de señales, sin limitar el paso al siguiente ciclo educativo. Por ejemplo, una persona que desee realizar Ingeniería de Telecomunicaciones, sabe que debe alcanzar siempre el primer nivel en Matemáticas, pero quizá en Química es suficiente con un segundo o tercer nivel.
Además, dada la importancia de la formación a lo largo de la vida, sería posible presentarse a cualquier edad, por libre, para lograr el nivel deseado, como sucede con las pruebas de idiomas. Un sistema así tendría dos ventajas. Por un lado, permitiría atender mejor a la diversidad de conocimientos y preferencias del alumnado. Por otro, igualaría la dificultad para lograr un título educativo entre CC AA, que ahora es muy variada. Además, podría extenderse a toda la UE, como ocurre con los idiomas.
Por último, me parece absurdo que se emplee una prueba así para obligar a repetir curso, cuando la evidencia disponible muestra que su aplicación en España es excesiva, ineficaz y cara. La alternativa no es pasar de curso sin más, sino probar intervenciones educativas mejores y más baratas.
José Saturnino Martínez García es profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna. (@mandarrian)
Su compañero de la Complutense Rafael Feito se refiere, en general, expresa su temor de que se caba enseñando solo paar el examen, y añade: “Casan mal las referencias a la autonomía de los centros y a la dignidad del docente [en la propuesta del ministerio] con esta invasión de exámenes externos que nos retrotrae a las reválidas del franquismo”.
Por su parte, el economista de la Carlos III Antonio Cabrales defiende en el blog de FEDEA Nada es gratis estos exámenes, pero con un matiz: “La evaluación externa es indispensable. Los ciudadanos necesitan saber cuál es el nivel de sus hijos con respecto a los demás, y la evidencia de que la evaluación externa es efectiva para mejorar el nivel educativo es muy contundente. Pero me gustaría hacer una petición. Dado el escaso éxito de las repeticiones, ¿por que no usar las “medidas de apoyo y refuerzo” que se proponen para los que ya repitieron en primaria como sustituto de manera más general?”.
Muchas de estas dudas, así como opiniones a favor, las está recogiendo el Ministerio de Educación a través del correo que ha habilitado para ampliar el debate sobre la reforma educativa (calidadeducacion@mecd.es). Sobre los mensajes que han recibido hasta ahora ya han hecho un primer resumen.
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