Acelerando en punto muerto
El Gobierno, incapaz de iluminar el futuro, se entrega con pasión a oscurecer el pasado
Algunos críticos del presidente José Luís Rodríguez Zapatero le criticaban su propensión a acelerar en punto muerto pero una vez ganadas las elecciones del 20 de noviembre por mayoría absoluta su relevo, Mariano Rajoy, se diría que persiste en esa misma actitud con daños multiplicados. Las elecciones del domingo van en la línea de despejar la incógnita griega con la posibilidad de que se forme un Gobierno capaz de mantener al país en el euro. En Francia, la segunda vuelta de las legislativas ha dado una mayoría absoluta muy confortable al Partido Socialista del presidente François Hollande, que apuesta por el crecimiento y la moderación de anteriores austeridades. Los socialdemócratas alemanes, cuyo compromiso necesita la canciller Angela Merkel para la aprobación en el Bundestag del pacto fiscal, condicionan su voto al establecimiento de una tasa sobre las transacciones financieras y a la adopción de estímulos al crecimiento. Parecería que se suman por doquier los vientos a favor pero aquí solo se registra el incremento desaforado de la prima de riesgo, que nuestra vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría interpretará en términos de irrelevancia cuando comparezca el próximo viernes después de la reunión del Consejo de Ministros.
Entre tanto, se confirma que para quien no sabe a dónde va no hay vientos favorables. Hay circunstancias fuera de nuestra obediencia, como por ejemplo las planteadas por las adversidades meteorológicas. Apenas se recuerda algún caso prodigioso como el narrado en Mt 8, 23-27, a propósito de la escena en el mar de Galilea a bordo de la barca a la que habían subido Jesús y sus discípulos. Escribe Mateo que “he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero Él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es Éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?”.
En nuestro caso, no hay prodigio que valga, porque la prima de riesgo se muestra incoercible, del todo remisa a seguir las instrucciones del presidente Rajoy, de la vicepresidenta y de todos y cada uno de los ministros que componen su Gobierno de excepción.
Repetimos para los que hayan llegado tarde que el Gobierno del PP, incapaz de iluminar el futuro, se entrega con pasión a la tarea de oscurecer el pasado. Ahí está François Hollande que se ha ahorrado cualquier mención a su antecesor, Nicolás Sarkozy, o Mario Monti, del que no se conoce alusión alguna a Silvio Berlusconi. Pero en la mejor tradición celtibérica, Mariano Rajoy, nada más ser elegido se encargó de inhabilitar las cifras españolas presentadas por el Gobierno de su antecesor Zapatero. Años de credibilidad ganada a pulso ante Eurostat por la Intervención General del Estado quedaban arrasados. La pérdida quedó imputada al país, dejamos de ser fiables. Las cifras siguientes las refrendaba el nuevo Gobierno pero solo levantaban escepticismo y sospechas. Más aún cuando para evitar costes políticos se permitió el apaño de las cajas de ahorros gallegas y se bendijo la fusión de Caja de Ahorros del Mediterráneo con Caja Madrid, ambas en manos de los compañeros de pupitre por decirlo con la terminología tan querida del aznarismo, y se retrasó la presentación de los Presupuestos Generales del Estado para favorecer las expectativas electorales en Andalucía de esa figura del toreo que es Javier Arenas.
Nosotros, impertérritos, aferrados a la consigna impresa en las ventanillas de los vagones antiguos de la Renfe. “Es peligroso asomarse al exterior”. Cada mañana, el Gobierno se pregunta desconcertado qué más querrán los inversores de nosotros para devolvernos su benevolencia. Mientras las medidas de apoyo que con nuestra presión conseguimos del Eurogrupo se convierten en verduras de las eras, que dijo el poeta. Cuando gobernaba Zapatero la entonces portavoz del grupo parlamentario popular y hoy vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, repetía como un martillo pilón que “la prima de riesgo de España se llama Zapatero, señorías”. Sería muy interesante saber qué nombre le han puesto ahora. Decía Juan Luis Cebrián el domingo en estas páginas que “el crecimiento consiste en ofrecer riqueza a los mercados, no sacrificios a los dioses”. ¿Cuál sería la ecuación si los mercados resultaran ser los dioses y la riqueza que les ofrecemos el sacrificio que nos exigen? Parece recomendable consultar el GPS del profesor Manuel Ballbé y que Rouco ofrezca sus oraciones. Veremos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.