Víctimas de ETA y los GAL se reunieron en secreto durante cinco años
En el grupo, de 27 personas, también hay damnificados por las fuerzas de seguridad
Durante cinco años, un grupo de víctimas de la violencia, de ETA y el GAL, de la ultraderecha y los excesos de las Fuerzas de Seguridad en Euskadi, incluso del estertor del franquismo, han desarrollado en total reserva una de las más amplias iniciativas para poner en común sus vivencias y su dolor y, sobre ellos, lanzar un mensaje de convivencia y una invitación a la sociedad a que haga autocrítica de su pasado mediante “un compromiso ineludible con la verdad y la justicia”.
Los propios participantes en la experiencia, ya concluida, han decidido hacerla pública y la práctica totalidad de ellos comparecieron ayer en San Sebastián con los tres coordinadores del grupo, expertos en tratar con víctimas —Galo Bilbao, Carlos Martín Beristain y Julián Ibáñez de Opacua.
Hasta 27 personas (16 mujeres y 11 hombres) han tomado parte en la Iniciativa Gleencree, nombre del lugar de Irlanda en que el primer grupo —cinco víctimas de ETA y otras tantas de los GAL— la puso en marcha a finales de 2007. Allí se levanta un centro para la paz, surgido a raíz del conflicto irlandés.
El 8 de diciembre de 1970, Roberto Pérez Jáuregui moría en una manifestación contra el proceso de Burgos. Su hermano Jorge abre el abanico temporal de un sufrimiento que llega hasta casi hoy mismo con las continuas amenazas al concejal guipuzcoano del PSE Patxi Elola.
Sentados en un sobrio escenario, junto a ellos estaba ayer Edurne Brouard, hija del dirigente de HB Santigo Brouard, asesinado por los GAL en 1984. O Fernando Garrido: un día de octubre de 1986, dos etarras mataban con una bomba a su padre, gobernador militar de Gipuzkoa, su madre y su hermano pequeño. O Arantxa y Axun Lasa, cuyo hermano Josean fue secuestrado y asesinado por el GAL verde del exgeneral de la Guardia Civil Rodríguez Galindo. O Mari Carmen Hernández, viuda de Jesús María Pedrosa, concejal popular de Durango. Un tiro etarra en la cabeza acabó con la vida de su marido en 2000.
Esta última y Axun Lasa leyeron, combinando euskera y castellano, el mensaje que querían compartir con la sociedad. “Hemos roto barreras y tabúes para acercarnos unos a otros con respeto, superando el temor y los estereotipos”. Desde sus diferencias ideológicas, que asumen, recalcan que la violencia que todos ellos han padecido es injustificable y demanda “la satisfacción de derechos (a la verdad, la justicia, la memoria, al reconocimiento y la reparación) para todos de manera equitativa”. Y para asentar la convivencia creen necesarios “los gestos de reconocimiento del daño causado y la asunción de responsabilidad” de “todos los perpetradores de la violencia injustamente padecida” por tantos.
La iniciativa nació de la mano de la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, a cuyo frente se hallaba entonces y sigue ahora Maixabel Lasa. De allí solo llegó el impulso, pues desde entonces ha sido el propio grupo el que ha ido tomando todas las decisiones que le afectaban. Cuatro largas sesiones de convivencia en 2007, 2008, 2011 y este mismo año, junto a continuadas reuniones menores, han dado lugar a su mensaje.
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